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    Mensaje  administrador Lun 1 Mar 2010 - 13:57

    [1] Algunos autores aseguran que hades es una localidad situada en el centro de
    la tierra. Siendo uno de sus departamentos el paraíso y otro la morada de los
    perdidos. Pero 2 Cor. 12: 1-4 es claro al respecto. “El tercer cielo,” esto, es
    la inmediata presencia de Dios, es idéntico al “paraíso,” zanjando el punto en
    cuanto a dónde está el paraíso. El primer cielo es el firmamento o la expansión
    de Gen.1., la atmósfera que rodea la tierra, el sitio de las nubes; el segundo
    cielo es el vasto espacio que contiene nuestro sol y sistema planetario el cual
    se extiende aún más allá de los vastos espacios que contiene las estrellas;
    mientras que el tercer cielo se usa para designar la morada de Dios.
    [2] El siguiente extracto de un bien conocido escritor merece consideración: “El
    rico y Lázaro no me siento libre para considerarlos como una parábola aunque no
    tengo controversia con aquellos que así lo consideran. No solamente no es
    llamada una parábola sino que también se introduce nombres, una cosa sin
    precedentes en las parábolas de nuestro Señor. Prefiero considerar al rico y a
    Lázaro como personajes reales cuya historia en este mundo y en el más allá es
    solamente trazada por el Señor para el provecho moral de los hombres en todos
    lugares.”
    El hecho de que nuestro Señor describe la condición del rico después de la
    muerte en lenguaje simbólico, a lo menos en parte, no prueba en modo alguno que
    no fuera un individuo real. Obsérvese que todo lo que se dice de él y Lázaro en
    vida está en completa harmonía con las peripecias de la vida real.
    [3] Sería bueno de paso decir algo en cuanto a la expresión “el abismo” (griego
    – abussos) la cual se usa siete veces en el libro de Apocalipsis. Evidentemente
    no es lo mismo que el lago de fuego, porque en Apoc. 20:3 Satanás es arrojado
    al pozo del abismo antes del milenio, y al fin de este es suelto de su prisión y
    después de un corto período de rebelión contra Dios es arrojado al lago de
    fuego y azufre (véase cap. 20:10) – su condenación final. El abismo es
    evidentemente un lugar de confinamiento para los espíritus malos y desde donde
    éstos pueden por permisión de Dios venir a la tierra y ser usados como azote
    contra el mundo impío. Hay sólo otros dos lugares donde la palabra “abussos” es
    usada. En Lucas 8:31, donde el Señor arroja la legión de demonios fuera del
    endemoniado, ellos “le rogaron que no les mandase ir al abismo” (griego,
    abussos), esto es, a volver a su lugar de confinamiento. En Apoc. 9, el abismo
    es abierto por un ángel, e inmediatamente enjambres de demonios bajo el símbolo
    de langostas ascienden sobre la tierra; evidentemente el espiritismo de un modo
    espantoso y militante afligirá la tierra una vez que sea quitada la presente
    restricción de la presencia del Espíritu Santo. En Rom. 10:7, el uso de la
    palabra “abussos” tiene el sentido de la entrada del cuerpo del Señor en el
    sepulcro y el consecuente milagro de la resurrección. “¿Quién descenderá al
    abismo (abussos)? Esto es, para volver a traer a Cristo de los muertos.” El
    pasaje mismo explica el significado de la palabra, según ésta se usa en este
    particular.

    El Hades y el Castigo Eterno. Parte II



    por: A. J. Pollock
    Parte II
    LA INMORTALIDAD CONDICIONAL

    La inmortalidad condicional es enseñada por las dos escuelas Nihilistas, esto
    es, ellos niegan la continua existencia
    del alma, enseñando que la vida después de la tumba está condicionada a aceptar
    a Cristo en esta vida y de este
    modo obtener vida de Él. Ellos declaran que no hay vida después de la muerte
    excepto en Cristo. Nadie, dicen ellos, tendrá existencia continua sino los
    creyentes el Señor Jesús. La doctrina de esta última clase conduce a sus adeptos
    a absurdos obvios. Si no hay vida más allá del sepulcro sino en Cristo, entonces
    se sigue que los muertos impíos cuando sean resucitados deban tener vida en
    Cristo. ¿Cómo podrían ser juzgados si estuvieran delante del Gran Trono Blanco
    vivos en Cristo? ¿Cómo podría esa vida ser aniquilada en el lago de fuego?
    ¡Imposible!

    Más aún, ellos dicen que vida en Cristo es inmortalidad. ¿Cómo podrían,
    entonces, los muertos impíos ser resucitados en vida en Cristo, en otras
    palabras, en inmortalidad, y aún ser aniquilados? Seguramente que las palabras
    no significan nada si la inmortalidad puede ser destruida de este modo.

    Una equivocación común de todos los que enseñan la inmortalidad condicional es
    de confundir la vida eterna con la inmortalidad. Ellos enseñan que estos
    términos son sinónimos. Las Escrituras dicen: « la dádiva de Dios es vida eterna
    en Cristo Jesús Señor Nuestro.» (Rom. 6:23)

    Un destacado escritor adscrito a la inmortalidad condicional dice:-
    «La inmortalidad es la dádiva de Dios en Cristo nuestro Señor, pero ésta no es
    la posesión universal del hombre.»

    Pero el creyente en Cristo tiene vida eterna ahora. Si vida eterna e
    inmortalidad son sinónimos como muchos de los que enseñan la inmortalidad
    condicional dicen, se sigue entonces que los creyentes en Cristo quienes tienen
    vida eterna ahora tienen inmortalidad ahora y por tanto pueden morir. Pero sí
    mueren. Porque ha de observarse que inmortalidad (athanasia) sólo se menciona
    tres veces en el Nuevo Testamento. Un pasaje que se usa constante y
    triunfantemente por aquellos que niegan la inmortalidad como pertenencia del
    hombre es aquel en que, hablando de Dios, se dice:-
    « Quien sólo tiene inmortalidad.» (I Tim. 6:16)[1]

    Pero esta evidencia es contraproducente a su caso. Ellos aducen que sólo Dios
    tiene inmortalidad. Pero los ángeles la tienen en el sentido de existencia sin
    fin. Porque mortal significa más que “capaz de morir”, significa “muriendo”.
    Esto es, un ser mortal es uno en quien el proceso de muerte se está efectuando.
    Puede ser lenta e imperceptiblemente pero no por esto menos seguro, hasta que
    culmina en el mismo hecho de la muerte. Las semillas de la muerte están en
    operación hasta que se efectúa el fin. Lucas 20:36 es claro en cuanto a la
    existencia sin fin de los ángeles.

    El Señor, hablando de aquellos que serán tenidos por dignos de la resurrección
    de entre los muertos, esto es, los verdaderos creyentes, dice:-
    « Porque no pueden ya más morir: porque son iguales a los ángeles, y son hijos
    de Dios, cuando son hijos de la resurrección. » (Lucas 20:36)
    Esto es, los ángeles no pueden morir.

