Comentario a Hechos de los Apóstoles
Capítulo 28
El Señor le había asegurado a Pablo que debía ir a Roma. También le había prometido que le daría las vidas de los doscientos setenta y cinco que estaban con él a bordo de la nave. Había cumplido lo que le prometiera.
Milagros en malta (28:1-10)
Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío. Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir. Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; más habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios. En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días. Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían; y eran sanados; los cuales también nos honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.
Después de llegar sanos y salvos a tierra, supieron que la isla se llamaba Malta (de la palabra fenicia o cananea Melita, "refugio"). Se hallaba al sur de Sicilia y sus habitantes eran descendientes de colonos fenicios que probablemente hablaran un dialecto estrechamente relacionado con el hebreo.
A través de todo este pasaje. Lucas les llama a los naturales, bárbaroi (bárbaros). Esto no quiere decir que él pensara que eran personas degradadas o incivilizadas. Para los griegos, todo extranjero que no podía hablar su idioma era un bárbaro. Posteriormente, les dieron un poco de participación a los romanos, al incluir entre los bárbaros a los que no pudieran hablar griego ni latín.
Es fácil ver que los ciudadanos de Malta eran buenas personas, aunque no podían hablar griego. Su humanidad fue más allá de lo ordinario. Encendieron una fogata y les dieron la bienvenida a todos aquellos doscientos setenta y seis extranjeros que se habían salvado del naufragio. Debido a la lluvia y al frío, aquella fogata fue un acto de gran bondad y debe haber parecido una señal de bienvenida para todos los supervivientes del barco.
Poco después. Pablo recogió una buena brazada de ramas secas y las echó al fuego. El calor hizo huir a una víbora que había sido recogida con la leña, y el animal se prendió de su mano (es decir, lo mordió). Muchos escritores hacen ver que no hay víboras en Malta hoy en día. Sin embargo, como es una isla pequeña, sus habitantes pudieron exterminarlas después de la época en que Pablo estuvo allí.
Cuando los malteses vieron que aquel animal mordía a Pablo, dedujeron precipitadamente que Pablo debía ser un asesino y que, aunque pudo escapar ileso del mar, la justicia no lo dejaría vivir. Al hablar de la justicia, es posible que tuvieran en mente su diosa pagana de la justicia.
Pablo se limitó a sacudirse la víbora en el fuego y no sufrió daño alguno. (Vea Lucas 10:19; Marcos 16:18.) La gente del lugar habían visto otras personas mordidas por aquella misma clase de víboras, así que esperaban que Pablo se hinchara o cayera muerto de repente. Durante largo tiempo esperaron y lo observaron, pero no le sucedió nada anormal. Entonces, cambiaron de manera de pensar y dijeron que era un dios.
En las cercanías había unas propiedades (tierras, campos) que pertenecían al hombre principal (el gobernador) de la isla, cuyo nombre era Publio. Este los acogió con bondad y durante tres días les dio hospedaje con amistosa solicitud.
Entonces sucedió que el padre de Publio cayó en cama, enfermo de fiebre (fiebres periódicas) y disentería. Pablo entró a verlo, oró por él, le impuso manos y Dios lo sanó. Después de esto, el resto de los habitantes de la isla que tenían enfermedades, venían y eran sanados.
Podemos tener la seguridad de que Pablo se mantuvo ministrándoles durante los tres meses de invierno que siguieron. Como consecuencia de esto, los isleños honraron abundantemente a Pablo y a sus amigos (probablemente con ayuda monetaria para que pudieran permanecer vivos durante los meses de invierno). Cuando Pablo y sus acompañantes se hicieron a la mar en la primavera, pusieron a bordo las cosas que necesitaban para el viaje. Todo parece indicar que sus provisiones no eran sólo para Pablo, sino para los doscientos setenta y seis náufragos.
La llegada a Roma (28:11-16)
Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Castor y Pólux. Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli, donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma, de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos. Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase.
