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    Hades 3 parte

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    Hades 3 parte Empty Hades 3 parte

    Mensaje  administrador Lun 1 Mar 2010 - 13:56

    • PARA LOS SECTARIOS

    Muchos de ellos no están de acuerdo en la enseñanza del Hades; para algunos de ellos el Hades es el Sepulcro, a lo cual ya refutamos en nuestro estudio presente. Para otros el Hades, en el Mundo de los espíritus despojados de sus cuerpos, pero desde que Jesús resucitó de los muertos, se llevó a los justos del Seno de Abraham y los llevó a los cielos a la morada Eterna.

    REFUTACIÓN

    Consideremos los argumentos en los cuales se basan tanto católicos como sectarios, para enseñar que el Seno de Abraham ya no existe y que los justos están en el cielo.
    Veamos si esto esta de acuerdo con la enseñanza de Cristo, ó es un invento de los hombres.

    Efesios 4:8-10 “Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres, y esto de que subió, ¿qué es? Sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra. El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”.

    La frase “Subiendo a lo alto”, significa: “La Ascensión Victoriosa de Cristo”.
    ¿Sobre que venció Cristo? :
    1. Sobre la Muerte.
    2. Sobre el Pecado



    Estas 2 cosas son las que cautivan y esclavizan al hombre durante toda su vida.
    Cristo derrotó a la muerte, y es Señor de vivos y de muertos. “Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

    Por lo tanto podemos afirmar que cuando Jesús Resucitó, los justos no ascendieron a los cielos, ni tampoco recibieron la corona de la vida. 2ª Tim. 4:8.

    Pues si los justos salieron del Hades, estaríamos afirmando que también ellos resucitaron con Cristo; y que la resurrección de los justos ya se efectuó. A lo cual el apóstol Pablo condenó. Véase “Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la Resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos”. 2ª Tim. 2:17-18.

    El Hades y el Castigo Eterno

    Parte I
    Prefacio
    Todo el mundo admite el carácter extraordinario de los tiempos en que vivimos.
    Cosas nunca puestas en tela de juicio algunos años antes, son ahora abiertamente
    escarnecidas. Verdades que una vez fueron reverenciadas son livianamente
    rechazadas por muchos.

    Se habla mucho en estos días de pensadores, pero en realidad hay muy poca profundidad de pensamiento en la mayoría de las personas. La gente generalmente
    cree lo que les agrada, rechazando aquello que les es desagradable. La incredulidad está de moda. Ha llegado al púlpito y ha invadido la congregación;
    se ha introducido en la cátedra teológica, y aún en la pedagogía. Esta siembra de duda e incredulidad está produciendo una terrible cosecha de descreimiento,
    licencia y maldad.

    Vivimos en un día en que todas las cosas tienen que comprobarse. O somos barridos por la avalancha de la incredulidad religiosa o prevalecemos contra
    ella. Nuestra creencia debe estar basada en la Palabra de Dios y no depender de lo que el Papa o el Cardenal, el obispo o el sacerdote, el ministro o pastor,
    este maestro cristiano o aquel hermano destacado pueda decir, aunque debemos esperar ayuda por medio de los dones dados por el Señor glorificado a su Iglesia. Todo esto, si resistimos la prueba, robustece nuestra convicción,
    nuestra fibra moral y nuestro vigor espiritual.

    La masa inconsciente corre velozmente a los brazos de la abierta apostasía.
    Gracias a Dios por aquellos que, viendo la plaga creciente de la Alta Crítica y el Modernismo, afincan más las raíces de su fe en la Palabra de Dios y encuentran en ella la estabilidad y el consuelo que necesitan.

    Es con el fin ayudar a los investigadores honrados, a los jóvenes, y aquellos que no están bien afincados, quienes sienten intensamente la crisis de los
    tiempos: los claudicantes quienes descubren la deficiencia de su conocimiento sobre estas materias, que escribimos esta líneas. Debemos remitirnos a las
    Escrituras en todo. Acudiremos a ella sin perjuicio, y por la gracia de Dios nos sujetaremos a su enseñanza.

    En todas las solemnes cuestiones que se susciten, sólo podemos leal y reverentemente reproducir las palabras de Abraham, “El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” Génesis 18:25

    No nos sorprende el estado de cosas que nos rodea. Las Escrituras nos dicen de “el misterio de iniquidad” el cual estaba ya obrando hace cerca de dos mil años.
    La Palabra de Dios se está cumpliendo al pie de la letra ante nuestra vista. La
    señales de la inminencia de la venida del Señor son tan abundantes que podemos decir con toda seguridad que estamos en los postreros días.

    Que las páginas que siguen sean de gran bendición para muchos lectores es la ferviente oración del autor.

    El HADES Y EL CASTIGO ETERNO
    ¿Cómo sabemos que hay un cielo? Nuestra única fuente de información es la Biblia. No podemos lógicamente recibir la revelación de que existe el cielo sin recibir todo lo que la Biblia enseña, y la Biblia de igual manera y muy
    claramente nos dice que hay un infierno.

    Nuestra creencia en el uno se afinca precisamente en el mismo terreno de nuestra creencia en el otro.

    No podemos ser consistentes en creer que hay un cielo y rehusar creer que hay un infierno. Tenemos que creer en ambos o rechazar a ambos. “A la ley y a los profetas,” entonces. Dejad que las Escrituras hablen por sí mismas.

    Para despejar el terreno será necesario examinar cuidadosamente punto por punto las Escrituras referentes a esta materia. Al empezar podemos decir que las
    referencias al hebreo y al griego con frecuencia denuncian una crasa ignorancia de, y un ataque malicioso a la Palabra de Dios. Por ejemplo oímos al finado
    “Pastor” Russell (El fundador de los llamados “Testigos de Jehová) decirle a una audiencia de cerca de mil personas que sheol quiere decir sepulcro. Pero no significa tal cosa, y con todo eso cientos de personas insensatas creyeron su aseveración por ser agradable al paladar de ellas. Uno de los oyentes, un hombre completamente mundano, exclamó con deleite, que el liberalmente contribuiría al
    sostenimiento financiero de la causa, porque daba una sensación de comodidad el pensar que no existe el infierno.

    El finado W. E. Gladstone, al comentar la negación del castigo eterno, dijo: “¿Qué es esto sino mutilar todas las sanciones de la religión y dar a la maldad de suyo desenfrenada una nueva amplitud de licencia?”

    El mejor comienzo que podríamos dar a nuestro examen sería la consideración del significado de la palabra sheol. Hay dos palabras traducidas muchas veces con el significado de “sepulcro” en el Antiguo Testamento.

    1. Qeber = sepulcro, sepultura, a saber, un sitio.
    2. Sheol = el estado de las almas desincorporadas, a saber, una
    condición.

    Qeber es traducido es siempre justamente traducida sepulcro, o lugar de enterramiento.
    Sheol nunca se traduce justamente sepulcro.

    Qeber
    Qeber es traducido sepulcro 51 veces y sepultura 15 veces; en efecto, siempre es traducido por la palabra sepulcro o sus equivalentes. Viendo que el hombre desde
    el principio había estado familiarizado con el sepulcro, las referencias a éste no presentarían ninguna dificultad al traductor. Qeber significa el sepulcro y
    nada mas que el sepulcro. Esto es indisputable.