    Lo que es más serio aún, al usar este versículo del modo que lo usan los
    Nihilistas, lo que hacen es destruir el terreno en que pueden asentar sus
    propios pies. Porque si sólo Dios tiene inmortalidad, entonces se sigue que no
    solo nadie m’as la tiene ahora, como por ejemplo los ángeles, sino tampoco, para
    ser lógicos nadie puede tenerla en el futuro. Las Escrituras nos dicen
    claramente que los creyentes serán vestidos de inmortalidad en la venida de
    Cristo, de suerte que la Palabra de Dios contradice tal uso del versículo.

    Pero ella nos dice claramente que Dios sólo tiene inmortalidad. ¿Cuál es la
    verdad en esto? La respuesta es clara y concluyente. Dios solo la tiene
    INHERENTE. Solo Él la tiene en Sí mismo. Todos los demás quienes la tienen, la
    tienen conferida y sustentada por Él.

    Los otros dos lugares donde inmortalidad (athanasia) es mencionada son como
    sigue:-
    « Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto
    mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible fuere vestido de
    incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará
    la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria. » (I Corintios
    15:53, 54).

    Aquí el sentido es claro. Corrupción, inmortalidad – ambas se refieren al cuerpo
    y no al alma. Corrupción se aplica al CUERPO muerto- mortalidad al cuerpo
    muriendo.

    No hay discusión en cuanto a que corrupción en este pasaje se refiere al cuerpo
    muerto de un creyente, e incorrupción al cuerpo del creyente en la resurrección.
    No hay necesidad de discutir el punto.

    Que el término mortal se refiere a un cuerpo muriendo, se infiere claramente de
    los siguientes pasajes:-
    « No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal. » (Rom. 6:12); «
    Vivificará también vuestros cuerpos mortales. » (Rom. 8:11); « Para que también
    la vida de Jesús sea manifestada en vuestra carne mortal. » (2 Co. 4:11);
    Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo (cuerpo) gemimos agravados;
    porque no quisiéramos ser desnudados, sino sobrevestidos, para que lo mortal sea
    absorbido por la vida.» (2 Co. 5:4)

    Aquí tenemos todos los pasajes del Nuevo Testamento en que se usan las palabras
    mortal y mortalidad. Es claro que los términos se usan en conexión con el cuerpo
    muriendo.

    Por otra parte el término moral, nunca se usa en conexión con el alma. ¿Por qué?
    Porque ésta no está sujeta a la muerte. El alma es inmortal no inherentemente,
    como lo es Dios, sino con una inmortalidad conferida y sustentada por Él. Leemos
    en cuanto al hombre:
    « Formó pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz
    soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente. » (Gen. 2:7)

    El finado Mr. F. W. Grant en su libro « Facts and Theories as to the Future
    State », (Hechos y Teorías en cuanto a la Condición después de la muerte)
    escribe con referencia al pasaje arriba citado:-
    « El hombre y la bestia, ambos poseen alma viviente. No disfrazamos la verdad
    acerca de esto, antes, abogamos por ella. » (p.56).
    « De la más ligera ojeada, se desprende que hay algo más que tomó lugar en la
    creación del hombre que en la creación del animal. Es claro que dios alentó en
    la nariz del hombre el soplo de vida mas no lo hizo esto con el animal . . .
    Porque aunque lo que fue impartido no sea aún plenamente demostrado – por ser
    ésta una revelación rudimentaria – no obstante es claro que el hombre tiene un
    vínculo aquí con Dios mismo, que el animal no tiene . . .
    Es de este modo que el hombre recibe la vida ». (pp. 57, 58)

    Pero el lector puede argüir; « Si la palabra mortal nunca se aplica por las
    Escrituras al alma, tampoco la palabra inmortal. ¿Puede entonces decirse que el
    alma es inmoral? » Replicamos que es perfectamente cierto que el término
    inmortal nunca se usa en las Escrituras en conexión con el alma, pero no
    obstante la verdad de la existencia perpetua del alma está tejida en la urdimbre
    de las Escrituras. De no ser inmortal el alma, sino mortal, esto sería afirmado
    inequívocamente por las Escrituras. No existe ni una sola línea que diga que el
    alma es mortal.

    Dios alentó en la nariz del hombre soplo de vida, viniendo a ser de este modo
    especial en contraste con los animales, un alma viviente.

    Por toda la Palabra es un hecho admitido que el alma es eterna en su existencia.
    Pero considerando que « la vida y la incorrupción son traídas a la luz por el
    Evangelio », es obvio que debemos esperar del Nuevo Testamento la luz máxima
    sobre esta materia.

    Aun en el Antiguo Testamento hallamos abundante indicaciones de lo que estamos
    buscando. No tenemos que repetir los pasajes ya citados (en la Parte I )
    referente al sheol, demostrando que el alma, al ocurrir la muerte va a una
    condición de existencia consciente en el otro mundo, en otras palabras, que el
    alma está dotada de existencia continua . . . La evidencia sobre este extremo es
    preponderante, y cuando venimos al Nuevo Testamento el testimonio de este en
    cuando al hades que es el equivalente de sheol confirma de una manera plena este
    aserto.

    Una prueba muy fuerte de lo que hemos aseverado en las primeras páginas de este
    folleto en cuanto a sheol y hades surge cuando los saduceos quienes, no creyendo
    en la resurrección, adujeron el caso hipotético de la mujer que tuvo siete
    maridos y recibieron la respuesta del Señor:-
    «Y de la resurrección de los muertos: ¿no habéis leído lo que os es dicho por
    Dios, que dice: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de
    Jacob? Dios no es Dios de muertos sino de vivos » (Mateo 22:31, 32).

    Y como si quisiera enfatizar la gran importancia de este incidente, tanto Marcos
    como Lucas lo registran. Ellos se refieren particularmente, como lo hace Esteban
    también en su discurso dirigido al Sanedrín, a la ocasión cuando Dios habló a
    Moisés de entre la zarza ardiente (véase Éxodo 3:6). Los patriarcas mencionados
    habían muerto hacía ya muchos años. Si sus almas hubiesen dejado de existir,
    Dios no podría haberse presentado a Sí mismo, como el Dios de ellos. Pues dice
    clara y enfáticamente « Dios no es Dios de muertos, sino de vivos ». Y más aún
    El dijo, «Yo soy el Dios de Abraham » etc . . . Los cuerpos de ellos, está
    claro, yacían en sus tumbas. Sus almas, es obvio, vivían en la condición de
    hades, como ya hemos visto.

    Aun más, Judas, hablando de los moradores de las ciudades impías de la llanura,
    nos dice que están sufriendo la venganza del fuego eterno. No hay indicio de que
    el alma duerma o de la no existencia del alma, (véase Judas 7), aunque, cuando
    Judas escribió, habían transcurrido dos mil años desde que el juicio les había
    sobrevenido.

    Pedro igualmente se refiere a los « espíritus encarcelados », aquellos que
    habían sido desobedientes en los días de Noé. Tampoco él nos deja ver indicio
    alguno del sueño del alma o de su no existencia a pesar de estos espíritus haber
    estado encarcelados desde los días ante-diluvianos.

