Cuidado con las sectas
"Les prometen libertad, y ellos mismos son esclavos de corrupción". (El apóstol Pedro 2 Pd. 2:19)
CRISIS DE VALORES Y FANATISMO
Nuestra civilización vive una crisis de valores y no sabe a qué atenerse. Es la nuestra una sociedad postcristiana en la que las ideologías que prometían alumbrar una nueva era se derrumban estrepitosamente. El relativismo se impone, dejando al hombre en la incertidumbre y el desamparo. Por su parte, el consumismo y el avance tecnológico no se bastan para llenar el vacío que queda en los corazones. Y así las cosas, el hombre se siente amenazado y solo.
Estas circunstancias favorecen la proliferación de "profetas iluminados" que esparcen sus proclamas de salvación a cambio de una sujeción incondicional que deja a un lado la capacidad humana de razonar. Es el fenómeno de las sectas.
Es tan amplia la gama de supuestos mesías que en este breve texto no hay lugar más que para un repaso de las características que identifican a todo grupo fanático y sectario, sea los de nuevo cuño o de los más tradicionales. Sirvan estas pautas para orientarnos:
IDENTIFICAR UNA POSTURA SECTARIA
La organización religiosa sectaria siempre tiene una estructura jerárquica rígida y centralizada, tanto geográficamente, en la sede, como personalmente, en el líder supremo.
El líder, o grupo dirigente, es considerado como representante infalible de Dios en la tierra y proveedor de la revelación divina o único intérprete autorizado de los libros sagrados. La veneración, obediencia y confianza de los fieles hacia ellos son ciegas e incondicionales.
El beneficio económico (y en ocasiones el poder político) figura siempre entre sus fines, cuando no es el primordial, aunque lo escondan detrás de motivaciones mas nobles, y a pesar de que los "militantes de a pie" ignoren en muchos casos el "tejemaneje". Es un negocio redondo: Los bienes a la venta pueden adaptarse a la demanda y la mano de obra de los fieles es gratuita y eficiente. De esta manera, negocios como el editorial, con la venta de libros y revistas a domicilio, rinden unos beneficios desorbitados. Además, suelen argumentar que el Fisco no tiene por qué pedir cuentas a los intereses del Reino de Dios.
En todos los casos las creencias que se inculcan son inaccesibles por el raciocinio. Lo que entra en juego son las emociones, manipuladas para descartar todo proceso mental que exija racionalidad y dé a luz la crítica. Su fe es un salto místico en el vacío de la sinrazón; un abandono a los meros sentimientos, a la credulidad y a la superstición.
Generalmente, nunca dan a conocer con honestidad al público exterior quiénes son y lo que piensan. Hacen uso de una "máscara" de presentación barnizada de caridad, de cientifismo, de modernismo ... o de lo que convenga. Algunos incluso mienten con todo descaro.
Curiosamente un rasgo muy extendido es el menosprecio de lo físico y el maltrato del cuerpo, a base de vigilias, ayunos, mortificaciones, agotamiento, etc; prácticas que conducen a un debilitamiento del intelecto y de la voluntad.
Dentro de las sectas más dañinas, el lavado de cerebro, la despersonalización, es el método de convicción. Es un proceso bien estudiado que conduce a la anulación de la razón por medio de la manipulación de sentimientos como los de culpa, soledad, indefensión o desilusión. El resultado es un ejército de adocenados que han asimilado un mismo credo y que en ocasiones hasta visten igual.
Para lograrlo se aísla al individuo de todos los vínculos posibles con el mundo exterior, bien afectivos como la familia o las amistades, bien informativos. El prosélito se convierte en un ser programado para rehusar cualquier material informativo que no provenga de la secta y está incapacitado para mantener un diálogo que atienda a la razón.
Un reclamo que algunos grupos utilizan para atraer a la gente es el uso de pretendidos poderes milagrosos de curación, exorcismo, lenguas extrañas y otras prácticas que les conceden cierto aspecto de superespiritualidad.
En la mayoría de las sectas más destructivas las labores de beneficencia no ocupan ni uno solo de sus esfuerzos. Un indicio claro del verdadero móvil de los dirigentes: el dinero. Es cierto, no obstante, que se han registrado oficialmente casos de grupos religiosos que, con el pretexto de rehabilitar toxicómanos, ocultan turbios manejos económicos.