    Sheol
    Sheol es traducido infierno 11 veces; el profundo 4 veces; abismo 3 veces; fosa 2 veces; huesa 2 veces; sepulcro 31 veces; y sepultura 12 veces. En el caso de
    qeber los traductores siempre nos dan la misma palabra o sus equivalentes. ¿Pero qué no hacen lo mismo con sheol? Lo traducen infierno 11 veces y sepulcro o sepultura 43 veces. A la faz de esto no puede traducirse por dos palabras tan
    disímiles en su significado. Si el sepulcro significa el sitio de enterramiento de los cuerpos despojados de sus almas, y el sheol la condición de las almas sin
    sus cuerpos; no son más indistintas que si la misma palabra fuese traducida Londres y locura. Londres es un sitio. Locura es una condición.

    Qeber se encuentra en plural 27 veces.
    Sheol nunca se encuentra en plural.

    El enterramiento de quinientos cuerpos en un cementerio significa muchos sepulcros.
    La entrada de quinientas almas desincorporadas en la eternidad significa una sola condición.
    Qeber se refiere al qeber o sepulcro exclusivo de un individuo.
    Nunca se habla de sheol como el sheol exclusivo de ningún individuo. Es claro entonces que una condición, a saber, la de ser desincorporado, es común a todos los que han muerto. Para ilustrar esto aducimos los siguientes pasajes de las
    Escrituras.

    Qeber es referida como “mi sepulcro” (Gen.50:5), “sepulcro de Abner” (2 Sam. 3:32); “su sepulcro” (1 Reyes 13:30); “tus sepulcros” (2 Cron. 34:28); “sus sepulcros” (Jer. 8:1) etc., etc.

    Sheol es traducido erróneamente por sepulcro o sepultura 43 veces, pero en cada faso sin excepción es traducido “el sepulcro.” Nunca es traducido “mi sepulcro”, “su sepulcro”, etc., etc. Ahora bien, si sheol hubiese significado sepulcro, hubiese poseído al igual que qeber estas distintas variaciones, pero no lo significa. Sheol NO significa sepulcro pero se traduce así erróneamente.

    Qeber lleva asignada posición geográfica. “Heredad de sepultura de Perón el Hetheo, delante de Mamre.” (Gen. 50:13); “¿No había sepulcros en Egipto?” (Ex. 14:11); “En Sela en el sepulcro de Cis” (2 Sam. 21:14); “la ciudad de los sepulcros de mis padres” (Neh. 2:5); “Yo daré a Gog lugar para sepultura allí en Israel” (Ez. 39:11)

    Sheol no tiene asignada a él posición geográfica alguna. Una condición no tiene geografía.

    Se habla de qeber en relación con la entrada del cuerpo en él. “Y puso su cuerpo en el sepulcro” (1 Reyes 13:30); “arrojaron al hombre (esto es, su cuerpo muerto) en el sepulcro de Eliseo” (2 Reyes 13:21); “los matados que yacen en el sepulcro” (Salmos 88:5); “echó su cuerpo en los sepulcros del vulgo” (Jer. 26:23)

    No se habla del sheol nunca en relación con el cuerpo. La razón es obvia. No tiene relación con éste. Sólo tiene que ver con el alma.

    Qeber tiene relación con una posesión en esta tierra, exactamente igual que podemos poseer una casa o una finca. “Heredad de sepultura” (Gen. 23:4);
    “posesión de sepultura” (Gen. 23:9, 20).

    Nunca se habla de sheol en esta relación. No podemos poseer una condición. No podemos tener título de propiedad para una condición.

    Qeber puede ser cavado o hecho. “En mi sepulcro que yo cavé para mí” (Gen. 50:5); “Haréla tu sepultura.” (Nah. 1:14)

    Nunca se dice que sheol sea cavado o hecho.

    Una Aparente Excepción A lo arriba expresado sirve para enfatizar la verdad de los que se ha demostrado. En relación con la rebelión de Coré, Dathan y Abiram leemos:

    “Mas si Jehová hiciere una nueva cosa, y la tierra abriera su boca, y los tragare con todas sus cosas, y descendieren
    vivos al abismo (sheol), entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová.” (Num. 16:30)

    La cosa nueva a que se hace referencia es muy obvia. Los cuerpos de los rebeldes hallaron enterramiento abriendo su boca la tierra y tragándolos. Pero podría argüirse que ellos descendieron vivos al abismo, lenguaje que parece aplicarse al “sepulcro”.

    Un poco más adelante nos referimos a la palabra “descender” en relación con esto, y en cuanto a la palabra “a” podríamos hablar de un individuo yendo a la muerte aunque nunca descienda al sepulcro. En el momento en que uno muere está en la condición de muerte, aunque el cuerpo ha tenido generalmente que esperar varias horas o días antes de ser colocado en el sepulcro. Entonces “en” o “a”
    pueden aplicarse a una condición igualmente que a una localidad.

    Hasta ahora hemos estado considerando a sheol en una relación que no tiene, esto es, que no se refiere al sepulcro. En otras palabras hemos estado considerándolo
    desde el punto de vista negativo, de lo que no es. Ahora vamos a examinar las Escrituras en cuanto al punto de vista positivo en que se encuentra la palabra sheol.

    Sheol para el impío está conectado con dolor y pena. “Porque fuego se encenderá
    en mi furor, y arderá hasta el profundo (Sheol)” (Deut. 32:22); “Me rodearon los dolores del infierno (sheol)” (2 Sam. 22:6); “Me encontraron las angustias del sepulcro (sheol)” (Sal. 116:3).

    Qeber nunca está conectado con juicio o pena. El cuerpo en el sepulcro está inconsciente y no puede sentir dolor o experimentar pena. Una entidad consciente, como el alma en la condición de sheol, puede experimentar estas
    cosas.

    Sheol siempre está conectado con el alma, nunca con el cuerpo. “Porque no dejarás mi alma en el sepulcro (sheol)” (Sal. 16:10). “Has librado mí alma del hoyo profundo (sheol)” (Sal. 86:13)

    Qeber nunca se relaciona con el alma, sino siempre con el cuerpo, como ya hemos visto.

    Sheol está conectado con la angustia tal como se evidencia por el clamor en voz alta: “Del vientre del sepulcro (sheol) clamé, y mi voz oíste” (Jonás 2:3)

    Qeber no se relaciona en manera alguna con clamor angustioso. Un cuerpo muerto no puede clamar o experimentar angustia.

    Sheol se asocia con el pensamiento de descender. “Yo tengo de descender a mi hijo enlutado hasta la sepultura (sheol) (Gen. 37:35). Este mismo pensamiento
    está expresado en otros varios pasajes. Evidentemente el pensamiento de descender es un reconocimiento del juicio de Dios en la muerte. Estas cosas fueron obscuramente conocidas en los tiempos del Antiguo Testamento. Pero que no puede significar aquí el sepulcro se evidencia del hecho de que pasaje que acaba de citarse, Jacob creyendo que su hijo José estaba muerto, y engañado por la
    apariencia de la ropa de colores de su hijo empapada en sangre, exclamó: “José ha sido despedazado.” Por tanto él no tenía la más mínima esperanza de que su propio cuerpo (el de Jacob) fuese puesto en el sepulcro de su hijo cuando él no creía que este existiera en absoluto.