    Otra vez, Moisés y Elías aparecieron en gloria sobre el monte de la
    transfiguración demostrando que tenían existencia consciente, aunque el cuerpo
    de Moisés había estado en el sepulcro por cientos de años.

    Enoc y Elías fueron trasladados al cielo sin pasar por la muerte en absoluto, no
    dándosenos indicio alguno de que el alma duerme o de su no-existencia. El ladrón
    agonizante oyó las palabras: «Hoy estarás conmigo en el paraíso » (Lucas 23:43).
    Sé que se ha hecho un esfuerzo para demostrar que « hoy » se refiere al tiempo
    en que el Señor profirió las palabras, « te digo hoy », pero la estructura de la
    oración no permite tal traducción. Evidentemente fue una respuesta gracia la que
    recibió el ladrón por su petición, « Señor, acuérdate de mí cuando vinieres a tu
    reino » (un tiempo futuro) ¡Cuán enfática es la respuesta del Señor! « Te digo,
    hoy estarás conmigo en el paraíso ».

    El apóstol Pablo dijo:
    «De ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de ser desatado, y
    estar con Cristo lo cual es mucho mejor » (Filipenses 1:23).
    El no dijo que tenía deseo de ser desatado y entrar en el sueño o la
    inconsciencia del alma. Seguramente eso no hubiera sido « mucho mejor » que
    gozar del amor del Señor aquí en la tierra y ser usado en su servicio. El dice
    claramente, « Ser desatado y ESTAR CON CRISTO ».

    Y como hacerlo más claro aún, leemos:
    « Más confiamos, y más quisiéramos partir del cuerpo y estar presentes al Señor
    » (2 Corintios 5:8).
    Aquí se trata de la separación del alma del cuerpo, y su presencia CON el Señor.
    No hay indicio de sueño del alma sino que claramente describe un estado
    intermedio de felicidad.

    Tenemos aún las propias palabras del Señor:-
    « Y aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de
    Abraham; y murió también el rico y fue sepultado. Y en el infierno (hades) alzó
    sus ojos, estando en tormentos » (Lucas 16:22, 23).

    El Señor presenta la verdad aquí en lenguaje inequívoco. El cuerpo del mendigo
    yacía en el sepulcro mientras su espíritu pasó a un estado de felicidad. El seno
    de Abraham es simbólico de la porción feliz de los santos de Dios que habían
    muerto en el Antiguo Testamento.

    1. El cuerpo del rico estaba en el sepulcro. « Alzando sus ojos » es, como
    ya hemos visto, simplemente lenguaje simbólico que describe el estado consciente
    de su alma. El lenguaje simple y gráfico atrae más la atención de las personas
    no importa cual sea su grado de cultura, que una descripción del estado
    consciente del alma después de la muerte hecha en términos científicos la cual
    hubiese sido inadecuado para los oyentes del Señor. El hecho es que no hay la
    mínima dificultad en la narración tomada en su justo sentido. A diario al
    hablar, estamos usando constantemente lenguaje figurado que todos entienden.
    Nueve décimas de la crítica anti-bíblica no es honrada, y tiene la clara
    intención de desacreditar la Biblia. Pero aún ésta existe tan vital y vigorosa
    como siempre. En los pocos incidentes y pasajes ya referidos tenemos tanto al
    creyente como al inconverso en un estado consciente en cuanto a sus almas,
    después de la muerte.

    Más aún, en lo que se refiere a los creyentes, la vida eterna les pertenece y
    vivirán para siempre; en cuanto a los inconversos, « la ira de Dios permanece
    sobre ellos », probando en ambos casos su existencia eterna, aunque en distintas
    condiciones. Con esta evidencia ante nosotros, la cual podría multiplicarse de
    permitirlo el espacio, tenemos prueba clara y preponderante de la existencia
    eterna del alma.

    No confundamos la vida eterna con la inmortalidad. La vida es la porción
    presente y eterna de cada creyente en Cristo. La inmortalidad, según es
    presentada en las Escrituras en relación con el creyente es aquello que él
    recibirá en cuanto a su cuerpo en la segunda venida del Señor.

    Ni bastará decir que la expresión « muerte segunda » significa aniquilamiento a
    la faz de la expresión « la ira de Dios permanece sobre él »; habiendo personas
    vivas sobre quienes permanece la ira. Además, la expresión: «el humo del
    tormento de ellos sube para siempre jamás », debe indicar que haya personas
    vivas, capaces de sufrir tormento. Aún más, la expresión, «el gusano de ellos no
    muere» etc. Una cosa aniquilada no puede poseer nada, pero dice aquí, «el gusano
    de ellos no muere», indicando posesión.

    La palabra muerte se usa en tres relaciones. Ella expresa:
    • Separación moral de Dios por causa del pecado
    • Separación del cuerpo, del alma y el Espíritu.
    • Separación eterna de Dios
    En ninguno de estos casos significa aniquilación.

    En cuanto a la primera, leemos de aquellos que se hallan « muertos en delitos y
    pecados » cuando tanto el cuerpo como el alma están juntos vivos en esta tierra.


    Muerte en el sentido en que se emplea el término en el segundo caso no necesita
    comentario salvo decir que no significa dejar de existir, como ya lo hemos
    demostrado con gran abundancia de prueba. El sentido en que se usa el término en
    el tercer caso es claro. « Y el infierno (hades) y la muerte fueron lanzados en
    el lago de fuego. Esta es la muerte segunda » (Apoc. 20:14). La segunda muerte
    es una existencia de miseria permanente y eterna. Con frecuencia usamos la
    expresión, “vivir muriendo” y lo que queremos decir se entiende con toda
    claridad. Aquí el significado es igualmente claro: « muerte segunda » lo cual
    significa existencia eterna y consciente bajo la ira de Dios – separación eterna
    de Dios, lo cual debe significar miseria y tormento, porque toda verdadera
    bendición y todo gozo consisten en nuestra justa relación con Dios.

    Abordemos más directamente la pregunta: ¿Es eterno el castigo de los perdidos?
    Si la ira de Dios permanece sobre el incrédulo, como dicen las Escrituras, éste
    tiene que existir para que la ira de Dios pueda permanecer sobre él. No podemos
    eludir el significado claro de estas palabras. Si el incrédulo es aniquilado, la
    ira de Dios no puede permanecer sobre lo que no existe. Recuerdo que hace muchos
    años dos Adventistas en Jamaica me informaron que ellos creían en el castigo
    eterno. Si el pecador fuera aniquilado, argüían ellos, seria eterno, pues es
    irrevocable. Y añadían con aire de triunfo: “Castigo eterno no quiere decir
    castigar eternamente”. Yo les repliqué: “¿Significa tres meses de castigo,
    castigar por tres meses?”. Ellos admitieron que sí. Entonces, repliqué yo,
    “castigo eterno significa castigar eternamente”.

    Pero, dice el que sostiene la teoría del aniquilamiento, ¿no dice la Biblia que
    debemos temer a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo? ¿Destruir no
    significa aniquilar? En ninguna manera.