El resto del viaje a Italia tuvo lugar en otro barco de Alejandría que había invernado en Malta, probablemente en el excelente puerto de La Valletta. Su enseña eran los llamados Discuri o Gémini (los hijos varones de Zeus, esto es. Castor y Pólux, quienes en la mitología griega eran los hijos de Zeus y Leda y eran considerados patronos de los marineros).
El barco hizo escala de tres días en Siracusa, en la parte oriental de Sicilia. Desde allí, fue costeando alrededor (de virada contra el viento) hasta Regio, en la punta de la "bota" italiana. Después de un día, el viento cambió y les llevó sólo un día más llegar a Puteoli (actualmente Pozzuoli) en la bahía de Ñapóles. En aquel lugar encontraron hermanos cristianos que les rogaron que se quedaran siete días y lo lograron. Se ve claramente que el centurión que era responsable por Pablo reconocía que Dios estaba con él y no se oponía a ninguno de sus deseos.
Desde Puteoli, siguieron hasta Roma por tierra, tomando el famoso camino romano llamado Vía Apia. En el Foro de Apio (el pueblo-mercado de Apio), 43 millas romanas (63,6 kilómetros) al sur de Roma, y nuevamente en el poblado de Tres Tabernas (Tres Tiendas), a unas 33 millas romanas (48,8 kilómetros) de Roma, salieron a recibir a Pablo delegaciones de creyentes romanos y los acompañaron a él y a sus amigos de vuelta a Roma en una procesión cuyo número de integrantes le habría dado esplendor a la visita de un monarca. En realidad, la costumbre cuando un emperador visitaba una ciudad, era que sus habitantes salieran a su encuentro y lo escoltaran hasta la ciudad.
Cada vez que las delegaciones se encontraban con Pablo, deben haber tenido un momento de aclamación y regocijo. Todo esto era una sorpresa inesperada. Cuando los vio, le dio gracias a Dios y cobró aliento. Con toda seguridad. Dios le daría un ministerio en Roma, como él deseaba (Romanos 1:11, 12). Aunque Lucas no lo mencione, también podemos estar seguros de que la iglesia había recibido la epístola a los Romanos, la había estudiado con gran aprecio y ya sentía como si conociera a Pablo.
En Roma, Pablo fue entregado al prefecto militar de la guardia pretoriana de Nerón. Sin embargo, se le permitió vivir solo, ligeramente encadenado por la muñeca a un soldado que lo custodiase. Como lo indica el versículo 30, pudo alquilar un apartamento y permanecer en él durante los dos años que estuvo en Roma. Lucas y Aristarco se quedaron también en Roma para ayudarlo durante este período (Colosenses 4:10, 14; Filemón 24). Por fortuna, el apartamento era suficientemente grande para que se reuniera un gran número de personas en él, como lo señalan los versículos 23-25.
Pablo se reúne con los líderes judíos (28:17-22)
Aconteció que tres días después. Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte. Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación. Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena.
Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. Pero queríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.
Después de tres días. Pablo convocó (invitó a venir) a los dirigentes judíos a su apartamento. Varias inscripciones romanas antiguas nos muestran que había varias sinagogas judías en Roma en aquel momento. Después, Pablo les dijo cómo había llegado prisionero hasta Roma. Hizo resaltar su inocencia y les explicó por qué había apelado al César, teniendo cuidado de no lanzar culpa alguna sobre la nación judía (su pueblo) en general.
Sin embargo, el propósito de Pablo era hacer algo más que explicarles por qué se hallaba allí. Quería dar testimonio del hecho de que estaba sujeto con aquella cadena por la esperanza de Israel.
Los dirigentes judíos le contestaron que no les habían llegado cartas de Judea, ni nadie había traído reporte alguno sobre el juicio de Pablo, o hablado nada malo con respecto a él. Después, expresaron el deseo de oír lo que Pablo tenía en su mente.