    El mismo pensamiento está envuelto cuando Samuel dijo a Saúl: “Mañana seréis conmigo tú y tus hijos” (1 Sam. 28:19). Eso no podía significar el sepulcro, porque Samuel sabía que los guerreros matados sobre el campo de batalla
    generalmente no son enterrados el mismo día, si es que son enterrados. En cuanto al cuerpo de Saúl, los Filisteos no lo hallaron hasta el día después de su muerte, o sea dos días después de su entrevista con Samuel. Cercenaron su cabeza y la enviaron por la tierra de ellos en exhibición colgando su cuerpo en el muro de Beth-san. Debe haber transcurrido algún tiempo antes que los moradores de
    Jabes de Galaad tuvieron noticias de esto. Viajaron toda la noche, obtuvieron los cuerpos de Saúl y el de sus hijos, regresaron con ellos a Jabes y quemároslos allí.

    Más aún, Samuel fue enterrado en Rama, y los restos de Saúl y sus hijos fueron enterrados en Jabes de Galaad. Por los tanto está claro que Samuel no quiso decir “el sepulcro” cuando dijo, “Mañana seréis conmigo, tú y tus hijos.”

    ¡Cuán claro está que Samuel reconoció que el alma sobrevive después de la muerte y conocía el verdadero significado de sheol! El lo sabía por su propia experiencia, sabía que lo sería también en la experiencia de Saúl, como en la de
    todos los que mueren.

    Qeber nunca se asocia en las Escrituras con el pensamiento de descender. Desde luego, como cuestión de hecho, los cuerpos cuerpos muertos descienden al sepulcro. De aquí que sea más significativo el que las Escrituras nunca usan la
    expresión con respecto a qeber, sino que la usa en relación con sheol, implicando muy seguramente una idea moral respecto a una condición.

    Sheol está asociado con el pensamiento de deseo, etc. “Ensanchó como el infierno (sheol) su alma.” (Hab. 2:5).

    Qeber no conlleva tal idea, mas podría argüirse, ¿no dice, “en el sepulcro (sheol) a donde tú vas, no hay obra, ni industria ni ciencia, ni sabiduría” ? (Ecl. 9:10) Sí, pero esto no es una revelación, sino los anales inspirados del resumen que hizo Salomón de su conocimiento de las cosas debajo del sol. Salomón contempla las cosas según ellas afecta su obra y conocimiento y sabiduría en
    conexión con los asuntos de esta vida, y tales cosas no van más allá de esta vida en la experiencia de personas vivas en la tierra.

    En el Nuevo TestamentoVengamos ahora al Nuevo Testamento y sigamos los equivalentes de qeber y sheol allí y encontramos que las mismas reglas se aplican exactamente a ellos.

    MNEMEION (griego) = QEBER (hebreo), sepulcro sepultura, una localidad.
    HADES (griego) = SHEOL (hebreo), el estado de las almas Desincorporadas, a saber, una condición.

    En el Nuevo Testamento como en el Antiguo no existe dificultad alguna en cuanto a la palabra sepulcro. Veamos primero el equivalente griego en la Septuagésima
    para la palabra hebrea sheol.

    La Septuagésima es el nombre de la traducción del Antiguo Testamento del hebreo al griego ejecutada por los judíos en Alejandría y así llamada porque se dice ser la obra de setenta traductores, empleados por Tolomeo Filadelfo, Rey de Egipto, alrededor del año 280 A.C.

    De las sesenta y cinco veces en las cuales la palabra sheol ocurre en hebreo, la Septuagésima la traduce hades en todas con excepción de cuatro ocasiones. Dos veces es traducida THANATOS, que es la palabra griega para muerte; y dos veces está sin equivalentes. Ni una sola vez la traducen sepulcro. ¿No prueba esto que
    ellos tenían una idea mucho más clara del significado de la palabra sheol que nuestros traductores, quienes erróneamente la tradujeron sepulcro o sepultura 43
    veces y que a pesar de no tener plural o localidad y el hecho de que la habían traducido once veces por otra palabra totalmente diferente, o sea, infierno?

    Pero esta es cuestión de traducción de más o menos peso. Vengamos al Nuevo Testamento. Las Escrituras mismas deciden la cuestión con toda autoridad para nosotros. Compárese el siguiente pasaje del Antiguo Testamento con la cita del
    Nuevo:-

    “Porque no dejarás mi alma en el sepulcro (SHEOL); ni permitirás que tu Santo vea corrupción” (Salmo 16:10).

    “Que no dejarás mi alma en el infierno (HADES), ni darás a tu Santo que vea corrupción.” (Hechos 2:27)

    Esto pone la cuestión fuera de disputa. Las Escrituras mismas dirimen el punto para nosotros. Antes de seguir adelante, debemos hacer aclaraciones a fin de que el lector no espere ayuda de otra fuente.

    No hay revelación del estado invisible en el Antiguo Testamento según de halla en el Nuevo. “La vida y la inmortalidad (literalmente, la incorrupción) son
    traídas a la luz por el Evangelio” (2 Tim. 1:10). Llego el tiempo para Dios hacer una revelación mayor sobre esta solemne cuestión, como resultado de la muerte de su bendito Hijo, la cual cumplió todas sus justas demandas, y colocó
    al hombre bajo una más profunda responsabilidad que antes.

    No es que el Antiguo Testamento no sea plenamente inspirado por Dios como el Nuevo. El Antiguo es de IGUAL INSPIRACIÓN Y AUTORIDAD que el Nuevo pero Dios le
    plugo hacer una mayor revelación de estas cuestiones en el Nuevo. Decididamente no es una cuestión de evolución sino de revelación.

    El lector debe ser advertido de que debe de tratar con sospecha aquellos autores quienes, mientras presentan un gran cúmulo de textos del Antiguo Testamento
    sacados principalmente de Job y Eclesiastés, dejan de aducir igual prueba sacada del Nuevo. El hallará que tales autores tratan la revelación parcial que Dios en
    su infinita sabiduría ha dado en el Antiguo Testamento, como la ultima palabra sobre este asunto. De igual manera confunden el relato inspirado con la revelación, mientras ignoran la más plena revelación del Nuevo Testamento.

    El libro de Eclesiastés es muy citado por escritores de dudosa autoridad. Por ejemplo, cuán frecuentemente se cita el siguiente pasaje para probar que el alma duerme inconsciente:

    “Porque los que viven saben que han de morir; mas los muertos nada saben, no tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido.” (Eccl. 9:5)

    Pero el siguiente versículo el cual explica el punto de vista del autor así como de todo el libro generalmente no es citado:-

    “ También su amor, y su odio y su envidia, feneció ya; ni tiene más parte en el siglo, en todo lo que hace DEBAJO DEL SOL.” (Eccl. 9:6)

    El autor habla aquí de lo que está “debajo del sol”. Hasta donde él sabe, los muertos no saben nada de lo que los hubiese interesado en esta vida.

    El libro de Eclesiastés es profundamente interesante y útil pero no debemos acercarnos a él esperando recibir revelación divina sino como relato inspirado
    del resumen hecho por la sabiduría humana de los problemas de la vida y de la muerte, mientras aquí y allá Salomón demuestra poseer un vislumbre del más allá, dádole por Dios, desde luego.