    Destruir significa inutilizar una persona o cosa en relación con el propósito
    para el cual fue hecha. Dejamos caer una taza, se rompe en fragmentos. Decimos,
    con mucha razón: “esta destruida”. Que ése es el significado de la palabra es
    sumamente claro. La palabra para destruir que se usa en el griego es apollumi.
    Por ejemplo leemos:-

    « Los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo que
    pidiese a Barrabás, y a Jesús matase (griego, apollumi) » (Mateo 27:20).

    ¿Podían los judíos aniquilar al Señor? Seguramente que no. Pero ellos podían
    (permitiéndolo Dios) llevarlo a muerte. Y eso es lo que quiere decir aquí.

    Leemos otra vez:
    « Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe
    los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden (griego apollumi) ».
    (Marcos 2:22)

    Evidentemente, destruir aquí quiere decir los odres inservibles, pero no
    aniquilados. Volvemos a leer:

    « Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido (griego
    apollumi) ». (Lucas 15:6)

    ¿Podía el Buen Pastor haber hallado algo que estaba aniquilado – algo que no era
    algo? No, era una oveja perdida o destruida la que Él halló; y la salvó de su
    estado de perdición, y la rescató de destrucción.

    Otra vez leemos:
    «Si nuestro Evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden (griego
    apollumi) está encubierto ». (2 Corintios 4:3)

    Muy evidentemente los perdidos o destruidos aquí son pecadores de este mundo.
    Sería innecesario hablar de un Evangelio encubierto de personas que no
    existieran.

    Podría citarse muchos pasajes al efecto, pero con estos basta para demostrar que
    la palabra destruir no significa aniquilar.

    Y aún así, un orador en una conferencia sobre la inmortalidad condicional tuvo
    la audacia de decir:

    « El significado natural y escritural de ‘destruir’ es completamente claro. El
    significado que da el diccionario es: “arruinar o aniquilar por demolición o
    fuego, derribar, deshacer, asolar, matar y extirpar”, etc. Los significados
    contrarios e inconsistentes son metros refugios de teólogos que procuran alterar
    el significado propio y verdadero para acomodarlo a alguna interpretación
    errónea de las Escrituras . . . Gehena es un lugar de destrucción ».

    Cabe preguntar, ¿El término traducido del original en griego por destruir está
    bien traducido? El uso claro del término no puede significar aniquilamiento, y
    el orador arriba citado podría con la misma exactitud consultar un diccionario
    en lo que se refiere a los significados de los términos “perder”, “mutilar” para
    obtener entonces el significado de “destruir”. Tales tácticas denuncian o una
    ignorancia de la cual un niño de escuela se avergonzaría o una incalificable
    falta de honradez.

    “Pero,” arguyen ellos, ‘aionios’ la palabra griega traducida eterno y eternal,
    significa duradero por una edad. Y si significa duradero por una edad, no puede
    significar eterno.

    Recordemos que el lenguaje vino a la existencia traído por el hombre para
    expresar sus ideas. La palabra se acuña para llenar una necesidad, y por lo
    tanto la necesidad es seguida por la palabra. Teniendo en cuenta que el hombre
    está limitado por el tiempo y el sentido y todo lo demás fuera de esto está
    lejos de su genio, y que él depende de la revelación divina para todo verdadero
    conocimiento de lo que sigue después de la muerte, uno no esperaría hallar en el
    lenguaje humano palabras que pudieran expresar ideas divinas y eternas.

    Los misioneros que se han dado a la tarea de traducir la Biblia a idiomas
    bárbaros, todos dan testimonio de la dificultad que encuentran para expresar
    pensamientos divinos en lenguaje acuñado para llenar las necesidades del hombre,
    limitado éste por su experiencia y medio ambiente.

    Pero a medida que las ideas divinas son reveladas, la palabra recibe un
    significado más amplio, esto tendremos ocasión de verlo con más claridad y
    podemos probar a todos los lectores honrados que éste es el caso en lo que se
    refiérela término griego aionios.

    Antes de dar el uso escritural de la palabra, desearía citar una bien conocida
    autoridad sobre la materia. Dice el finado J. N. Darby:

    «La etimología dada en la época lejana de Aristóteles y por Aristóteles mismo es
    aien on que significa, existente para siempre. El uso primitivo de la palabra es
    en el sentido de la vida de un hombre. Así es usada por Homero respecto de la
    muerte de sus héroes y en otras relaciones. Mucho más tarde adquirió el
    significado de un periodo dispensacional o estados de cosa: pero cuando fue
    usada en su significado intrínseco tenía claramente el sentido de eternidad. Así
    es usada por Filo en un pasaje que no deja lugar a dudas: ‘en la eternidad en
    aioni, nada es pasado o por venir sino que solamente subsiste’ ». (J. N. Darby)

    La definición de Filo no deja nada que desear en cuanto a claridad. No hay
    pasado, no hay futuro, sino un continuo presente. ¿Podría haber algo más notable
    en cuanto a definir la eternidad? Más aún, Filo goza de gran veracidad. Él era
    un judío helenístico y contemporáneo de Aristóteles. Cuando se trata del énfasis
    de las palabras griegas usadas en el Nuevo Testamento, no podríamos aducir
    autoridad de mayor peso.

    Mosheim, cuyo saber nadie disputa, dice que aion propiamente significa duración
    indefinida o eterna en oposición a lo que es temporal y finito.

    Arrián, el filósofo griego, dice: « Yo no soy un aion, sino un hombre, una parte
    del todo, como lo es una hora de un día. Debo subsistir como una hora y fenecer
    como una hora ». Arrián contrasta aquí la existencia efímera de sí mismo como un
    hombre con la existencia eterna, y por esto emplea la palabra aion.

    Tales autores claramente dan el pensamiento de eternidad como significado del
    término.

    Volvamos ahora a lo que es infinitamente más importante, o sea, el modo en que
    se usa el término en las Escrituras. Aionios se usa setenta y una veces en el
    Nuevo Testamento. En tres pasajes solamente se aplica a períodos pasados.

    • «La cual Dios predestinó antes de los siglos (aionon)» (1 Cor. 2:7)
    • «En quienes los fines de los siglos (aionon) han parado». (1 Cor.
    10:11)
    • «Una vez en la consumación de los siglos (aionon)» (Hebreos 9:26)

    Aionon significa, por la fuerza del contexto en estos pasajes, edades que fueron
    limitadas por el tiempo.

    En todos los otros casos la palabra claramente significa eterno. Se usa una vez
    en relación con Dios; una vez en relación con el poder de Dios; dos veces en
    relación con el Señor; una vez en relación con el Espíritu Santo; cuarenta y dos
    veces en relación con la vida eterna y siete veces para expresar la duración del
    castigo eterno.

    Ninguno de nosotros que profesemos en el menor grado ser cristianos pone en duda
    la existencia eterna de Dios, del Señor Jesucristo, o del Espíritu Santo. Todos
    debemos conceder que aionios significa eterno en esta relación ya dicha.