El sexo se utiliza como resorte para sujetar la voluntad de los individuos y para mantener la estructura jerárquica y sacerdotal, ya sea forzando al celibato y a matrimonios dictados, ya sea promoviendo la promiscuidad sexual y aun la "prostitución proselitista".
Toda postura sectaria, sin excepción, hace un hincapié desmesurado en la necesidad de continuos esfuerzos humanos (sean penitencias, ritos o buenas obras) para alcanzar la salvación, y sumen a sus adeptos en la incertidumbre que produce la amenaza de poder volver a condenarse.
Por último, la presión amenazante que sufre el que abandona la organización crea un pánico en el individuo que le disuade de la idea de la deserción.
¿ALGUNA ALTERNATIVA?
Dicho esto, queda plantearse cuál es la alternativa a esta esclavitud de la mentira. Muchísimos hoy en día optan por el relativismo: "Nada es verdad ni mentira de forma absoluta". Generalmente su postura se completa con el agnosticismo: "No puede tenerse certeza de si hay Dios o no; y si lo hay, nada sabemos de El". Y, de entre esa mayoría, un buen número se apunta a un cinismo amargo que se ríe de todo lo que tenga un tinte religioso.
Ahora, cabe preguntarse que, si todo es relativo y no hay verdad ni mentira, ¿con qué derecho llamamos a las sectas falsas y embusteras?. Aún más: Si no hay Dios ni Instancia Suprema que dicte las normas, ¿con qué autoridad o criterio podemos condenar la injusticia, el atropello o el crimen?.
El hombre requiere criterios absolutos y valores permanentes, igual que necesita refugio y seguridad. Precisamente lo que van buscando algunos en las sectas. Sin embargo, todo aquello que el hombre necesita para no andar palpando a ciegas sólo puede hallarlo en su Creador. A Dios nadie lo vio jamás, es cierto; pero su Hijo, Jesucristo, El le ha dado a conocer. En El, Dios se nos ha revelado de manera culminante. Y no de forma oscura, mística e irracional. Apareció en la historia de los hombres y nos dejó constancia de ello por los testimonios fidedignos de quienes vivieron con El. Para que no tengamos que ejercer una fe ciega, sino basada en las evidencias. Ante esto, sólo un cínico se reiría.
Jesús de Nazaret cumplió en su persona y obra multitud de profecías del Antiguo Testamento. Delante de multitudes hizo prodigios que nadie jamás ha hecho. Fue intachable en todo como ningún hombre lo ha sido. Transformó la vida de los que le siguieron y, finalmente, resucitó de los muertos.
CONDENO EL FANATISMO Y OFRECIO LIBERTAD
Nunca instituyó una iglesia jerarquizada, centralizada y de autoridad indiscutible (Marcos 9:35). Sólo su palabra era incontestable (Lucas 21:33; Juan 15:2627)... porque El es Dios. Nos dejó esa Palabra y su Espíritu Santo para ayudarnos a comprenderla (Juan 16:13). El mismo criticó las supersticiones y el fanatismo alienante de sus contemporáneos (Mateo 23). Condenó el afán por acumular riqueza (Mateo 6:19). Despreció el proselitismo aprovechado (Mateo 23:15). Llamó hacedores de maldad a muchos que profetizarían en su nombre y en su nombre harían milagros (Mateo 7:2223). Honró el matrimonio, la familia y el sexo (Mateo 25:113), pero condenó la fornicación (Mateo 7:21). Prohibió a los suyos llamar "padre" o "maestro" a hombre alguno sobre la tierra (Mateo 23:810). Les advirtió contra los falsos "mesías" que habrían de aparecer (Mateo 23:45). Desoyó los mandamientos de hombres (Marcos 7:113). Exhortó a cumplir las obligaciones sociales con nuestro prójimo (Lucas 10:2537). Y sobre todo, anduvo siempre con la verdad por delante, apelando a la voluntad libre del individuo para tomar una decisión en cuanto a su persona y su mensaje, sin dorar la píldora ni recurrir a tretas de persuasión. Cuando muchos se echaron atrás para no seguir en pos de El, dejó a sus apóstoles la puerta abierta de par en par: "¿Queréis acaso iros vosotros también?" (Juan 6:67).
