[1] Algunos autores aseguran que hades es una localidad situada en el centro de
la tierra. Siendo uno de sus departamentos el paraíso y otro la morada de los
perdidos. Pero 2 Cor. 12: 1-4 es claro al respecto. “El tercer cielo,” esto, es
la inmediata presencia de Dios, es idéntico al “paraíso,” zanjando el punto en
cuanto a dónde está el paraíso. El primer cielo es el firmamento o la expansión
de Gen.1., la atmósfera que rodea la tierra, el sitio de las nubes; el segundo
cielo es el vasto espacio que contiene nuestro sol y sistema planetario el cual
se extiende aún más allá de los vastos espacios que contiene las estrellas;
mientras que el tercer cielo se usa para designar la morada de Dios.
[2] El siguiente extracto de un bien conocido escritor merece consideración: “El
rico y Lázaro no me siento libre para considerarlos como una parábola aunque no
tengo controversia con aquellos que así lo consideran. No solamente no es
llamada una parábola sino que también se introduce nombres, una cosa sin
precedentes en las parábolas de nuestro Señor. Prefiero considerar al rico y a
Lázaro como personajes reales cuya historia en este mundo y en el más allá es
solamente trazada por el Señor para el provecho moral de los hombres en todos
lugares.”
El hecho de que nuestro Señor describe la condición del rico después de la
muerte en lenguaje simbólico, a lo menos en parte, no prueba en modo alguno que
no fuera un individuo real. Obsérvese que todo lo que se dice de él y Lázaro en
vida está en completa harmonía con las peripecias de la vida real.
[3] Sería bueno de paso decir algo en cuanto a la expresión “el abismo” (griego
– abussos) la cual se usa siete veces en el libro de Apocalipsis. Evidentemente
no es lo mismo que el lago de fuego, porque en Apoc. 20:3 Satanás es arrojado
al pozo del abismo antes del milenio, y al fin de este es suelto de su prisión y
después de un corto período de rebelión contra Dios es arrojado al lago de
fuego y azufre (véase cap. 20:10) – su condenación final. El abismo es
evidentemente un lugar de confinamiento para los espíritus malos y desde donde
éstos pueden por permisión de Dios venir a la tierra y ser usados como azote
contra el mundo impío. Hay sólo otros dos lugares donde la palabra “abussos” es
usada. En Lucas 8:31, donde el Señor arroja la legión de demonios fuera del
endemoniado, ellos “le rogaron que no les mandase ir al abismo” (griego,
abussos), esto es, a volver a su lugar de confinamiento. En Apoc. 9, el abismo
es abierto por un ángel, e inmediatamente enjambres de demonios bajo el símbolo
de langostas ascienden sobre la tierra; evidentemente el espiritismo de un modo
espantoso y militante afligirá la tierra una vez que sea quitada la presente
restricción de la presencia del Espíritu Santo. En Rom. 10:7, el uso de la
palabra “abussos” tiene el sentido de la entrada del cuerpo del Señor en el
sepulcro y el consecuente milagro de la resurrección. “¿Quién descenderá al
abismo (abussos)? Esto es, para volver a traer a Cristo de los muertos.” El
pasaje mismo explica el significado de la palabra, según ésta se usa en este
particular.
El Hades y el Castigo Eterno. Parte II
por: A. J. Pollock
Parte II
LA INMORTALIDAD CONDICIONAL
La inmortalidad condicional es enseñada por las dos escuelas Nihilistas, esto
es, ellos niegan la continua existencia
del alma, enseñando que la vida después de la tumba está condicionada a aceptar
a Cristo en esta vida y de este
modo obtener vida de Él. Ellos declaran que no hay vida después de la muerte
excepto en Cristo. Nadie, dicen ellos, tendrá existencia continua sino los
creyentes el Señor Jesús. La doctrina de esta última clase conduce a sus adeptos
a absurdos obvios. Si no hay vida más allá del sepulcro sino en Cristo, entonces
se sigue que los muertos impíos cuando sean resucitados deban tener vida en
Cristo. ¿Cómo podrían ser juzgados si estuvieran delante del Gran Trono Blanco
vivos en Cristo? ¿Cómo podría esa vida ser aniquilada en el lago de fuego?