    Un pasaje, el cual es muy claro, del cual se infiere la idea de eternidad se
    halla en 2 Cor. 4:18:-

    «Las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas
    (aionios)»

    Seguramente que aquello que es literalmente duradero por una edad es temporal.
    Lo eterno está contrastado aquí con lo temporal o duradero por una edad. Aun
    apartándonos del griego la fuerza de este importante pasaje es muy claro.

    Véase entonces la larga lista de cuarenta y dos textos afirmando que el creyente
    tiene la vida eterna; la larga lista de catorce textos afirmando la duración
    eterna de las bendiciones del creyente que hacen un total de cincuenta y seis
    textos. Ahora bien, no hallamos libros escritos fieramente contenciosos para
    sostener que aionios en esta relación quiere decir duradero por una edad. Por
    el contrario, encontramos escritores que enseñan la
    no-eternidad del castigo, afirmando con lenidad que la vida eterna es eternal.
    Ciertamente las piernas del cojo no son iguales. ¡Qué lamentable espectáculo!
    Hombres que reciben la Palabra de Dios cuando ésta de acomoda a sus gustos y la
    rehúsan cuando no se aviene a sus caprichos.

    Pero de los cincuenta y seis pasajes que se refieren a la vida eterna y sus
    bendiciones y los siete pasajes que se refieren al castigo eterno, fijémonos en
    uno que conlleva ambos pensamientos. Seguramente no es casual que el texto se
    lea de este modo:-

    «E irán éstos al tormento eterno (aionios), y los justos a la vida eterna
    (aionios)». (Mateo 25:46)
    Si el castigo no es eterno tampoco lo es la vida. Tanto los Universalistas como
    los Aniquilicionistas se ensartan en los cuernos de un dilema. La MISMA palabra
    se usa para caracterizar la duración del castigo de una clase y la vida de la
    otra. No se puede eludir este argumento.

    El profesor Salmond dice en su libro «La Doctrina Cristiana de la
    Inmortalidad»:-

    «Decir que el adjetivo aionios tiene un sentido en la primera mitad del
    versículo y otro distinto en la segunda es la admisión táctica de la derrota».

    Tenemos que dar frente a esto, porque nadie puede con honradez sugerir que Dios
    emplea la misma palabra en un corto versículo con dos significados distintos.

    Notando que la palabra se usa para caracterizar la duración de la existencia de
    Dios, del Señor Jesucristo y del Espíritu Santo, no podemos tener duda alguna en
    cuanto al significado de ella. Dios ha grabado el significado de eternidad sobre
    esta palabra. Tómese otro pasaje donde el pensamiento del castigo eterno se
    halla expresado de dos maneras:-

    «Cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, mas
    está expuesto a eterno (aionios) juicio». (Marcos 3:29)

    Tómese luego la solemne declaración tres veces repetida por el Señor mismo.

    «Donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga ». (Marcos 9:44, 46, 48)

    ¿No está esto en contraste con el gehena fuera de Jerusalem, donde millones de
    gusanos perecían y miles de llamas eran apagadas? Aquí « su » gusano nunca muere
    y el fuego nunca se apaga. Y como si quisiera hacer el significado doblemente
    claro, una expresión aun más fuerte se usa en relación con el ser de Dios, y con
    el castigo eterno.
    «El Dios que vive para siempre jamás (literalmente, por los siglos de los
    siglos)» (Apoc. 15:7)

    «Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás (literalmente, por los
    siglos de los siglos) Y los que adoran a la bestia y a su imagen, no tienen
    reposo día y noche» (Apoc. 14:11)

    ¡Cuán enfático es esto! El mismo escritor dentro del espacio de unos pocos
    versículos afirma que Dios existe para siempre jamás, y que el tormento de los
    perdidos continúa para siempre jamás, esto es, que mientras Él exista, el
    tormento de los perdidos continúa.

    Tormento significa una condición la cual requiere un ente vivo. Usted no puede
    atormentar lo que está aniquilado pues lo que no existe no puede ser tratado de
    ese modo. Por lo tanto, si el tormento de esas almas perdidas continúa para
    siempre – por los siglos de los siglos- es necesario que estas almas perdidas
    estén, no aniquiladas, sino en consciente existencia.

    Pero con frecuencia se arguye que Dios es muy benigno para torturar a nadie.
    Esto es cierto. Dios no tortura a ninguno. La Biblia nunca afirma esto. «El juez
    de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?»

    ¿Acusa alguien al gobierno de torturar a sus ciudadanos porque éstos por sus
    delitos estén en el presidio? Id a las cárceles. Ved la mente atormentada, la
    conciencia acusadora; el amargo remordimiento que con frecuencia tortura las
    mentes, y las conciencias de los reclusos. ¿Se atrevería persona alguna, a menos
    que estuviera loca, de acusar al gobierno de deliberadamente torturar a sus
    presos? ¡Seguramente que no! Es el recuerdo de su propio delito y la
    consecuencia presente para ellos que les atormenta. Ellos se atormentan a sí
    mismos, pues la Escritura dice:
    «En la obra de sus manos fue enlazado el malo». (Salmo 9:16)

    Id un paso más lejos. Si es necesario que el juez, para castigar a un joven
    malvado ordene que sea azotado, y si el juez condena al criminal a trabajo
    forzado, ¿acusa ciudadano sensato alguno al juez de torturar a aquellos que así
    son condenados por sus crímenes? En relación con los asuntos de este mundo uno
    no oye la expresión de tal sentimentalismo enfermo, pero si es un argumento
    común, si es que cabe llamarlo argumento, con frecuencia aducido en conexión con
    este solemne asunto. Rebota sobre las cabezas de aquellos que lo esgriman.

    Hay un pasaje muy claro el cual establece de modo terminante que ser arrojado al
    lago de fuego no significa aniquilamiento, y este es Apoc. 19:20

    «Estos dos (la bestia y el falso profeta) fueron lanzados vivos dentro de un
    lago de fuego ardiendo en azufre»

    Entonces en el capítulo 20, leemos que el diablo está en el abismo por mil años,
    por todo el milenio, y al fin de ese tiempo es suelto y después de una breve
    rebelión leemos:

    «Y el diablo que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde
    está la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre
    jamás.» (Apoc. 20:10)

    Aquí aprendemos dos cosas. Por más de mil años dos individuos, la bestia y el
    falso profeta, habrán estado en el lago de fuego, cuando Satanás vendrá a
    unírseles, y la porción de ellos será «Ser atormentados día y noche para siempre
    jamás (literalmente, por los siglos de los siglos)». ¿Se dirá a la faz de esto
    que el castigo no es eterno? Se ha intentado restar solemnidad a la verdad de
    este pasaje agarrándose a la expresión «día y noche». Pero esta es una oposición
    ociosa sino algo peor, a esta verdad. Más aún, si pudiera pasar el argumento aún
    tendríamos que hacer frente a la expresión «para siempre jamás». El hecho es que
    la expresión «día y noche» sólo enfatiza el carácter continuo e irremisible del
    castigo.