El dijo haber venido para hacer al hombre verdaderamente libre. ¿Libre de qué?. Del pecado, de la desesperanza, de la desdicha, de la culpa, de la sentencia justa de la ley de Dios, de la condenación eterna, del temor a la muerte y de los desatinos y mentiras de los hombres.
LA LIBERTAD TIENE UN PRECIO.
Para lograr tal liberación y reconciliarnos con Dios fue necesario que El padeciese y muriese en nuestro lugar; el inocente por los culpables. De esta forma, la sentencia condenatoria que se levantaba contra nosotros cayó sobre El, y sólo así se hizo posible el perdón. "Ahora Dios manda a todo hombre en todo lugar que se arrepienta, por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón (Jesucristo) a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos" (Hechos de los apóstoles 17:3031).
De modo que la fe que Dios demanda no consiste en una experiencia mística irracional que renuncia a usar el intelecto. Es más bien la rendición de la voluntad al que ha dado evidencias de ser el Señor, el único con derecho a ser adorado y obedecido. En eso consiste la libertad, en no someterse absolutamente a nadie más que al que tiene el derecho de mandar.
LA RESPONSABILIDAD ES TUYA
Enfrenta este asunto antes de que sea tarde. Aplica tu inteligencia a la lectura de la Biblia, si nunca lo has hecho. Sacude cualquier yugo de obediencia ciega a un sistema religioso, si es que andas doblegado a él. Abandona el estúpido concepto de que Jesús de Nazaret no fue más que un revolucionario o un buen maestro de moral. Arrepiéntete y rinde tu voluntad al Hijo de Dios si quieres saber lo que es ser verdaderamente libre. El ofrece una salvación gratuita, porque no puede comprarse; y segura, porque no puede perderse. Escúchale: "El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida" (Juan 5:24). Recapacita: Te va en ello la vida.
"Les prometen libertad, y ellos mismos son esclavos de corrupción". (El apóstol Pedro 2 Pd. 2:19)
CRISIS DE VALORES Y FANATISMO
Nuestra civilización vive una crisis de valores y no sabe a qué atenerse. Es la nuestra una sociedad postcristiana en la que las ideologías que prometían alumbrar una nueva era se derrumban estrepitosamente. El relativismo se impone, dejando al hombre en la incertidumbre y el desamparo. Por su parte, el consumismo y el avance tecnológico no se bastan para llenar el vacío que queda en los corazones. Y así las cosas, el hombre se siente amenazado y solo.
Estas circunstancias favorecen la proliferación de "profetas iluminados" que esparcen sus proclamas de salvación a cambio de una sujeción incondicional que deja a un lado la capacidad humana de razonar. Es el fenómeno de las sectas.
Es tan amplia la gama de supuestos mesías que en este breve texto no hay lugar más que para un repaso de las características que identifican a todo grupo fanático y sectario, sea los de nuevo cuño o de los más tradicionales. Sirvan estas pautas para orientarnos:
IDENTIFICAR UNA POSTURA SECTARIA
La organización religiosa sectaria siempre tiene una estructura jerárquica rígida y centralizada, tanto geográficamente, en la sede, como personalmente, en el líder supremo.
El líder, o grupo dirigente, es considerado como representante infalible de Dios en la tierra y proveedor de la revelación divina o único intérprete autorizado de los libros sagrados. La veneración, obediencia y confianza de los fieles hacia ellos son ciegas e incondicionales.
El beneficio económico (y en ocasiones el poder político) figura siempre entre sus fines, cuando no es el primordial, aunque lo escondan detrás de motivaciones mas nobles, y a pesar de que los "militantes de a pie" ignoren en muchos casos el "tejemaneje". Es un negocio redondo: Los bienes a la venta pueden adaptarse a la demanda y la mano de obra de los fieles es gratuita y eficiente. De esta manera, negocios como el editorial, con la venta de libros y revistas a domicilio, rinden unos beneficios desorbitados. Además, suelen argumentar que el Fisco no tiene por qué pedir cuentas a los intereses del Reino de Dios.