¡Imposible!
Más aún, ellos dicen que vida en Cristo es inmortalidad. ¿Cómo podrían,
entonces, los muertos impíos ser resucitados en vida en Cristo, en otras
palabras, en inmortalidad, y aún ser aniquilados? Seguramente que las palabras
no significan nada si la inmortalidad puede ser destruida de este modo.
Una equivocación común de todos los que enseñan la inmortalidad condicional es
de confundir la vida eterna con la inmortalidad. Ellos enseñan que estos
términos son sinónimos. Las Escrituras dicen: « la dádiva de Dios es vida eterna
en Cristo Jesús Señor Nuestro.» (Rom. 6:23)
Un destacado escritor adscrito a la inmortalidad condicional dice:-
«La inmortalidad es la dádiva de Dios en Cristo nuestro Señor, pero ésta no es
la posesión universal del hombre.»
Pero el creyente en Cristo tiene vida eterna ahora. Si vida eterna e
inmortalidad son sinónimos como muchos de los que enseñan la inmortalidad
condicional dicen, se sigue entonces que los creyentes en Cristo quienes tienen
vida eterna ahora tienen inmortalidad ahora y por tanto pueden morir. Pero sí
mueren. Porque ha de observarse que inmortalidad (athanasia) sólo se menciona
tres veces en el Nuevo Testamento. Un pasaje que se usa constante y
triunfantemente por aquellos que niegan la inmortalidad como pertenencia del
hombre es aquel en que, hablando de Dios, se dice:-
« Quien sólo tiene inmortalidad.» (I Tim. 6:16)[1]
Pero esta evidencia es contraproducente a su caso. Ellos aducen que sólo Dios
tiene inmortalidad. Pero los ángeles la tienen en el sentido de existencia sin
fin. Porque mortal significa más que “capaz de morir”, significa “muriendo”.
Esto es, un ser mortal es uno en quien el proceso de muerte se está efectuando.
Puede ser lenta e imperceptiblemente pero no por esto menos seguro, hasta que
culmina en el mismo hecho de la muerte. Las semillas de la muerte están en
operación hasta que se efectúa el fin. Lucas 20:36 es claro en cuanto a la
existencia sin fin de los ángeles.
El Señor, hablando de aquellos que serán tenidos por dignos de la resurrección
de entre los muertos, esto es, los verdaderos creyentes, dice:-
« Porque no pueden ya más morir: porque son iguales a los ángeles, y son hijos
de Dios, cuando son hijos de la resurrección. » (Lucas 20:36)
Esto es, los ángeles no pueden morir.
Lo que es más serio aún, al usar este versículo del modo que lo usan los
Nihilistas, lo que hacen es destruir el terreno en que pueden asentar sus
propios pies. Porque si sólo Dios tiene inmortalidad, entonces se sigue que no
solo nadie m’as la tiene ahora, como por ejemplo los ángeles, sino tampoco, para
ser lógicos nadie puede tenerla en el futuro. Las Escrituras nos dicen
claramente que los creyentes serán vestidos de inmortalidad en la venida de
Cristo, de suerte que la Palabra de Dios contradice tal uso del versículo.
Pero ella nos dice claramente que Dios sólo tiene inmortalidad. ¿Cuál es la
verdad en esto? La respuesta es clara y concluyente. Dios solo la tiene
INHERENTE. Solo Él la tiene en Sí mismo. Todos los demás quienes la tienen, la
tienen conferida y sustentada por Él.
Los otros dos lugares donde inmortalidad (athanasia) es mencionada son como
sigue:-
« Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto
mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible fuere vestido de
incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará
la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria. » (I Corintios
15:53, 54).
Aquí el sentido es claro. Corrupción, inmortalidad – ambas se refieren al cuerpo
y no al alma. Corrupción se aplica al CUERPO muerto- mortalidad al cuerpo
muriendo.
No hay discusión en cuanto a que corrupción en este pasaje se refiere al cuerpo
muerto de un creyente, e incorrupción al cuerpo del creyente en la resurrección.
No hay necesidad de discutir el punto.