    A un mismo tiempo él fue el más sabio y el más rico de los hombres. Tuvo las mayores oportunidades de satisfacerse a sí mismo, guiado por un máximo de sabiduría humana. Con todo eso hizo de su vida una desgracia, y se destaca como
    una prueba de que el hombre debe ser controlado por el Espíritu de Dios para que sea recto en su espíritu en relación con Dios y la eternidad.

    Su libro es el lamento maravillosamente precoz de in hombre decepcionado, pues empieza diciendo:-

    “Vanidad de Vanidades, dijo el Predicador: vanidad de vanidades, todo vanidad.” (Eccl. 1:2)

    Repetimos que el libro de Eclesiastés no constituye una revelación divina sino que es el relato divinamente inspirado de las dudas y desalientos humanos. Es
    evidente que Salomón mismo contradice la interpretación dada de Eccl. 9:5 de que el alma duerme, pues él dice:-

    “Y el polvo se torne a la tierra, como era, y el espíritu se vuelve a Dios que lo dio.” (Eccl. 12:7)

    ¿Es demasiado decir que Salomón hace diferencia entre el cuerpo inconsciente en el sepulcro y el espíritu consciente en el sheol o el hades? No lo creemos.

    Examine cualquiera desapasionadamente las teorías de sistemas anticristianos como los Testigos de Jehová, el Adventismo del Séptimo Día, la Ciencia Cristiana
    y otros por el estilo, y hallará que siempre se remiten en apoyo de sus especulaciones principalmente al Antiguo Testamento, siendo los libros de Eclesiastés y Job ampliamente citados al propósito, y muy mal interpretados por ellos.

    El siguiente comentario del finado F. W. Grant en su obra monumental titulada “Facts and Theories as to the Future State” (Hechos y Teorías en cuanto al Estado Futuro) ilustra muy bien esta tendencia. Dice él, comentado a cierto autor, en las páginas 124 y 125 de la ameritada obra:

    “De más de cincuenta pasajes citados, nueve pertenecen al Nuevo testamento y cuarenta y siete al Antiguo mientras que de los pasajes que él cree que podían aducirse en contra de sus puntos de vista (aunque escasos en número) nueve de
    cada diez son del Nuevo Testamento. No parece esto realmente una disputa entre el antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. No es eso, pero aun así hay algo
    que estas citas nos cuentan, la moraleja de lo cual se hallará en 2 Tim. 1:10, donde el apóstol nos dice que Cristo ‘quitó la muerte, y sacó a la luz la vida y
    la incorrupción (no la inmortalidad) por el Evangelio.’”
    “Esto demuestra que estos autores están buscando luz a tientas en medio de las sombras de una dispensación que en lo que a esta cuestión se refiere todavía nos deja comparativamente en tinieblas. Ellos miran a la muerte según ésta existía antes de que Cristo anulara su poder sobre el creyente.”“Miran a la vida como si esta no hubiese sido traída a la luz aún. No es extraño que tropiecen en los obstáculos que ellos mismos se han puesto.”

    Y yo me temo que en tales casos ellos no desean recibir luz sino imponer a sus lectores sus propias oscuras teorías.

    Apartándonos de esta digresión necesaria. Hemos visto que sheol (hebreo) y hades (griego) son términos sinónimos. Consideremos ahora el testimonio de las Escrituras en cuanto al hades.

    En el Nuevo Testamento hades es traducido infierno diez veces y sepulcro una vez. El pasaje donde es traducido sepulcro es:

    “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Cor. 15:55)

    ¿Por qué los traductores la traducen diez veces infierno y hacen una sola excepción? no se explica. Probablemente fueron influenciados en esto por un motivo de elegancia en el lenguaje.

    Hallaremos ahora que la misma comparación que existe entre qeber (hebreo sepulcro) y sheol (hebreo, condición del alma desincorporada) existe entre mnemeion, (griego, sepulcro) y hades (griego, condición del alma desincorporada).

    Mnemeion se encuentra en plural diez veces.
    Hades nunca se encuentra en plural.
    Mnemeion es mencionado como la posesión exclusiva de un individuo.
    Hades nunca es mencionado en este sentido.
    Mnemeion es mencionado como el “sepulcro nuevo” (propiedad de José de Arimatea) Mateo 27:60). “Lo pusieron en un sepulcro” (Marcos 6:29). “Los sepulcros de los
    profetas” (Lucas 11:47. Nunca se usa tal lenguaje en relación con hades.

    El hades es invocado, como hemos visto: “¿Dónde, oh sepulcro (hades), tu victoria?” Pero nunca es traducido como un sepulcro, su sepulcro, etc.

    Mnemeion tiene una posición geográfica. “Y salidos de los sepulcros, después de su resurrección, vinieron a la santa ciudad.” (Mateo 27:35), demostrando que los
    sepulcros estaban en las inmediaciones de Jerusalem. “En la huerta un sepulcro nuevo.” (Juan 19:41)

    Hades no tiene una posición geográfica.

    Mnemeion es mencionado en relación con la entrada del cuerpo en él. “Vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.” (Lucas 23:55)

    Hades nunca se menciona en relación con el cuerpo, por la razón obvia de que no tiene relación con éste.

    Una aparente excepción de esto parece serlo el hecho de que se dice que el rico estaba en el hades alzó sus ojos. Pero el lenguaje es simbólico y va dirigido a expresar la idea de que el alma está consciente después de la muerte, y puede apercibirse de lo que le rodea. La Biblia abunda en estos simbolismos. Por ejemplo, Dios es un Espíritu y por lo tanto incorpóreo. Con todo eso, leemos acerca de “sus espaldas,” su rostro, sus ojos, sus narices, sus pies, sus manos, etc., etc., todo esto dirigido a expresar pensamientos definidos en lenguaje simbólico. Por ejemplo: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos.” (Salmo 34:14)

    Mnemeion es mencionado como una posesión en esta tierra, del mismo modo que podemos poseer una casa o una finca. “Y lo puso en su sepulcro nuevo” (Mateo 27:60). Hades nunca es mencionado en este sentido.

    Mnemeion puede ser cavado o hecho. “Y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña.” (Mateo 27: 60). Hades nunca es mencionado en este sentido.


    Desde luego podríamos aportar más textos probatorios de las distinciones entre sepulcro y sheol en el Antiguo Testamento, y entre sepulcro y hades en el Nuevo,
    pero ya se ha citado lo bastante para probar de un modo preponderante que sheol o hades no significa el sepulcro.

    Más aún, cuando se trata de sepulcro tenemos que esperar obtener necesariamente, más en el Antiguo Testamento que en el Nuevo, por la razón de que el Antiguo Testamento abarca la historia del hombre por un período de 4,000 años, mientras el Nuevo Testamento no alcanza a cubrir un período de 70 años. El primer escritor del Antiguo Testamento precede el último por más de 1,000 años,
    mientras que media sólo un período de menos de 100 años entre el primero y el último de los libros del Nuevo.

    Considerando entonces, que sheol y hades son términos sinónimos y que no hay conflicto en cuanto a la palabra usada para denominar el sepulcro, la evidencia sobre este punto es concluyente.