    Pero, dice el opositor, «¿Cómo puede un individuo estar en un lago de fuego, y
    no ser consumido al instante?» Creemos que se ha hecho incontable daño por
    predicadores que se han extendido en una descripción gráfica y vívida y al mismo
    tiempo anti-escritural del lenguaje empleado por las Escrituras concerniente al
    “gehena”, “lago de fuego”, “su gusano”, y “las tinieblas de afuera”. Creemos que
    el predicador debiera usar el lenguaje mismo de las Escrituras, y sino lo hace,
    falta a la fidelidad que debe a sus oyentes. Advierta a sus oyentes del peligro
    del fuego del infierno y del castigo eterno, pero hágase esto estrictamente en
    el lenguaje que el Espíritu Santo enseña.

    Una cosa es perfectamente clara. Si se arguyera que estos términos son
    simbólicos, esto en manera alguna debilita las horribles verdades que venimos
    considerando. Nunca olvidemos esto.

    El Señor Jesús, en infinita sabiduría e ilimitada compasión por los perdidos ha
    creído propio usar lenguaje claro y admonitivo, y nosotros hacemos bien en
    adherirnos a ese lenguaje, no quitándole ni tampoco añadiéndole. El finado Sir
    Roberto Anderson escribió:

    «Tan horrible es la enseñanza del Señor Jesús respecto a la condenación del
    impenitente que cada declaración sobre el asunto debe adherirse estrictamente a
    los términos precisos de las Escrituras».

    Estamos enteramente de acuerdo con esta observación, pero usemos el mismo
    lenguaje de las Escrituras. Hallaremos que ellas son la espada del Espíritu.
    Existen, sin embargo, dos incidentes notables dados en las Escrituras los cuales
    podrían muy bien silenciar a cualquier opositor.

    Cuando Moisés estaba cuidando el rebaño de Jethro su suegro en Horeb él
    contempló una escena maravillosa.

    «Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una
    zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.»
    (Éxodo 3:2)[2]

    El especulador puede decir: ¿Cómo es que la zarza puede arder y no ser
    consumida? Aquí tenemos las declaraciones categóricas de que fue así.

    Más aún, recordaréis como los tres mancebos hebreos fueron arrojados dentro de
    un horno ardiente calentado siete veces más de lo común al extremo que las
    fieras llamas mataron a los hombres más poderosos del ejercito de Nabucodonosor,
    quienes fueron encargados de arrojarlos, y a pesar de esto los tres mancebos
    hebreos no se quemaron ni su cabello fue chamuscado ni sus ropas se mudaron ni
    olor de fuego había pasado por ellos. Solamente las cuerdas con que fueron
    atados fueron consumidas. ¿Podéis explicar esto? Antes sometámonos sin reserva a
    la Palabra de Dios, y creamos exactamente lo que ellas dicen.

    Debemos tener en mente que no podemos aplicar las condiciones que privan en
    esta vida en conexión con los cuerpos mortales, a los cuerpos de los incrédulos
    que serán resucitados para el juicio. Hacer tal cosa solo denuncia nuestra
    ignorancia.

    Hay un pasaje muy expresivo el cual se presta a gran reflexión. Se halla al
    final de las palabras en que el Hijo de Dios hace una solemne advertencia en
    cuanto al gehena.

    «Porque todos serán salados con fuego y todo sacrificio será salado con sal.
    Buena es la sal: mas si la sal fuere desabrida, ¿con qué la adobaréis? Tened en
    vosotros mismos sal: y tened paz los unos con los otros». (Marcos 9:49, 50)

    Todos conocemos la propiedad preservativa de la sal. La putrefacción es
    indefinidamente detenida en la carne cuando es salada. Este es un mundo en el
    cual se ha desarrollado la putrefacción moral y el Señor desea que Su pueblo sea
    conservado por la sal preservativa de su gracia. El sacrificio salado por sal es
    emblemático del hecho de que Dios desea preservar Su pueblo para Sí de la
    impureza y corrupción de lo que nos rodea. Como dice un buen conocido autor:

    «Sal . . . es aquella energía de Dios dentro de nosotros que une todo lo que hay
    en nosotros con Dios y dedica el corazón a Él, atándolo a Él en el sentido de
    obligación y de deseo, rechazando todo lo que hay en uno mismo que sea
    contrario a Él». –J. N. Darby.

    Si esto falta cuan terrible es el lenguaje, «salado con fuego». El fuego en vez
    de consumir y destruir, hace todo lo contrario. Es preservativo por sí mismo, de
    aquí que sea «fuego que nunca se apaga».

    Keble dice con mucha verdad:

    «Salado por fuego parece mostrar, Cómo el espíritu perdido en un ¡ay! sin fin,
    puede vivir sin corromperse . . . »

    He encontrado invariablemente en conversación personal con aquellos que afirman
    la no-eternidad del castigo que se remiten muy pocas o ninguna vez a las
    Escrituras, sino que recurren al sentimiento y a la razón carnal. Nos dicen que
    Dios no puede hacer esto y que hará aquello. La Palabra de Dios puede enseñar
    todo lo opuesto a eso. Esto, en mi experiencia, generalmente importa muy poco
    para ellos. Ellos se yerguen en jueces y afirman lo que Dios hará o no hará.

    Rogamos al lector no preste atención al sentimiento o a la razón carnal en esta
    materia porque las Escrituras claramente nos dicen:

    «El hombre animal (natural) no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
    porque le son locura . . . » (1 Co. 2:14)

    Y otra vez nos dice:

    «Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se
    sujeta a la ley de Dios ni tampoco puede» (Romanos 8:7)

    Digamos siempre y en todas las ocasiones: ¿Qué dicen las Escrituras? Allí
    solamente estamos sobre terreno firme. Sólo allí estamos seguros.

    En relación con este asunto leímos un libro afirmando el Universalismo. EL autor
    niega desembarazadamente el pensamiento de eternidad en sentido alguno a la
    palabra aionios. El debe conocer el modo en que aun escritores paganos han usado
    la palabra en ese sentido, como hemos señalado, pero él no hace alusión alguna a
    ellos. Él se arroga el derecho de enseñarnos sobre la materia, por tanto
    nosotros tendríamos el derecho de esperar que él esté bien familiarizado con
    ella.

    Más aún, él niega con igual desembarazo el castigo eterno, diciendo que es
    duradero por una edad y para ser consistente afirma que la vida es solamente
    duradera por una edad. ¡Ah, la sofistería de su alegación! Es en un extremo
    descabellada. Sesenta y cinco veces es la vida eterna mencionada en el Nuevo
    Testamento. Este autor tiene la osadía de decirnos que sesenta y cinco veces
    Dios nos dice en su Palabra que la vida divina que Él da es solamente por una
    edad, pero con todo eso afirma inmediatamente que la vida no es duradera por una
    edad en absoluto sino para siempre jamás, recurriendo a otros pasajes para
    probar esta afirmación.