Que el término mortal se refiere a un cuerpo muriendo, se infiere claramente de
los siguientes pasajes:-
« No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal. » (Rom. 6:12); «
Vivificará también vuestros cuerpos mortales. » (Rom. 8:11); « Para que también
la vida de Jesús sea manifestada en vuestra carne mortal. » (2 Co. 4:11);
Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo (cuerpo) gemimos agravados;
porque no quisiéramos ser desnudados, sino sobrevestidos, para que lo mortal sea
absorbido por la vida.» (2 Co. 5:4)
Aquí tenemos todos los pasajes del Nuevo Testamento en que se usan las palabras
mortal y mortalidad. Es claro que los términos se usan en conexión con el cuerpo
muriendo.
Por otra parte el término moral, nunca se usa en conexión con el alma. ¿Por qué?
Porque ésta no está sujeta a la muerte. El alma es inmortal no inherentemente,
como lo es Dios, sino con una inmortalidad conferida y sustentada por Él. Leemos
en cuanto al hombre:
« Formó pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz
soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente. » (Gen. 2:7)
El finado Mr. F. W. Grant en su libro « Facts and Theories as to the Future
State », (Hechos y Teorías en cuanto a la Condición después de la muerte)
escribe con referencia al pasaje arriba citado:-
« El hombre y la bestia, ambos poseen alma viviente. No disfrazamos la verdad
acerca de esto, antes, abogamos por ella. » (p.56).
« De la más ligera ojeada, se desprende que hay algo más que tomó lugar en la
creación del hombre que en la creación del animal. Es claro que dios alentó en
la nariz del hombre el soplo de vida mas no lo hizo esto con el animal . . .
Porque aunque lo que fue impartido no sea aún plenamente demostrado – por ser
ésta una revelación rudimentaria – no obstante es claro que el hombre tiene un
vínculo aquí con Dios mismo, que el animal no tiene . . .
Es de este modo que el hombre recibe la vida ». (pp. 57, 58)
Pero el lector puede argüir; « Si la palabra mortal nunca se aplica por las
Escrituras al alma, tampoco la palabra inmortal. ¿Puede entonces decirse que el
alma es inmoral? » Replicamos que es perfectamente cierto que el término
inmortal nunca se usa en las Escrituras en conexión con el alma, pero no
obstante la verdad de la existencia perpetua del alma está tejida en la urdimbre
de las Escrituras. De no ser inmortal el alma, sino mortal, esto sería afirmado
inequívocamente por las Escrituras. No existe ni una sola línea que diga que el
alma es mortal.
Dios alentó en la nariz del hombre soplo de vida, viniendo a ser de este modo
especial en contraste con los animales, un alma viviente.
Por toda la Palabra es un hecho admitido que el alma es eterna en su existencia.
Pero considerando que « la vida y la incorrupción son traídas a la luz por el
Evangelio », es obvio que debemos esperar del Nuevo Testamento la luz máxima
sobre esta materia.
Aun en el Antiguo Testamento hallamos abundante indicaciones de lo que estamos
buscando. No tenemos que repetir los pasajes ya citados (en la Parte I )
referente al sheol, demostrando que el alma, al ocurrir la muerte va a una
condición de existencia consciente en el otro mundo, en otras palabras, que el
alma está dotada de existencia continua . . . La evidencia sobre este extremo es
preponderante, y cuando venimos al Nuevo Testamento el testimonio de este en
cuando al hades que es el equivalente de sheol confirma de una manera plena este
aserto.
Una prueba muy fuerte de lo que hemos aseverado en las primeras páginas de este
folleto en cuanto a sheol y hades surge cuando los saduceos quienes, no creyendo
en la resurrección, adujeron el caso hipotético de la mujer que tuvo siete
maridos y recibieron la respuesta del Señor:-
«Y de la resurrección de los muertos: ¿no habéis leído lo que os es dicho por
Dios, que dice: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob? Dios no es Dios de muertos sino de vivos » (Mateo 22:31, 32).