    Si cualquier lector después de haber verificado esta evidencia aun sostuviera que sheol o hades significa sepulcro entonces yo le acusaría de engaño deliberado. Puede haber estado engañado hasta aquí; pero de aquí en adelante la tal persona sería un engañador. No nos sorprendería encontrarnos con tales personas desprovistas de todo sentido de decoro, pues leemos:

    “Los hombres malos y engañadores, irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.” (2 Tim. 2:13)

    Tenemos a la mano un ejemplo. ¿Puede el lector extrañarse de que dudemos de la honradez de un hombre como el finado “pastor” Russell, fundador del movimiento
    denominado “Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia” o “Los Testigos de Jehová”? Un órgano de este movimiento fue dejado en nuestro apartado de correo, después de nosotros haber escrito lo anterior. Imaginad nuestra sorpresa y disgusto cuando leímos la afirmación hecha con todo desparpajo, la cual con toda seguridad él debe haber sabido que es enteramente falsa:

    “Todo ministro instruido sabe que la palabra hebrea sheol traducida ‘infierno’ en las Escrituras del Antiguo Testamento significa el sepulcro’ -el estado de
    muerte- el único infierno que fue conocido por 4,000 años.”

    Más aún, sheol o hades afecta necesariamente tanto al creyente como al pecador, y como el cuerpo yaciendo en muerte (una condición) debe de un modo general
    estar en el sepulcro (una localidad), así el alma, que está en el hades (una condición), debe estar en algún sitio (una localidad). Las Escrituras nos dicen claramente dónde están las almas de los creyentes después de la muerte de sus cuerpos. Leemos:

    “Viéndolo antes, (David) habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el infierno (hades) ni su carne vio corrupción.” (Hechos 2:31)

    El espíritu del Señor estuvo en el hades entre el tiempo de su muerte y su resurrección. El mismo declaró dónde estaría su espíritu y al hacerlo así demostró dónde estaría el espíritu del creyente, pues Él dijo al ladrón
    agonizante:

    “De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas 23:43) [1]

    Y Pablo escribió:

    “Quisiéramos partir del cuerpo y estar presente al Señor.” (2 Cor. 5:8)

    El alma del cristiano está entonces, con Cristo en bendición. Pero el Señor de igual manera arroja luz sobre el estado de las almas que están en el hades. Él
    contrasta muy vívidamente el estado de los bienaventurados con el de los perdidos.

    “Y aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham.” (Lucas 16:22)
    “Y murió el rico, y fue sepultado. Y en el infierno (hades) alzó sus ojos, estando en los tormentos, y vio a Abraham de lejos y a Lázaro en su seno.”[2]
    “Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua, porque soy
    atormentado en esta llama.” (Lucas 16:22 – 24)

    El Señor enmarcó su discurso dentro de un fondo judaico, adaptado a sus oyentes, de aquí el simbolismo, “seno de Abraham.” Pero la compañía de Abraham y la bienaventuranza de su condición no eran simbólicas. Y tan claramente como las Escrituras nos dicen que el hades es para el creyente una condición de bienaventuranza, así el Señor nos dice que el hades es para el inconverso una condición de tormento. ¿Podemos creer una declaración y rehusar la otra?
    ¡Seguramente que no! ¡Cuán infinitamente solemnes, para que sus oyentes escaparan de tal condenación, fueron las advertencias que el Señor hizo cuando estuvo aquí en la tierra!

    El oponente puede decir que si los ojos y la lengua son simbólicos, los tormentos y la llama deben ser asimismo simbólicos. No dogmatizamos sobre este punto, pero nos gustaría señalar que la objeción no aminora la gravedad de la situación planteada. Porque si los tormentos físicos son simbólicos, vehementemente preguntamos, ¿de qué son símbolos? No hay sino una respuesta.
    Los tormentos físicos si son simbólicos, deben ser simbólicos de los tormentos espirituales. Los tormentos que afectan el cuerpo, si son simbólicos lo debe ser
    de los tormentos que afectan el alma. Sea como fuera, no dogmatizamos; la contestación de que el lenguaje es simbólico, no debilita en lo más mínimo ni
    afecta en el menor grado la seriedad de la advertencia. Porque si el lenguaje es simbólico, el simbolismo es usado nada menos que por el Hijo de Dios, y su
    intención era dar por él una impresión adecuada.

    ¿Es terrible el simbolismo? La verdad que se propone señalar es terrible. ¿Es terrible el simbolismo? La advertencia también es terrible. Te imploro, lector,
    que no permitas que la razón humana o el sentimentalismo te prive del sentido escueto de la verdad.

    Se infiere claramente de las Escrituras a dónde va el alma del creyente después de la muerte, pero no se nos dice a dónde va el alma del perdido. Podemos imaginarnos a un padre llevando a su hijo a un nuevo hogar explicándole su
    localización y cuán placentero será el cambio. Pero uno no esperaría de las autoridades policíacas que arrestan a un individuo cuyo deber es conducirle a la cárcel asegurándole hasta el proceso, tomarse el trabajo de informar al preso
    donde está situada la celda en que ha de ser encarcelado.

    Mucho se ha dicho ya para demostrar que el hades es la condición de las almas tanto del creyente como del pecador después de la muerte, que el primero está con Cristo en felicidad; el último en un lugar de tormento.

    La Verdad en cuanto al “GEHENA”
    Debemos caminar un paso más adelante. Una nueva palabra introducida en el Nuevo Testamento la cual no se halla en el Antiguo. Es introducida por el Señor mismo y es una palabra de terrible implicación. Es la palabra gehena.

    Gehena es traducida infierno seis veces, infierno de fuego dos veces y gehena cuatro veces. Es justamente traducido infierno según nuestro entendimiento de lo que el término implica. Nunca se traduce sepulcro.

    Ambos, el hades y el gehena son traducidos en alguna versions como infierno esto debemos saber es incorrecto. El contrastar el uso de los dos términos ayudará al lector a entender el significado de ambos.

    Hades es una condición. Esto ya lo hemos visto por tanto no hay que repetir la evidencia.

    Gehena es un sitio. “Todo tu cuerpo... ECHADO al infierno (gehena)” (Mateo 5:29). “Dos ojos... ECHADO en el infierno de fuego (gehena) (Mateo 18:9). Nunca se dice que el cuerpo es echado en el hades.

    El hades es temporal: “El hades y la muerte fueron lanzados en el lago de fuego” (Apoc. 20:14). Esto se explicará con más amplitud más adelante.

    El gehena es eterno. “Los malos irran a la Gehena, al fuego que no puede ser apagado... y el fuego nunca se apaga.” (Marcos 9:43, 44). El hades sólo afecta el alma como hemos visto. El gehena afecta tanto el cuerpo como el alma. “Y no
    temáis a los que matan el cuerpo, mas al alma no pueden matar, temed antes a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno (gehena). (Mateo
    10:28)

    El hades es igual a la condición del preso que espera su proceso. El gehena es semejante a la prisión a la cual es arrojado después de haber pasado el juicio.

    Así como sepulcro es la localidad para el cuerpo muerto, el gehena es la localidad para el cuerpo y el alma de los perdidos.