En todos los casos las creencias que se inculcan son inaccesibles por el raciocinio. Lo que entra en juego son las emociones, manipuladas para descartar todo proceso mental que exija racionalidad y dé a luz la crítica. Su fe es un salto místico en el vacío de la sinrazón; un abandono a los meros sentimientos, a la credulidad y a la superstición.
Generalmente, nunca dan a conocer con honestidad al público exterior quiénes son y lo que piensan. Hacen uso de una "máscara" de presentación barnizada de caridad, de cientifismo, de modernismo ... o de lo que convenga. Algunos incluso mienten con todo descaro.
Curiosamente un rasgo muy extendido es el menosprecio de lo físico y el maltrato del cuerpo, a base de vigilias, ayunos, mortificaciones, agotamiento, etc; prácticas que conducen a un debilitamiento del intelecto y de la voluntad.
Dentro de las sectas más dañinas, el lavado de cerebro, la despersonalización, es el método de convicción. Es un proceso bien estudiado que conduce a la anulación de la razón por medio de la manipulación de sentimientos como los de culpa, soledad, indefensión o desilusión. El resultado es un ejército de adocenados que han asimilado un mismo credo y que en ocasiones hasta visten igual.
Para lograrlo se aísla al individuo de todos los vínculos posibles con el mundo exterior, bien afectivos como la familia o las amistades, bien informativos. El prosélito se convierte en un ser programado para rehusar cualquier material informativo que no provenga de la secta y está incapacitado para mantener un diálogo que atienda a la razón.
Un reclamo que algunos grupos utilizan para atraer a la gente es el uso de pretendidos poderes milagrosos de curación, exorcismo, lenguas extrañas y otras prácticas que les conceden cierto aspecto de superespiritualidad.
En la mayoría de las sectas más destructivas las labores de beneficencia no ocupan ni uno solo de sus esfuerzos. Un indicio claro del verdadero móvil de los dirigentes: el dinero. Es cierto, no obstante, que se han registrado oficialmente casos de grupos religiosos que, con el pretexto de rehabilitar toxicómanos, ocultan turbios manejos económicos.
El sexo se utiliza como resorte para sujetar la voluntad de los individuos y para mantener la estructura jerárquica y sacerdotal, ya sea forzando al celibato y a matrimonios dictados, ya sea promoviendo la promiscuidad sexual y aun la "prostitución proselitista".
Toda postura sectaria, sin excepción, hace un hincapié desmesurado en la necesidad de continuos esfuerzos humanos (sean penitencias, ritos o buenas obras) para alcanzar la salvación, y sumen a sus adeptos en la incertidumbre que produce la amenaza de poder volver a condenarse.
Por último, la presión amenazante que sufre el que abandona la organización crea un pánico en el individuo que le disuade de la idea de la deserción.
¿ALGUNA ALTERNATIVA?
Dicho esto, queda plantearse cuál es la alternativa a esta esclavitud de la mentira. Muchísimos hoy en día optan por el relativismo: "Nada es verdad ni mentira de forma absoluta". Generalmente su postura se completa con el agnosticismo: "No puede tenerse certeza de si hay Dios o no; y si lo hay, nada sabemos de El". Y, de entre esa mayoría, un buen número se apunta a un cinismo amargo que se ríe de todo lo que tenga un tinte religioso.
Ahora, cabe preguntarse que, si todo es relativo y no hay verdad ni mentira, ¿con qué derecho llamamos a las sectas falsas y embusteras?. Aún más: Si no hay Dios ni Instancia Suprema que dicte las normas, ¿con qué autoridad o criterio podemos condenar la injusticia, el atropello o el crimen?.
El hombre requiere criterios absolutos y valores permanentes, igual que necesita refugio y seguridad. Precisamente lo que van buscando algunos en las sectas. Sin embargo, todo aquello que el hombre necesita para no andar palpando a ciegas sólo puede hallarlo en su Creador. A Dios nadie lo vio jamás, es cierto; pero su Hijo, Jesucristo, El le ha dado a conocer. En El, Dios se nos ha revelado de manera culminante. Y no de forma oscura, mística e irracional. Apareció en la historia de los hombres y nos dejó constancia de ello por los testimonios fidedignos de quienes vivieron con El. Para que no tengamos que ejercer una fe ciega, sino basada en las evidencias. Ante esto, sólo un cínico se reiría.