Y como si quisiera enfatizar la gran importancia de este incidente, tanto Marcos
como Lucas lo registran. Ellos se refieren particularmente, como lo hace Esteban
también en su discurso dirigido al Sanedrín, a la ocasión cuando Dios habló a
Moisés de entre la zarza ardiente (véase Éxodo 3:6). Los patriarcas mencionados
habían muerto hacía ya muchos años. Si sus almas hubiesen dejado de existir,
Dios no podría haberse presentado a Sí mismo, como el Dios de ellos. Pues dice
clara y enfáticamente « Dios no es Dios de muertos, sino de vivos ». Y más aún
El dijo, «Yo soy el Dios de Abraham » etc . . . Los cuerpos de ellos, está
claro, yacían en sus tumbas. Sus almas, es obvio, vivían en la condición de
hades, como ya hemos visto.
Aun más, Judas, hablando de los moradores de las ciudades impías de la llanura,
nos dice que están sufriendo la venganza del fuego eterno. No hay indicio de que
el alma duerma o de la no existencia del alma, (véase Judas 7), aunque, cuando
Judas escribió, habían transcurrido dos mil años desde que el juicio les había
sobrevenido.
Pedro igualmente se refiere a los « espíritus encarcelados », aquellos que
habían sido desobedientes en los días de Noé. Tampoco él nos deja ver indicio
alguno del sueño del alma o de su no existencia a pesar de estos espíritus haber
estado encarcelados desde los días ante-diluvianos.
Otra vez, Moisés y Elías aparecieron en gloria sobre el monte de la
transfiguración demostrando que tenían existencia consciente, aunque el cuerpo
de Moisés había estado en el sepulcro por cientos de años.
Enoc y Elías fueron trasladados al cielo sin pasar por la muerte en absoluto, no
dándosenos indicio alguno de que el alma duerme o de su no-existencia. El ladrón
agonizante oyó las palabras: «Hoy estarás conmigo en el paraíso » (Lucas 23:43).
Sé que se ha hecho un esfuerzo para demostrar que « hoy » se refiere al tiempo
en que el Señor profirió las palabras, « te digo hoy », pero la estructura de la
oración no permite tal traducción. Evidentemente fue una respuesta gracia la que
recibió el ladrón por su petición, « Señor, acuérdate de mí cuando vinieres a tu
reino » (un tiempo futuro) ¡Cuán enfática es la respuesta del Señor! « Te digo,
hoy estarás conmigo en el paraíso ».
El apóstol Pablo dijo:
«De ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de ser desatado, y
estar con Cristo lo cual es mucho mejor » (Filipenses 1:23).
El no dijo que tenía deseo de ser desatado y entrar en el sueño o la
inconsciencia del alma. Seguramente eso no hubiera sido « mucho mejor » que
gozar del amor del Señor aquí en la tierra y ser usado en su servicio. El dice
claramente, « Ser desatado y ESTAR CON CRISTO ».
Y como hacerlo más claro aún, leemos:
« Más confiamos, y más quisiéramos partir del cuerpo y estar presentes al Señor
» (2 Corintios 5:8).
Aquí se trata de la separación del alma del cuerpo, y su presencia CON el Señor.
No hay indicio de sueño del alma sino que claramente describe un estado
intermedio de felicidad.
Tenemos aún las propias palabras del Señor:-
« Y aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de
Abraham; y murió también el rico y fue sepultado. Y en el infierno (hades) alzó
sus ojos, estando en tormentos » (Lucas 16:22, 23).
El Señor presenta la verdad aquí en lenguaje inequívoco. El cuerpo del mendigo
yacía en el sepulcro mientras su espíritu pasó a un estado de felicidad. El seno
de Abraham es simbólico de la porción feliz de los santos de Dios que habían
muerto en el Antiguo Testamento.
1. El cuerpo del rico estaba en el sepulcro. « Alzando sus ojos » es, como
ya hemos visto, simplemente lenguaje simbólico que describe el estado consciente
de su alma. El lenguaje simple y gráfico atrae más la atención de las personas
no importa cual sea su grado de cultura, que una descripción del estado
consciente del alma después de la muerte hecha en términos científicos la cual
hubiese sido inadecuado para los oyentes del Señor. El hecho es que no hay la
mínima dificultad en la narración tomada en su justo sentido. A diario al
hablar, estamos usando constantemente lenguaje figurado que todos entienden.