    ¿Se presta la Palabra de Dios a tales juegos malabares? ¿ Puede afirmarse una y
    otra vez que la vida es duradera por una edad y al mismo tiempo decir que es
    eterna y nada más? Tales argumentos son indignos de un hombre de responsabilidad
    intelectual, por no decir de Dios mismo.

    Pero este ministro probablemente cree conveniente olvidar que aionios se usa una
    vez con respecto a Dios Mismo. ¿Dura Dios sólo por una edad? Se usa una vez
    también en relación con Su poder. ¿Dura el poder de Dios sólo por una edad? Se
    usa dos veces en relación con el Señor Jesús, en quien están fundadas todas las
    esperanzas del pecador creyente. ¿Es el Señor un Salvador que sólo dura por una
    edad? También se usa dos veces en relación con el Espíritu Santo. ¿Dura la
    eternidad sólo por una edad? Al hacer estas preguntas las dejamos contestadas.

    ¿Por qué este ministro no menciona uno de estos pasajes en los cuales se emplea
    el término aionios del modo ya indicado? Él los conocía, de eso no hay la menor
    duda. ¿Por qué no se refirió él a estos textos? El hecho es que él no podía
    encararse con ellos y por esto optó por ignorarlos. ¿Hay consistencia en esto?
    ¿Se puede defender una causa adoptando una conducta tal?

    Él no está solo en la condenación que las Escrituras influyen a aquellos que
    manejan la Palabra de Dios engañosamente. Todas las religiones apostatas y
    anti-cristianas como los Testigos de Jehová, La Ciencia Cristiana, el Adventismo
    del Séptimo Día y el Mormonismo se unen para negar abiertamente el castigo
    eterno y lo hacen barajando de una manera engañosa la Palabra de Dios. Junto a
    estos se encuentran las blasfemas doctrinas respecto a la deidad del Señor Jesús
    y Su obra expiatoria.

    Oímos a uno de estos engañadores decir dirigiéndose a un auditorio de cerca de
    mil personas que Dios dictó la sentencia de muerte sobre el pecador desobediente
    y que cuando Adán pecó el juicio fue:

    «El día que de él comieres, morirás» (Gen. 2:17)

    esto es, el hombre vino a ser mortal y a su debido tiempo murió, el alma murió,
    y murió el espíritu, y ese fue El juicio. Que después de la muerte no había
    conocimiento. Él siguió sosteniendo que la muerte era el entero juicio, que Dios
    lo dijo y que nosotros debemos creerlo. Tan engañoso manejo de las Escrituras
    levantó nuestra justa indignación, por eso dijimos allá, clara y solemnemente de
    tal modo que todos pudieron oír: “Las Escrituras dicen:

    «Está establecido a los hombres que mueran una vez, y después (de la muerte) el
    juicio» (Hebreos 9:27)

    Sí después de la muerte es el juicio, ¿cómo puede ser la muerte el juicio?”

    El orador pareció titubear por un momento al verse contradicho y nosotros
    estamos seguros que estábamos respaldados por el poder de la Palabra de Dios y
    el espíritu Santo. Reponiéndose un tanto este engañador dijo más o menos así: No
    puedo explicar cada versículo de la Biblia en este instante. En estos momentos
    sólo ocupa mi atención Génesis 2:17. La evasiva era el único camino abierto para
    él. No era el camino del valor ni de la hombread, pero este incidente nos da una
    muestra del modo en que multitudes son engañados.

    ¿Es la teoría de la no-eternidad del castigo sustentada por cristianos
    espirituales, por aquellos que tienen un profundo conocimiento de las
    Escrituras, cuyas vidas están caracterizadas por la santidad y por el fervor y
    por el éxito en alcanzar inconversos? Nuestra experiencia es que no. Esta teoría
    fue promulgada por primera vez en nuestra juventud por tales críticos descreídos
    y mordaces como Carlos Bradlaugh y Roberto Ingersoll y propaganda más tarde aquí
    y allá entre los cristianos nominales por elementos audaces del tipo de Canon
    Farrar y Archdeacon Wilberforce, filtrada sutilmente en novelas, tentativamente
    sugeridas en poesía, y ha tomado tal incremento que ha venido a ser la creencia
    general de la cristiandad. Mostradme un mero cristiano nominal, mundano, un
    hombre con un bajo concepto de las Escrituras, de Dios, del pecado, y de la
    expiación, y esta teoría hallará pronta acogida en su mente.

    Por el contrario la verdad del castigo eterno se halla entre aquellos a quienes
    uno puede mirar con respeto por ser vivos exponentes del cristianismo, quienes
    son reconocidos como verdaderos estudiantes de las Escrituras y usados
    prominentemente por Dios en el ministerio a los creyentes y en la evangelización
    entre los inconversos.

    Todo esto, aunque no aducido en forma de argumento, ya hemos establecido
    claramente la verdad desde el punto de vista escritural, redunda en apoyo de
    nuestra contención.

    Estamos seguros que la Palabra de Dios presenta la verdad en términos claros y
    precisos, de suerte que ésta sea recibida en su justa y verdadera intención.
    Preferiríamos escuchar la exposición de un discípulo “ignorante y sin letras”
    como los antiguos apóstoles, pero hombre espiritual y de piedad, antes que a uno
    que solo se apoya en su erudición y en el poder de su intelecto. Un conocimiento
    del hebreo y del griego es cosa de gran utilidad, pero hay otras cosas mucho más
    necesarias; las cuales son, ser un verdadero creyente en el Señor Jesús y
    depender del Espíritu Santo tanto para la enseñanza como para la recepción de la
    verdad.

    La erudición en manos de un hombre del calibre que dejamos dicho es de gran
    valor y yo sería el último en restarle importancia.

    Es consolador acercarse a las Escrituras sintiendo que ellas fueron escritas no
    sólo para beneficio e instrucción de los letrados y eruditos sino que también
    para los sencillos creyentes en Cristo, y si los sabios y eruditos se cuentan
    entre éstos se puede considerar a sí mismos hombres felices.

    Cualquier sencillo creyente que lea las Escrituras por primera vez desembarazado
    de la incredulidad religiosa del siglo veinte, se levantaría de su tarea
    plenamente convencido de que Dios ha amonestado al pecador incrédulo acerca de
    los horribles riesgos que corre, a saber, el castigo eterno, esto es, la
    existencia consciente por toda la eternidad bajo la ira de Dios.

    Y cuando se hace necesario investigar cuidadosamente esta cuestión, no tomando
    nada a prima facie, mas siguiendo paso a paso la enseñanza de las Escrituras
    sobre la materia, no podemos sino levantarnos de nuestra investigación sin una
    sombra de duda en cuanto a la enseñanza de la Palabra de Dios al respecto.

    La enseñanza solemne de las Escrituras es que el castigo del incrédulo es
    eterno, que es un tormento consciente y sin fin en el lago de fuego. Nos
    sometemos a su enseñanza y nuestra oración es que tanto el autor de este
    folleto como los lectores despierten a un celo más diligente y más abnegado en
    la predicación del Evangelio, «porque es potencia de Dios para salvación a todo
    aquel que cree» Romanos 1:16

    Si este folleto llegara a las manos de un inconverso, le rogamos que se vuelva
    sin un momento de dilación al Señor y confíe en Él como Salvador que murió en la
    cruz ignominiosa para que el camino de la vida y la salvación fuese justamente
    revelado a «todo aquel que cree». ¡Qué glorioso Evangelio!