Jesús de Nazaret cumplió en su persona y obra multitud de profecías del Antiguo Testamento. Delante de multitudes hizo prodigios que nadie jamás ha hecho. Fue intachable en todo como ningún hombre lo ha sido. Transformó la vida de los que le siguieron y, finalmente, resucitó de los muertos.
CONDENO EL FANATISMO Y OFRECIO LIBERTAD
Nunca instituyó una iglesia jerarquizada, centralizada y de autoridad indiscutible (Marcos 9:35). Sólo su palabra era incontestable (Lucas 21:33; Juan 15:2627)... porque El es Dios. Nos dejó esa Palabra y su Espíritu Santo para ayudarnos a comprenderla (Juan 16:13). El mismo criticó las supersticiones y el fanatismo alienante de sus contemporáneos (Mateo 23). Condenó el afán por acumular riqueza (Mateo 6:19). Despreció el proselitismo aprovechado (Mateo 23:15). Llamó hacedores de maldad a muchos que profetizarían en su nombre y en su nombre harían milagros (Mateo 7:2223). Honró el matrimonio, la familia y el sexo (Mateo 25:113), pero condenó la fornicación (Mateo 7:21). Prohibió a los suyos llamar "padre" o "maestro" a hombre alguno sobre la tierra (Mateo 23:810). Les advirtió contra los falsos "mesías" que habrían de aparecer (Mateo 23:45). Desoyó los mandamientos de hombres (Marcos 7:113). Exhortó a cumplir las obligaciones sociales con nuestro prójimo (Lucas 10:2537). Y sobre todo, anduvo siempre con la verdad por delante, apelando a la voluntad libre del individuo para tomar una decisión en cuanto a su persona y su mensaje, sin dorar la píldora ni recurrir a tretas de persuasión. Cuando muchos se echaron atrás para no seguir en pos de El, dejó a sus apóstoles la puerta abierta de par en par: "¿Queréis acaso iros vosotros también?" (Juan 6:67).
El dijo haber venido para hacer al hombre verdaderamente libre. ¿Libre de qué?. Del pecado, de la desesperanza, de la desdicha, de la culpa, de la sentencia justa de la ley de Dios, de la condenación eterna, del temor a la muerte y de los desatinos y mentiras de los hombres.
LA LIBERTAD TIENE UN PRECIO.
Para lograr tal liberación y reconciliarnos con Dios fue necesario que El padeciese y muriese en nuestro lugar; el inocente por los culpables. De esta forma, la sentencia condenatoria que se levantaba contra nosotros cayó sobre El, y sólo así se hizo posible el perdón. "Ahora Dios manda a todo hombre en todo lugar que se arrepienta, por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón (Jesucristo) a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos" (Hechos de los apóstoles 17:3031).
De modo que la fe que Dios demanda no consiste en una experiencia mística irracional que renuncia a usar el intelecto. Es más bien la rendición de la voluntad al que ha dado evidencias de ser el Señor, el único con derecho a ser adorado y obedecido. En eso consiste la libertad, en no someterse absolutamente a nadie más que al que tiene el derecho de mandar.
LA RESPONSABILIDAD ES TUYA
Enfrenta este asunto antes de que sea tarde. Aplica tu inteligencia a la lectura de la Biblia, si nunca lo has hecho. Sacude cualquier yugo de obediencia ciega a un sistema religioso, si es que andas doblegado a él. Abandona el estúpido concepto de que Jesús de Nazaret no fue más que un revolucionario o un buen maestro de moral. Arrepiéntete y rinde tu voluntad al Hijo de Dios si quieres saber lo que es ser verdaderamente libre. El ofrece una salvación gratuita, porque no puede comprarse; y segura, porque no puede perderse. Escúchale: "El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida" (Juan 5:24). Recapacita: Te va en ello la vida.
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