Nueve décimas de la crítica anti-bíblica no es honrada, y tiene la clara
intención de desacreditar la Biblia. Pero aún ésta existe tan vital y vigorosa
como siempre. En los pocos incidentes y pasajes ya referidos tenemos tanto al
creyente como al inconverso en un estado consciente en cuanto a sus almas,
después de la muerte.
Más aún, en lo que se refiere a los creyentes, la vida eterna les pertenece y
vivirán para siempre; en cuanto a los inconversos, « la ira de Dios permanece
sobre ellos », probando en ambos casos su existencia eterna, aunque en distintas
condiciones. Con esta evidencia ante nosotros, la cual podría multiplicarse de
permitirlo el espacio, tenemos prueba clara y preponderante de la existencia
eterna del alma.
No confundamos la vida eterna con la inmortalidad. La vida es la porción
presente y eterna de cada creyente en Cristo. La inmortalidad, según es
presentada en las Escrituras en relación con el creyente es aquello que él
recibirá en cuanto a su cuerpo en la segunda venida del Señor.
Ni bastará decir que la expresión « muerte segunda » significa aniquilamiento a
la faz de la expresión « la ira de Dios permanece sobre él »; habiendo personas
vivas sobre quienes permanece la ira. Además, la expresión: «el humo del
tormento de ellos sube para siempre jamás », debe indicar que haya personas
vivas, capaces de sufrir tormento. Aún más, la expresión, «el gusano de ellos no
muere» etc. Una cosa aniquilada no puede poseer nada, pero dice aquí, «el gusano
de ellos no muere», indicando posesión.
La palabra muerte se usa en tres relaciones. Ella expresa:
• Separación moral de Dios por causa del pecado
• Separación del cuerpo, del alma y el Espíritu.
• Separación eterna de Dios
En ninguno de estos casos significa aniquilación.
En cuanto a la primera, leemos de aquellos que se hallan « muertos en delitos y
pecados » cuando tanto el cuerpo como el alma están juntos vivos en esta tierra.
Muerte en el sentido en que se emplea el término en el segundo caso no necesita
comentario salvo decir que no significa dejar de existir, como ya lo hemos
demostrado con gran abundancia de prueba. El sentido en que se usa el término en
el tercer caso es claro. « Y el infierno (hades) y la muerte fueron lanzados en
el lago de fuego. Esta es la muerte segunda » (Apoc. 20:14). La segunda muerte
es una existencia de miseria permanente y eterna. Con frecuencia usamos la
expresión, “vivir muriendo” y lo que queremos decir se entiende con toda
claridad. Aquí el significado es igualmente claro: « muerte segunda » lo cual
significa existencia eterna y consciente bajo la ira de Dios – separación eterna
de Dios, lo cual debe significar miseria y tormento, porque toda verdadera
bendición y todo gozo consisten en nuestra justa relación con Dios.
Abordemos más directamente la pregunta: ¿Es eterno el castigo de los perdidos?
Si la ira de Dios permanece sobre el incrédulo, como dicen las Escrituras, éste
tiene que existir para que la ira de Dios pueda permanecer sobre él. No podemos
eludir el significado claro de estas palabras. Si el incrédulo es aniquilado, la
ira de Dios no puede permanecer sobre lo que no existe. Recuerdo que hace muchos
años dos Adventistas en Jamaica me informaron que ellos creían en el castigo
eterno. Si el pecador fuera aniquilado, argüían ellos, seria eterno, pues es
irrevocable. Y añadían con aire de triunfo: “Castigo eterno no quiere decir
castigar eternamente”. Yo les repliqué: “¿Significa tres meses de castigo,
castigar por tres meses?”. Ellos admitieron que sí. Entonces, repliqué yo,
“castigo eterno significa castigar eternamente”.
Pero, dice el que sostiene la teoría del aniquilamiento, ¿no dice la Biblia que
debemos temer a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo? ¿Destruir no
significa aniquilar? En ninguna manera.