    Pero recordad que fue el mismo Salvador quien amonestó solemnemente a sus
    oyentes acerca del infierno.

    ¿Queréis recibirle como vuestro misericordioso Salvador ahora o como vuestro
    Juez delante del Gran Trono Blanco? ¿Cuál queréis que sea vuestra porción, la
    vida eterna o el castigo eterno? Os ruego que contestéis estas preguntas ante la
    santa presencia de Dios. Podéis ser salvos y serlo ahora mismo.

    «Jesucristo . . . se dio a Sí Mismo en precio de rescate por TODOS» (1 Timoteo
    2:6)

    «Si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que dios le
    levantó de los muertos, serás salvo » (Romanos 10:9)

    «He aquí AHORA el tiempo aceptable; he aquí AHORA el día de salud» (2 Corintios
    6:2)


    Retorno Indice Doctrinal Watchtower
    Retorno “El Hades y el Castigo Eterno”. Parte I
    Retorno Indice General Watchtower
    Retorno Indice Adventistas

    1 Se sabe muy bien que la palabra «inmortal» usada en 1 Timoteo
    1:17 y aplicada a Dios debe traducirse «incorruptible».
    2 Hay dos pasajes. «La misma naturaleza, ¿no os enseña?» (1 Co.
    11:4) y, «Habla a la tierra, que ella te enseñará» (Job 12:8) los cuales nos
    instruyen en cuanto a cómo usar ilustraciones de las cosas que nos rodean. En
    el caso de la zarza ardiente lo ocurrido fue contrario a la naturaleza. Pero en
    la naturaleza tenemos un notable mineral, asbesto, de fina textura fibrosa
    semejante al lino, que es incombustible, cuyo nombre se deriva del griego. La
    misma palabra se usa en los siguientes pasajes:-
    «Quemará la paja en el fuego que nunca se apaga (griego asbesto)» (Mateo3:12)
    «Fuego que no puede ser apagado (griego asbesto)» (Marcos 9:43)
    «Fuego que no puede ser apagado (griego asbesto)» (Marcos 9:45)
    «La paja quemará en fuego que nunca se apagará (griego asbesto) (Lucas 3:17)
    ¿Existen límites para el poder de Dios? Hacemos bien en no especular en cuanto
    en cuanto a las condiciones de las cuales no tenemos conocimiento salvo el
    revelado en las Escrituras.

    Hades



    Hijo de Crono y Rea y hermano, entre otros, de Zeus. El nombre "Hades"
    designa tanto al dios como al mundo subterráneo. También se le conoce con el
    nombre de Aidoneo. Está casado con Perséfone, a la que raptó y, engañándola, la
    obligó a vivir con él un tercio del año en el Hades (ver Perséfone).
    Tiene como arma peculiar un casco que hace invisible al que lo lleva: regalo
    de los Cíclopes.
    Con sus hermanos Zeus y Posidón se repartió la soberanía del mundo: a Hades
    le pertenece el control del mundo subterráneo. Hades habita, pues, un mundo de
    oscuridad: representa la muerte, el fin de todos los mortales; es un dios al que
    todos odian, hombres y dioses. Su decisión es irrevocable, es inflexible, es el
    destino ineludible. Reina en este mundo de tinieblas de puertas cerradas del que
    Hades apenas se mueve; sólo lo hizo para raptar a su esposa, Perséfone.
    La geografía del Hades obtiene muy distintas representaciones dependiendo
    del mito en el que se describa. Por ejemplo, mientras que para unos es perpetua
    oscuridad (dominio de Érebo), para otros, el infierno también participa de la
    luz; hay una separación entre los bienaventurados y los desdichados: mientras
    que el Hades propiamente dicho permanece oscuro, el país de los bienaventurados
    disfruta de la luz. Entonces, en este segundo mito, lo lóbrego y húmedo pasaría
    a convertirse en fértil, presentando ciertas afinidades con la "llanura del
    Elíseo".
    Otra característica del Hades la constituyen las aguas subterráneas: dos de
    las más importantes, a parte del Océano, son la laguna Estigia y el río
    Arqueronte. La laguna Estigia adquiere una gran importancia en la mitología
    griega en cuanto se convierte en objeto de juramento de los dioses, el
    incumplimiento del cual implica que al dios perjuro dejará de permitírsele
    consumir la "ambrosía", permaneciendo inerte, durante nueve años. El río
    Arqueronte representa el obstáculo que deben atravesar los muertos para llegar
    al Hades; la idea del obstáculo es una constante en la escatología de los
    pueblos indoeuropeos: el alma, separada del cuerpo, avanza hasta que encuentra
    un obstáculo (un lago, un barranco...) que, si se quiere cruzar, deberá ser
    ganándose los favores de su guardián o del que facilita el paso (en el caso de
    la mitología griega, Caronte, un barquero).


    "... descendieron a la enmohecida morada del terrible Hades en el anonimato,
    pues, aunque eran brillantes, también les sorprendió la negra muerte y dejaron
    la brillante luz del sol." Hesiodo. Tabajos y días, 152.

    Hades / Plutón

    Orígenes y atributos
    Era el dios de los muertos, hijo de Cronos y de Rea y hermano de Zeus y
    Poseidón. Obtuvo el poder del mundo subterráneo después de que junto a sus
    hermanos se repartiera el universo tras haber derrotado a su padre. Le
    correspondió la peor parte por ser el hermano menor de la familia. Allí
    vivía de forma feroz y despiadada junto a Perséfone, raptada del mundo
    superior como única forma de Hades de romper su celibato. Al contrario de
    lo que parece lógico, pues no había plegaria que le aplacara, no era
    demasiado maligno. La versión romana de Hades, Plutón, era más benigna
    porque se le consideraba el dador de las riquezas del mundo.

    Lugar de residencia
    El mundo de los muertos también recibe el nombre de Hades. Estaba dividido
    en dos regiones: Erebo, donde los muertos entran en cuanto fallecen y
    Tártaro, la región más profunda, famosa por ser morada eterna de los
    titanes. Era un lugar tétrico, oscuro y funesto, habitado de formas y
    sombras incorpóreas y custodiado por Cerbero, el perro de tres cabezas y
    cola de dragón y que Heracles pudo capturar. Había horrendos ríos que
    separaban el Hades de la tierra por los que se pasaba conducidos por el
    anciano Caronte. En algún lugar de toda ese tétrico mundo se situaba el
    palacio del dios Hades, con muchas puertas, y lúgubres almas deambulantes.
    En los infiernos se juzgaba la actuación de los muertos y se decidía su
    destino: el Elíseo para las buenas almas y el Tártaro para las malvadas.

      Fecha y hora actual: Vie 22 Nov 2024 - 2:19