    Gehena era el valle de Hinnom, literalmente “el valle de los gemidos de los niños.” Era un barranco estrecho y profundo al oriente de Jerusalem. Leemos del rey Achaz que: “Quemó también perfume en el valle de los hijos de Hinnom, y quemó sus hijos por fuego, conforme a las abominaciones de las gentes.” (2 Cron. 28:3)

    Está escrito de Manases que:
    “Pasó sus hijos por fuego en el valle de los hijos de Hinnom.” (2 Cron. 33:6)

    Pero el nieto piadoso de Manases, el rey Josías:
    “Profanó a Topheth que está en el valle del hijo de Hinnom, porque ninguno pasase su hijo o su hija por fuego a Moloch.” (2 Reyes 23:10)

    Cierto escritor dice: “No fue hasta dentro de menos de treinta años de la destrucción de Jerusalem por los Caldeos, que el ídolo, la horrible figura humana con cabeza de buey, Moloch, y sus pertenencias fueron barridos del valle por el buen Josías y el lugar fue de tal modo profanado que nunca jamás volvió a ser usado por tan horrible culto. Pero los horrores del pasado se habían grabado tan profundamente en la mente popular que de allí en adelante el lugar llevó el nombre de Topheth (la abominación) el sitio que debía ser execrado, y en tiempos posteriores las mismas palabras Gehinnom, (el valle de Hinnom), cambiadas en gehena, vinieron a ser el nombre común para infierno”

    Después que el rey Josías hubo profanado el lugar, vino a ser el basurero de la ciudad. Se mantenía fuego continuamente para consumir la suciedad e impureza del
    sitio; los gusanos se alimentaban de la basura que estaba fuera del alcance del fuego. Los buitres se cernían con avidez sobre la horrible escena. Un humo maloliente subía continuamente del valle.

    Razón tuvo nuestro Señor para usarlo como emblema del infierno, y consagrar el uso de la palabra con el sello de su autoridad. Pero nótese que el Señor, al hablar del gehena, nunca se refirió a este sitio en las afueras de Jerusalem, sino que lo uso para designar el lugar de tormento eterno. El cual está aparejado para el diablo y sus ángeles y al cual serán consignados los pecadores
    impenitentes.

    No es de poca monta el hecho de que todas las veces que se hace referencia al gehena con excepción de una (véase Santiago 3:6) es de los labios del mismo Hijo
    de Dios que procede. Si hubiese sido de otro modo los críticos hubiesen exclamado: “Pablo habló de gehena, Pedro también habló, pero nunca Cristo.”

    Sea como fuera, lo que Pablo y Pedro y Juan escribieron es de igual autoridad que lo que el Señor dijo siendo la fuente la misma - inspiración divina -. No es cuestión de grado sino de método. No hay diferencia salvo en el método entre lo que una persona habla y lo que esa misma persona escribe.

    No hay entonces diferencia en lo que se refiere a autoridad entre lo que Cristo habló y lo que Él escribió por medio de Pablo o Pedro o Juan. Pero tan pobre argucia es refutada por el hecho de que el infierno (gehena) es siempre
    mencionado, con excepción de una vez, por el Señor mismo.

    No existe duda en cuanto a la existencia del infierno para aquel que se somete a las Escrituras. Rehusar creer en su existencia equivale a rehusar creer en la palabra de Cristo, de hecho, no creer en Cristo mismo. Nadie puede reclamar ser un cristiano y ser incrédulo en cuanto a la existencia del infierno. ¿Puede alguien ser un cristiano y rehusar creer las más solemnes y repetidas aseveraciones relativa al infierno que procedieron en compasiva amonestación de sus benditos labios? Deshagámonos de toda mojigatería. Creemos o no creemos en el infierno. Creemos o no creemos la palabra de Cristo.

    Mientras más convencidos estemos de la existencia del infierno más profundo será nuestro sentido de pecado, mayor nuestra apreciación del valor de la expiación de Cristo, y más intenso nuestro deseo de esparcir el Evangelio de la gracia de Dios. El debilitamiento de estas verdades en nuestras almas alivianará nuestro concepto de Dios y neutralizará nuestra actividad a favor de la bendición de
    otros.

    Aun los paganos, digamos aquí, sentían aversión del infierno. El apóstol Pedro hace uso de esto cuando dice en 2 Pedro 2:4: “Dios no perdonó a los ángeles que habían pecado, sino habiéndolos despeñado en el infierno (tártaro).” Tártaro era el concepto pagano del infierno que tenían los romanos. De acuerdo con la mitología pagana, tártaro era una laguna oscura, sus puertas de roca eran
    guardadas las furias, cada cabello de las cuales era una serpiente. Roberto Browning escribió: “Puede haber un cielo; debe haber un infierno.”

    Todos sabemos de cielos e infiernos en esta tierra. Nos hemos encontrado con hombres en quienes el fuego del remordimiento y el gusano de su conciencia acusadora han convertido su corazón culpable en un verdadero infierno. Viólese las leyes naturales y el sufrimiento será el resultado inevitable. Algunas veces
    una horrible vida de su sufrimiento es resultado de un momento de placer pecaminoso en esta vida. Lágrimas de sangre no han conseguido detener el gobierno de Dios.

    ¿Y el castigo del pecado se circunscribirá sólo a esta vida? ¿No se cosechará más allá de la muerte el fruto de una vida de pecado de desprecio a la misericordia de Dios y rebelión contra Él? Dios en misericordia y bondad nos
    amonesta en terrible lenguaje que habrá tal cosecha. El dice: “Temed a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno (gehena)”. (Mateo 10:28)

    Cierto bien conocido ministro tontamente escribe: “Lo que zanja la cuestión finalmente para cada uno de nosotros es nuestra propensión temperamental.”
    Respondemos que tal imbecilidad sería inconcebible ante cualquier tribunal de justicia. ¿ Decidirá la “propensión temperamental” del ladrón y el asesino el castigo que debe recibir o esperarán las personas sensatas que el juez imparta la debida justicia? Lo que zanjará la cuestión al fin para cada uno de nosotros no es nuestra “propensión temperamental” sino la Palabra de Dios, gústenos o no.


    Todavía hay otra expresión la cual se usa con referencia al infierno,[3] “el lago de fuego,” la cual debemos considerar. Ocurre cinco veces en la última parte del libro de Apocalipsis. Evidentemente es el mismo lugar, el gehena. La prueba de esto yace en el hecho de que mientras el Señor habla de ser arrojado al gehena, y expresa con toda claridad que tal condenación afectará tanto el alma como el cuerpo, el apóstol Juan en visión presenta el lago de fuego como el confinamiento de las almas y los cuerpos de los incrédulos en su condenación final. Es imposible que sean dos sitios distintos. Leemos en Apoc 20:14: “Y el
    infierno y la muerte fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la muerte segunda.” Viendo que todos los muertos “bienaventurados” habrán experimentado
    la “resurrección de vida” antes del milenio en la segunda venida del Señor, (Véase cap. 20:5, 6), “los muertos grandes y pequeños” que “están delante de Dios” deben ser los impíos quienes experimentarán “la resurrección de
    condenación” (juicio) Juan 5:29. de modo que en obsequio a la sencillez podríamos explicar el versículo como sigue: Y la muerte (la condición de los cuerpos en su estado de separación de sus respectivas almas), y el hades (la
    condición de las almas en el estado de separación de sus respectivos cuerpos),fueron arrojados en las personas de los muertos impíos resucitados al lago de fuego. Esto es como si dijéramos, los muertos cuyos cuerpos habían llenado los sepulcros etc., fueron resucitados y sus almas que habían estado en la condición de hades fueron reunidas a sus cuerpos como parte del proceso. Como individuos
    resucitados, cuerpos y almas reunidos, ellos representaban lo que había sido la muerte y el hades y como tales, pecadores que habían muerto sin arrepentimiento
    fueron arrojados al lago de fuego, el cual responde claramente al gehena. Cuando esto ocurre, no solamente no habrá cuerpos en la condición de muerte ni almas en
    la condición de hades – sino que “la muerte y el hades” habrán sido “arrojados en el lago de fuego.” De aquí que las condiciones mismas que han venido por causa del pecado sean terminadas por un acto que expresa el juicio de Dios sobre ellas. Y nótese que este acontecimiento tendrá lugar después que la tierra y el cielo habrán huido, después que el tiempo, como tal, no sea más. La escena se verifica en la eternidad a la vista de los nuevos cielos y la nueva tierra. Algunos versículos más adelante leemos:
    “Mas a los temerosos e incrédulos, a los abominables y homicidas, a los fornicarios y hechiceros, y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiente con fuego y azufre.” (Apoc. 21:8)