No obstante, no les hicieron cumplido alguno a los cristianos, porque hablaron del cristianismo como de una secta contra la cual se hablaba por todas partes. La epístola de Pablo a los Romanos muestra que la iglesia de Roma ya estaba sólidamente establecida alrededor del año 57 d.C., y probablemente mucho antes. Es evidente que aquellos dirigentes judíos habían escuchado a sus críticos y nunca se habían molestado en investigar por su propia cuenta.
Pablo les predica a los judíos de Roma (28:23-28)
Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían.
Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:
Vé a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no percibiréis; Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane. Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán.
Los judíos fijaron una fecha entre ellos, y llegaron al apartamento de Pablo en número considerable. A los que llegaban, él les daba una explicación de lo que pensaba, dando solemne testimonio del reino (gobierno) de Dios. Como siempre hacía en las sinagogas, usaba los libros de Moisés y de los profetas para enseñar el Evangelio y tratar de persuadirlos de que Jesús es verdaderamente el Mesías.
Continuó su enseñanza desde temprano en la mañana, hasta el anochecer. Algunos se convencieron. Es decir, creyeron y obedecieron al mensaje y la exhortación de Pablo. Otros no creyeron.
Como no se lograban poner de acuerdo con él, se marcharon, pero no sin que antes Pablo tuviera unas palabras finales. Les citó lo que el Espíritu Santo les había dicho a sus antepasados en Isaías 6:9, 10. Después añadió que la salvación de Dios había sido enviada también a los gentiles (una referencia a su propio llamado). Ellos (enfático) oirían (y obedecerían).
Dos años de oportunidades (28:29-31)
Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí. Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
Esta no fue la última oportunidad de Pablo. Durante dos años enteros pudo predicar y enseñar abierta y libremente, y recibir a todos los que se llegaran a su casa. Aquello era una respuesta a su solicitud de oración, que había sido enviada a algunas de las iglesias que había fundado (Efesios 6:19, 20; Colosenses 4:3, 4). Hasta algunos de la casa del César se convirtieron (Filipenses 4:22). Es probable que esto sucediera a través del testimonio que los soldados convertidos le darían a toda la guardia pretoriana ("el palacio") (Filipenses 1:13).
Lucas deja de escribir abruptamente. Este libro carece de conclusión formal.
Capítulo 28
El Señor le había asegurado a Pablo que debía ir a Roma. También le había prometido que le daría las vidas de los doscientos setenta y cinco que estaban con él a bordo de la nave. Había cumplido lo que le prometiera.
Milagros en malta (28:1-10)
Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío. Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir. Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; más habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios. En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días. Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían; y eran sanados; los cuales también nos honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.
Después de llegar sanos y salvos a tierra, supieron que la isla se llamaba Malta (de la palabra fenicia o cananea Melita, "refugio"). Se hallaba al sur de Sicilia y sus habitantes eran descendientes de colonos fenicios que probablemente hablaran un dialecto estrechamente relacionado con el hebreo.
A través de todo este pasaje. Lucas les llama a los naturales, bárbaroi (bárbaros). Esto no quiere decir que él pensara que eran personas degradadas o incivilizadas. Para los griegos, todo extranjero que no podía hablar su idioma era un bárbaro. Posteriormente, les dieron un poco de participación a los romanos, al incluir entre los bárbaros a los que no pudieran hablar griego ni latín.
Es fácil ver que los ciudadanos de Malta eran buenas personas, aunque no podían hablar griego. Su humanidad fue más allá de lo ordinario. Encendieron una fogata y les dieron la bienvenida a todos aquellos doscientos setenta y seis extranjeros que se habían salvado del naufragio. Debido a la lluvia y al frío, aquella fogata fue un acto de gran bondad y debe haber parecido una señal de bienvenida para todos los supervivientes del barco.
Poco después. Pablo recogió una buena brazada de ramas secas y las echó al fuego. El calor hizo huir a una víbora que había sido recogida con la leña, y el animal se prendió de su mano (es decir, lo mordió). Muchos escritores hacen ver que no hay víboras en Malta hoy en día. Sin embargo, como es una isla pequeña, sus habitantes pudieron exterminarlas después de la época en que Pablo estuvo allí.