Destruir significa inutilizar una persona o cosa en relación con el propósito
para el cual fue hecha. Dejamos caer una taza, se rompe en fragmentos. Decimos,
con mucha razón: “esta destruida”. Que ése es el significado de la palabra es
sumamente claro. La palabra para destruir que se usa en el griego es apollumi.
Por ejemplo leemos:-
« Los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo que
pidiese a Barrabás, y a Jesús matase (griego, apollumi) » (Mateo 27:20).
¿Podían los judíos aniquilar al Señor? Seguramente que no. Pero ellos podían
(permitiéndolo Dios) llevarlo a muerte. Y eso es lo que quiere decir aquí.
Leemos otra vez:
« Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe
los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden (griego apollumi) ».
(Marcos 2:22)
Evidentemente, destruir aquí quiere decir los odres inservibles, pero no
aniquilados. Volvemos a leer:
« Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido (griego
apollumi) ». (Lucas 15:6)
¿Podía el Buen Pastor haber hallado algo que estaba aniquilado – algo que no era
algo? No, era una oveja perdida o destruida la que Él halló; y la salvó de su
estado de perdición, y la rescató de destrucción.
Otra vez leemos:
«Si nuestro Evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden (griego
apollumi) está encubierto ». (2 Corintios 4:3)
Muy evidentemente los perdidos o destruidos aquí son pecadores de este mundo.
Sería innecesario hablar de un Evangelio encubierto de personas que no
existieran.
Podría citarse muchos pasajes al efecto, pero con estos basta para demostrar que
la palabra destruir no significa aniquilar.
Y aún así, un orador en una conferencia sobre la inmortalidad condicional tuvo
la audacia de decir:
« El significado natural y escritural de ‘destruir’ es completamente claro. El
significado que da el diccionario es: “arruinar o aniquilar por demolición o
fuego, derribar, deshacer, asolar, matar y extirpar”, etc. Los significados
contrarios e inconsistentes son metros refugios de teólogos que procuran alterar
el significado propio y verdadero para acomodarlo a alguna interpretación
errónea de las Escrituras . . . Gehena es un lugar de destrucción ».
Cabe preguntar, ¿El término traducido del original en griego por destruir está
bien traducido? El uso claro del término no puede significar aniquilamiento, y
el orador arriba citado podría con la misma exactitud consultar un diccionario
en lo que se refiere a los significados de los términos “perder”, “mutilar” para
obtener entonces el significado de “destruir”. Tales tácticas denuncian o una
ignorancia de la cual un niño de escuela se avergonzaría o una incalificable
falta de honradez.
“Pero,” arguyen ellos, ‘aionios’ la palabra griega traducida eterno y eternal,
significa duradero por una edad. Y si significa duradero por una edad, no puede
significar eterno.
Recordemos que el lenguaje vino a la existencia traído por el hombre para
expresar sus ideas. La palabra se acuña para llenar una necesidad, y por lo
tanto la necesidad es seguida por la palabra. Teniendo en cuenta que el hombre
está limitado por el tiempo y el sentido y todo lo demás fuera de esto está
lejos de su genio, y que él depende de la revelación divina para todo verdadero
conocimiento de lo que sigue después de la muerte, uno no esperaría hallar en el
lenguaje humano palabras que pudieran expresar ideas divinas y eternas.
Los misioneros que se han dado a la tarea de traducir la Biblia a idiomas
bárbaros, todos dan testimonio de la dificultad que encuentran para expresar
pensamientos divinos en lenguaje acuñado para llenar las necesidades del hombre,
limitado éste por su experiencia y medio ambiente.
Pero a medida que las ideas divinas son reveladas, la palabra recibe un
significado más amplio, esto tendremos ocasión de verlo con más claridad y
podemos probar a todos los lectores honrados que éste es el caso en lo que se
refiérela término griego aionios.