    Aquí otra vez, este pasaje se halla tan afín con Apoc. 20:11-15, significando el pensamiento de que esta perspectiva no es ahora en el tiempo sino en la
    eternidad y por la eternidad. ¿Se atreverán las almas a jugar con la solemne declaración de las Escrituras? ¿No alarmará al pecador la posibilidad de una condenación de un ¡ay! inenarrable? A un costo infinito Dios mismo ha provisto un modo de escapar por medio de la muerte del Señor Jesucristo quien sufrió la ira de Dios contra el pecador, habiendo hecho una plena expiación por él.

    La invitación de venir a Cristo es universal, enfática e insistente. Si todos presentaran atención a ella ahora, porque: No hay perdones en la tumba. Y breve es el día de misericordia.

    No hay, entonces, ni una sombra de duda de que la Biblia enseña la existencia de un infierno literal. Se nos dice que está “preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41). Triste es que el hombreen su locura, rehusando la
    misericordia de Dios deba afrontar el tribunal de Aquel que desea que todos los hombres sean salvos. Así sellará su propia condenación en la compañía del diablo
    y los ángeles caídos.

    Dirigimos ahora esta seria pregunta: ¿Es ETERNO el castigo del infierno?

    Cierto bien conocido y reciente escritor dice con todo desparpajo: “Si la Biblia enseña el castigo eterno, peor para ella, pues no podemos creerlo:
    se puede citar textos y apoyar estos en la mejor erudición para justificar ciertas interpretaciones, pero de nada vale, no somos ya los esclavos de un libro, ni devotos esclavos de un credo, sino que creemos en el amor y en la
    evolución.”

    Otro escribe:
    “Nunca hubo, ni hay, ni habrá derecho de en el nombre del Evangelio de Cristo hablar de tormento eterno.”

    Por mi parte preferiría enfrentarme a estas negaciones abiertas que a las insinuaciones hechas por lo bajo de muchos. Es mejor pelear contra un enemigo declarado que vérselas con el puñal y la daga envenenada.

    Si yo creyera que la Palabra de Dios no enseña la condenación eterna procuraría gracia para proclamarlo así desde los tejados. ¿Por qué avergonzarse o temer de
    la verdad? Hay miles de ministros hoy, pagados por congregaciones para propagar el Evangelio que son verdaderos agentes del diablo para minar la fe de sus
    oyentes en la autoridad e inspiración de las Sagradas Escrituras. Los tales son traidores en el campamento. Uno de los puntos vitales de ataque es la doctrina
    del castigo eterno.

    Existen dos escuelas de pensamiento que enseñan que no hay castigo eterno. Los adherentes a estas escuelas se llaman respectivamente Universalistas y Nihilistas (Aniquilacionistas).

    El Universalista cree que los que mueren sin haber sido salvos pasarán por un período de sufrimiento de más o menos duración el cual los purificará y al fin serán salvos. Dios, dicen ellos, triunfará sobre el mal. Cierto es, pero no del modo que ellos dicen. El fin legítimo de sus argumentos, aunque no lo presentan tan desnudamente, es que el diablo y los ángeles caídos serán finalmente salvos.
    Viendo que Cristo no murió por el diablo y sus ángeles, esto lleva al Universalista a la blasfema doctrina de la salvación aparte de la expiación.

    Examinemos brevemente la teoría del Universalista. “Dios es Todopoderoso, ” dicen ellos. Él aborrece el pecado y debe triunfar; por tanto Él vaciará el infierno en alguna ocasión abriendo de par en par la puerta de la misericordia a toda la humanidad ‘ de otro modo su carácter de amor y bondad sería destruido.
    El Universalista admite que Dios tiene un carácter de amor y de bondad. El basa su apelación en esto. Si esto es así, el Universalista debe admitir que un Dios de amor como en efecto lo es, ha permitido que el pecado entrara en este mundo y que haya continuado con todo su inefable dolor, exterminio y muerte por seis mil años.

    Y si Dios ha permitido la presencia del pecado por tanto tiempo, ¿por qué no puede Él permitir que su castigo sea para siempre? No hay lógica que dé respuesta satisfactoria a esta pregunta. No podemos sino recurrir a la revelación en cuanto a esto y la respuesta es clara e inequívoca.

    Pero dirá el oponente, ¿Cómo puede una ofensa realizada en un momento merecer perpetuo castigo? Replicamos otra vez que aquí estamos fuera de la región de la especulación. Sólo la revelación nos puede servir de ayuda.

    Cuando el hombre castiga el pecado lo considera de acuerdo con el grado en que éste afecte a sí mismo, de acuerdo con sus efectos sobre la sociedad según se relaciona con el tiempo. Y aún en este caso un crimen que tomara menos tiempo en realizarse que el que tomara el lector en hojear este folleto es con frecuencia seguido de muchos años de prisión o puede culminar en la pena capital.

    Pero cuando pecamos contra un Ser infinito no podemos usar medida alguna que no sea aquella que nos es dada por ese Ser infinito. El problema está fuera de nuestra solución. El pecado, que no mereció menos que un sacrificio infinito no puede ser medido por el sentido de justicia de los tribunales humanos. Estamos sujetos a lo que Dios Dice en Su Palabra, y nuestra sabiduría consiste en rechazar nuestra propia razón en este asunto.

    Se arguye que una segunda oportunidad de salvación después de la muerte vaciará el infierno, y se sostiene que el carácter de Dios, como un Dios de amor, demanda esto.

    Pero ¿hay garantía alguna de que los pecadores que rechazan el Evangelio en esta vida lo aceptarán en la otra? Preguntaríamos atónitos ¿por qué la gente rechaza
    la primera oferta? ¿La naturaleza que la rechaza con escarnio en esta vida la abrazará en la otra? ¿Las espinas en esta vida producirán uvas en la otra, o los
    abrojos de esta edad producirán higos en la otra?