Cuando los malteses vieron que aquel animal mordía a Pablo, dedujeron precipitadamente que Pablo debía ser un asesino y que, aunque pudo escapar ileso del mar, la justicia no lo dejaría vivir. Al hablar de la justicia, es posible que tuvieran en mente su diosa pagana de la justicia.
Pablo se limitó a sacudirse la víbora en el fuego y no sufrió daño alguno. (Vea Lucas 10:19; Marcos 16:18.) La gente del lugar habían visto otras personas mordidas por aquella misma clase de víboras, así que esperaban que Pablo se hinchara o cayera muerto de repente. Durante largo tiempo esperaron y lo observaron, pero no le sucedió nada anormal. Entonces, cambiaron de manera de pensar y dijeron que era un dios.
En las cercanías había unas propiedades (tierras, campos) que pertenecían al hombre principal (el gobernador) de la isla, cuyo nombre era Publio. Este los acogió con bondad y durante tres días les dio hospedaje con amistosa solicitud.
Entonces sucedió que el padre de Publio cayó en cama, enfermo de fiebre (fiebres periódicas) y disentería. Pablo entró a verlo, oró por él, le impuso manos y Dios lo sanó. Después de esto, el resto de los habitantes de la isla que tenían enfermedades, venían y eran sanados.
Podemos tener la seguridad de que Pablo se mantuvo ministrándoles durante los tres meses de invierno que siguieron. Como consecuencia de esto, los isleños honraron abundantemente a Pablo y a sus amigos (probablemente con ayuda monetaria para que pudieran permanecer vivos durante los meses de invierno). Cuando Pablo y sus acompañantes se hicieron a la mar en la primavera, pusieron a bordo las cosas que necesitaban para el viaje. Todo parece indicar que sus provisiones no eran sólo para Pablo, sino para los doscientos setenta y seis náufragos.
La llegada a Roma (28:11-16)
Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Castor y Pólux. Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli, donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma, de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos. Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase.
El resto del viaje a Italia tuvo lugar en otro barco de Alejandría que había invernado en Malta, probablemente en el excelente puerto de La Valletta. Su enseña eran los llamados Discuri o Gémini (los hijos varones de Zeus, esto es. Castor y Pólux, quienes en la mitología griega eran los hijos de Zeus y Leda y eran considerados patronos de los marineros).
El barco hizo escala de tres días en Siracusa, en la parte oriental de Sicilia. Desde allí, fue costeando alrededor (de virada contra el viento) hasta Regio, en la punta de la "bota" italiana. Después de un día, el viento cambió y les llevó sólo un día más llegar a Puteoli (actualmente Pozzuoli) en la bahía de Ñapóles. En aquel lugar encontraron hermanos cristianos que les rogaron que se quedaran siete días y lo lograron. Se ve claramente que el centurión que era responsable por Pablo reconocía que Dios estaba con él y no se oponía a ninguno de sus deseos.
Desde Puteoli, siguieron hasta Roma por tierra, tomando el famoso camino romano llamado Vía Apia. En el Foro de Apio (el pueblo-mercado de Apio), 43 millas romanas (63,6 kilómetros) al sur de Roma, y nuevamente en el poblado de Tres Tabernas (Tres Tiendas), a unas 33 millas romanas (48,8 kilómetros) de Roma, salieron a recibir a Pablo delegaciones de creyentes romanos y los acompañaron a él y a sus amigos de vuelta a Roma en una procesión cuyo número de integrantes le habría dado esplendor a la visita de un monarca. En realidad, la costumbre cuando un emperador visitaba una ciudad, era que sus habitantes salieran a su encuentro y lo escoltaran hasta la ciudad.
Cada vez que las delegaciones se encontraban con Pablo, deben haber tenido un momento de aclamación y regocijo. Todo esto era una sorpresa inesperada. Cuando los vio, le dio gracias a Dios y cobró aliento. Con toda seguridad. Dios le daría un ministerio en Roma, como él deseaba (Romanos 1:11, 12). Aunque Lucas no lo mencione, también podemos estar seguros de que la iglesia había recibido la epístola a los Romanos, la había estudiado con gran aprecio y ya sentía como si conociera a Pablo.