Antes de dar el uso escritural de la palabra, desearía citar una bien conocida
autoridad sobre la materia. Dice el finado J. N. Darby:
«La etimología dada en la época lejana de Aristóteles y por Aristóteles mismo es
aien on que significa, existente para siempre. El uso primitivo de la palabra es
en el sentido de la vida de un hombre. Así es usada por Homero respecto de la
muerte de sus héroes y en otras relaciones. Mucho más tarde adquirió el
significado de un periodo dispensacional o estados de cosa: pero cuando fue
usada en su significado intrínseco tenía claramente el sentido de eternidad. Así
es usada por Filo en un pasaje que no deja lugar a dudas: ‘en la eternidad en
aioni, nada es pasado o por venir sino que solamente subsiste’ ». (J. N. Darby)
La definición de Filo no deja nada que desear en cuanto a claridad. No hay
pasado, no hay futuro, sino un continuo presente. ¿Podría haber algo más notable
en cuanto a definir la eternidad? Más aún, Filo goza de gran veracidad. Él era
un judío helenístico y contemporáneo de Aristóteles. Cuando se trata del énfasis
de las palabras griegas usadas en el Nuevo Testamento, no podríamos aducir
autoridad de mayor peso.
Mosheim, cuyo saber nadie disputa, dice que aion propiamente significa duración
indefinida o eterna en oposición a lo que es temporal y finito.
Arrián, el filósofo griego, dice: « Yo no soy un aion, sino un hombre, una parte
del todo, como lo es una hora de un día. Debo subsistir como una hora y fenecer
como una hora ». Arrián contrasta aquí la existencia efímera de sí mismo como un
hombre con la existencia eterna, y por esto emplea la palabra aion.
Tales autores claramente dan el pensamiento de eternidad como significado del
término.
Volvamos ahora a lo que es infinitamente más importante, o sea, el modo en que
se usa el término en las Escrituras. Aionios se usa setenta y una veces en el
Nuevo Testamento. En tres pasajes solamente se aplica a períodos pasados.
• «La cual Dios predestinó antes de los siglos (aionon)» (1 Cor. 2:7)
• «En quienes los fines de los siglos (aionon) han parado». (1 Cor.
10:11)
• «Una vez en la consumación de los siglos (aionon)» (Hebreos 9:26)
Aionon significa, por la fuerza del contexto en estos pasajes, edades que fueron
limitadas por el tiempo.
En todos los otros casos la palabra claramente significa eterno. Se usa una vez
en relación con Dios; una vez en relación con el poder de Dios; dos veces en
relación con el Señor; una vez en relación con el Espíritu Santo; cuarenta y dos
veces en relación con la vida eterna y siete veces para expresar la duración del
castigo eterno.
Ninguno de nosotros que profesemos en el menor grado ser cristianos pone en duda
la existencia eterna de Dios, del Señor Jesucristo, o del Espíritu Santo. Todos
debemos conceder que aionios significa eterno en esta relación ya dicha.
Un pasaje, el cual es muy claro, del cual se infiere la idea de eternidad se
halla en 2 Cor. 4:18:-
«Las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas
(aionios)»
Seguramente que aquello que es literalmente duradero por una edad es temporal.
Lo eterno está contrastado aquí con lo temporal o duradero por una edad. Aun
apartándonos del griego la fuerza de este importante pasaje es muy claro.
Véase entonces la larga lista de cuarenta y dos textos afirmando que el creyente
tiene la vida eterna; la larga lista de catorce textos afirmando la duración
eterna de las bendiciones del creyente que hacen un total de cincuenta y seis
textos. Ahora bien, no hallamos libros escritos fieramente contenciosos para
sostener que aionios en esta relación quiere decir duradero por una edad. Por
el contrario, encontramos escritores que enseñan la
no-eternidad del castigo, afirmando con lenidad que la vida eterna es eternal.
Ciertamente las piernas del cojo no son iguales. ¡Qué lamentable espectáculo!
Hombres que reciben la Palabra de Dios cuando ésta de acomoda a sus gustos y la
rehúsan cuando no se aviene a sus caprichos.
Pero de los cincuenta y seis pasajes que se refieren a la vida eterna y sus
bendiciones y los siete pasajes que se refieren al castigo eterno, fijémonos en
uno que conlleva ambos pensamientos. Seguramente no es casual que el texto se
lea de este modo:-
«E irán éstos al tormento eterno (aionios), y los justos a la vida eterna
(aionios)». (Mateo 25:46)
Si el castigo no es eterno tampoco lo es la vida. Tanto los Universalistas como
los Aniquilicionistas se ensartan en los cuernos de un dilema. La MISMA palabra
se usa para caracterizar la duración del castigo de una clase y la vida de la
otra. No se puede eludir este argumento.