    Además de esto, la Biblia no sustenta tal esperanza de una segunda oportunidad.
    Se tuercen uno o dos pasajes de las Escrituras para apoyar esta teoría. Se recurre al siguiente pasaje: “Porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados; los cuales en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez
    esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, cuando se aparejaba el arca; en la cual pocas, es a saber, ocho personas fueron salvas por agua” (1 Pedro 3:18-20)

    El significado de esto es claro. Noé predicó al mundo ante-diluviano mientas construía el arca. Fue el Espíritu de Cristo en él la fuente y poder de su testimonio. Que el “Espíritu de Cristo” fue el motivo y poder del testimonio del Antiguo Testamento está confirmado por 1 Pedro 1:11. Él se cuida muy bien de decirnos que ocho personas fueron salvas en el arca. Se sigue que el resto
    rechazaron el testimonio de Noé que constituía la predicación misma del Espíritu de Cristo en él. El diluvio los sobrecogió y perecieron. Cuando Pedro escribió,
    ya había sido espíritus encarcelados por 2,500 años. Esto no presenta dificultad alguna. Nosotros sabemos que Noé fue un “pregonero de justicia” (2 Pedro 2:5) Esto esta en armonía con todo el tenor de la Palabra.

    Por el contrario, la explicación del Universalista que el Señor descendió literalmente al hades y predicó una segunda oportunidad está asediada por dificultades insuperables.

    El pasaje en cuestión se limita a aquellos que vivieron mientras Noé preparaba el arca lo cual parece haber abarcado alrededor de 100 años. Antes del diluvio
    transcurrieron algunos 15 siglos: después de él hasta que Pedro escribió las palabras que estamos examinando habían pasado algunos 25 siglos. En total unos 4,000 años habían transcurrido desde la creación del hombre. ¿No parece absurdo explicar un versículo de tal manera que se haga necesario decir que la gente que vivió en aquel período particular de justamente cien años debieran haber tenido
    una segunda oportunidad? ¿Qué de los que vivieron durante los otros treinta y nueve siglos?

    Este pasaje no es una prueba suficiente para el Universalista. Para él el pasaje habla de unos pocos que vivieron durante unos pocos años antes del diluvio
    obteniendo una segunda oportunidad. No pueden afirmar que ni uno de los millones de los post’diluvianos la tuviera, para no mencionar las multitudes que vivieron antes del diluvio. Es sencillamente absurdo pensar que de todos los millones que estaban en el hades cuando el Señor murió, que comparativamente un mero puñado fuera señalado para recibir la oferta de una segunda oportunidad, la cual no fue
    dada al resto. Realmente el recurrir a una base tan grotesca para fundar una teoría sólo prueba la pobreza de su caso. Pero negamos enteramente que aquellos
    que vivieron inmediatamente antes del diluvio obtuvieran una segunda oportunidad. No hay indicio de tal cosa en las Escrituras.

    Nótese entonces, que no dice lo que Cristo predicara a estos espíritus, ni el efecto producido. Si la explicación del Universalista hubiese sido correcta tendríamos estos detalles y se haría la afirmación de ellos en relación con toda la humanidad, y no con relación a unos pocos que vivían en un período particular de la historia.

    ¿Por qué, entonces, introduce Pedro tal período especial? No es por mera casualidad. La Palabra es divinamente inspirada. La respuesta es obvia. Él recurrió a la narración del diluvio y el arca para usarla como una ilustración del bautismo para hacer patente el significado de la muerte de Cristo aplicado de un modo práctico al creyente.

    Del mismo modo los Universalistas usan otropasaje: “Porque por esto también ha sido predicado el Evangelio a los muertos; para que juzgados en carne según los hombres, y vivan en espíritu según Dios.” (1 Pedro 4:6)

    Pero la explicación de este pasaje es obviamente la misma del otro: “El Evangelio fue predicado a los que ahora están muertos,” parafrasea muy bien el pensamiento del escritor. Nótese que él no dice: “Por esto también es predicado
    el Evangelio a los muertos,” sino “Por esto ha sido predicado el Evangelio.” Si tan importante doctrina como la de una segunda oportunidad después de la muerte fuese cierta encontraríamos la afirmación por toda la Palabra, pero es todo lo contrario. El apóstol Pablo escribe:
    “He aquí AHORA el tiempo aceptable; he aquí AHORA el día de salvación.” (2 Cor.6:2)

    Mientras las propias palabras de nuestro Señor son claras:
    “Y además de todo esto, UNA GRANDE SIMA está CONSTITUIDA entre nosotros y vosotros, que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá para acá.” (Lucas 16:26)

    La palabra guarda silencio en cuanto a cualquier cambio remedial efectuado por el castigo después de esta vida. Dios no tiene otro Evangelio que el que las Escrituras proclaman. El corazón del hombre no será alterado por cambio alguno de circunstancias. Los que ahora aborrecen el Evangelio lo aborrecerán entonces.
    Si durante su vida aquí los hombres no quieren tener nada que ver con el Evangelio, ¿tenemos seguridad de que la eternidad bastará para hacerles cambiar su mente? No hay evidencia de ello en las Escrituras. Porque, ¿qué hallamos?
    ¿Ganó el castigo el corazón de Caín para Dios? ¿ Los fuertes juicios ablandaron la voluntad de Faraón y le hicieron buscar misericordia? ¿Fue Achab conmovido
    por lo que le sobrevino? ¿Fueron los israelitas guardados fieles a Dios por el azote que cayó sobre ellos, o se entregaron una y otra vez a la idolatría?

    Los demonios hablaron con Cristo y le rogaron que no los atormentara antes de tiempo, pero ¿se escapó jamás de sus labios un clamor de misericordia? Leemos de espíritus que habían estado encarcelados por 25 siglos. No hay indicio de cambio
    alguno en sus mentes. Los habitantes de Sodomía Gomorra han estado sufriendo la venganza del fuego eterno desde los días en que las ciudades impías de la llanura fueron arrasadas, pero el escritor inspirado, Judas, nos deja bajo la plena impresión de que el castigo no había efectuado cambio de corazón, y sus inspiradas palabras no exhiben esperanza de que el castigo tenga fin.

    Un pasaje de las Escrituras me ha estado iluminando desde hace algún tiempo sobre este respecto:
    “Y se mordían sus lenguas de dolor; y blasfemaron al Dios del cielo por sus dolores, y por sus plagas, y no se arrepintieron de sus obras.” (Apoc. 16:10,11)

    El dolor no conduce al arrepentimiento en este pasaje. “La benignidad de Dios ... guía a arrepentimiento.” (Rom. 2:4) es el testimonio de las Escrituras.
    Despreciada ésta, sólo queda “atesorada de ira para el día de la ira.” (véase Rom. 2:5)

    Un solo versículo de la Palabra destruye las teorías tanto del Universalista como del Nihilista.
    “El que es incrédulo al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está (permanece) sobre él.” (Juan 3:36)

    “No verá la vida,” destruye la teoría del Universalista, pues éste dice que todos verán la vida más Dios dice que el inconverso no verá la vida.

    “La ira de Dios permanece sobre él,” destruye la teoría del Nihilista. El inconverso debe existir para que la ira de Dios pueda permanecer sobre él.

    Los que sustentan la teoría del nihilismo (aniquilamiento) están divididos entre sí en dos escuelas. Una clase cree que el pecador es aniquilado al ocurrir la muerte y que nunca será resucitado. La otra asevera que los muertos impíos serán resucitados, juzgados ante el Gran Trono Blanco, arrojados al lago de fuego y allí quemados, consumidos o aniquilados. Los primeros niegan la resurrección de los impíos a pesar del lenguaje claro de las Escrituras.

      Fecha y hora actual: Sáb 27 Abr 2024 - 8:53