En Roma, Pablo fue entregado al prefecto militar de la guardia pretoriana de Nerón. Sin embargo, se le permitió vivir solo, ligeramente encadenado por la muñeca a un soldado que lo custodiase. Como lo indica el versículo 30, pudo alquilar un apartamento y permanecer en él durante los dos años que estuvo en Roma. Lucas y Aristarco se quedaron también en Roma para ayudarlo durante este período (Colosenses 4:10, 14; Filemón 24). Por fortuna, el apartamento era suficientemente grande para que se reuniera un gran número de personas en él, como lo señalan los versículos 23-25.
Pablo se reúne con los líderes judíos (28:17-22)
Aconteció que tres días después. Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte. Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación. Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena.
Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. Pero queríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.
Después de tres días. Pablo convocó (invitó a venir) a los dirigentes judíos a su apartamento. Varias inscripciones romanas antiguas nos muestran que había varias sinagogas judías en Roma en aquel momento. Después, Pablo les dijo cómo había llegado prisionero hasta Roma. Hizo resaltar su inocencia y les explicó por qué había apelado al César, teniendo cuidado de no lanzar culpa alguna sobre la nación judía (su pueblo) en general.
Sin embargo, el propósito de Pablo era hacer algo más que explicarles por qué se hallaba allí. Quería dar testimonio del hecho de que estaba sujeto con aquella cadena por la esperanza de Israel.
Los dirigentes judíos le contestaron que no les habían llegado cartas de Judea, ni nadie había traído reporte alguno sobre el juicio de Pablo, o hablado nada malo con respecto a él. Después, expresaron el deseo de oír lo que Pablo tenía en su mente.
No obstante, no les hicieron cumplido alguno a los cristianos, porque hablaron del cristianismo como de una secta contra la cual se hablaba por todas partes. La epístola de Pablo a los Romanos muestra que la iglesia de Roma ya estaba sólidamente establecida alrededor del año 57 d.C., y probablemente mucho antes. Es evidente que aquellos dirigentes judíos habían escuchado a sus críticos y nunca se habían molestado en investigar por su propia cuenta.
Pablo les predica a los judíos de Roma (28:23-28)
Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían.
Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:
Vé a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no percibiréis; Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane. Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán.
Los judíos fijaron una fecha entre ellos, y llegaron al apartamento de Pablo en número considerable. A los que llegaban, él les daba una explicación de lo que pensaba, dando solemne testimonio del reino (gobierno) de Dios. Como siempre hacía en las sinagogas, usaba los libros de Moisés y de los profetas para enseñar el Evangelio y tratar de persuadirlos de que Jesús es verdaderamente el Mesías.
Continuó su enseñanza desde temprano en la mañana, hasta el anochecer. Algunos se convencieron. Es decir, creyeron y obedecieron al mensaje y la exhortación de Pablo. Otros no creyeron.
Como no se lograban poner de acuerdo con él, se marcharon, pero no sin que antes Pablo tuviera unas palabras finales. Les citó lo que el Espíritu Santo les había dicho a sus antepasados en Isaías 6:9, 10. Después añadió que la salvación de Dios había sido enviada también a los gentiles (una referencia a su propio llamado). Ellos (enfático) oirían (y obedecerían).
Dos años de oportunidades (28:29-31)
Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí. Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
Esta no fue la última oportunidad de Pablo. Durante dos años enteros pudo predicar y enseñar abierta y libremente, y recibir a todos los que se llegaran a su casa. Aquello era una respuesta a su solicitud de oración, que había sido enviada a algunas de las iglesias que había fundado (Efesios 6:19, 20; Colosenses 4:3, 4). Hasta algunos de la casa del César se convirtieron (Filipenses 4:22). Es probable que esto sucediera a través del testimonio que los soldados convertidos le darían a toda la guardia pretoriana ("el palacio") (Filipenses 1:13).
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