El profesor Salmond dice en su libro «La Doctrina Cristiana de la
Inmortalidad»:-
«Decir que el adjetivo aionios tiene un sentido en la primera mitad del
versículo y otro distinto en la segunda es la admisión táctica de la derrota».
Tenemos que dar frente a esto, porque nadie puede con honradez sugerir que Dios
emplea la misma palabra en un corto versículo con dos significados distintos.
Notando que la palabra se usa para caracterizar la duración de la existencia de
Dios, del Señor Jesucristo y del Espíritu Santo, no podemos tener duda alguna en
cuanto al significado de ella. Dios ha grabado el significado de eternidad sobre
esta palabra. Tómese otro pasaje donde el pensamiento del castigo eterno se
halla expresado de dos maneras:-
«Cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, mas
está expuesto a eterno (aionios) juicio». (Marcos 3:29)
Tómese luego la solemne declaración tres veces repetida por el Señor mismo.
«Donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga ». (Marcos 9:44, 46, 48)
¿No está esto en contraste con el gehena fuera de Jerusalem, donde millones de
gusanos perecían y miles de llamas eran apagadas? Aquí « su » gusano nunca muere
y el fuego nunca se apaga. Y como si quisiera hacer el significado doblemente
claro, una expresión aun más fuerte se usa en relación con el ser de Dios, y con
el castigo eterno.
«El Dios que vive para siempre jamás (literalmente, por los siglos de los
siglos)» (Apoc. 15:7)
«Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás (literalmente, por los
siglos de los siglos) Y los que adoran a la bestia y a su imagen, no tienen
reposo día y noche» (Apoc. 14:11)
¡Cuán enfático es esto! El mismo escritor dentro del espacio de unos pocos
versículos afirma que Dios existe para siempre jamás, y que el tormento de los
perdidos continúa para siempre jamás, esto es, que mientras Él exista, el
tormento de los perdidos continúa.
Tormento significa una condición la cual requiere un ente vivo. Usted no puede
atormentar lo que está aniquilado pues lo que no existe no puede ser tratado de
ese modo. Por lo tanto, si el tormento de esas almas perdidas continúa para
siempre – por los siglos de los siglos- es necesario que estas almas perdidas
estén, no aniquiladas, sino en consciente existencia.
Pero con frecuencia se arguye que Dios es muy benigno para torturar a nadie.
Esto es cierto. Dios no tortura a ninguno. La Biblia nunca afirma esto. «El juez
de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?»
¿Acusa alguien al gobierno de torturar a sus ciudadanos porque éstos por sus
delitos estén en el presidio? Id a las cárceles. Ved la mente atormentada, la
conciencia acusadora; el amargo remordimiento que con frecuencia tortura las
mentes, y las conciencias de los reclusos. ¿Se atrevería persona alguna, a menos
que estuviera loca, de acusar al gobierno de deliberadamente torturar a sus
presos? ¡Seguramente que no! Es el recuerdo de su propio delito y la
consecuencia presente para ellos que les atormenta. Ellos se atormentan a sí
mismos, pues la Escritura dice:
«En la obra de sus manos fue enlazado el malo». (Salmo 9:16)
Id un paso más lejos. Si es necesario que el juez, para castigar a un joven
malvado ordene que sea azotado, y si el juez condena al criminal a trabajo
forzado, ¿acusa ciudadano sensato alguno al juez de torturar a aquellos que así
son condenados por sus crímenes? En relación con los asuntos de este mundo uno
no oye la expresión de tal sentimentalismo enfermo, pero si es un argumento
común, si es que cabe llamarlo argumento, con frecuencia aducido en conexión con
este solemne asunto. Rebota sobre las cabezas de aquellos que lo esgriman.
Hay un pasaje muy claro el cual establece de modo terminante que ser arrojado al
lago de fuego no significa aniquilamiento, y este es Apoc. 19:20
«Estos dos (la bestia y el falso profeta) fueron lanzados vivos dentro de un
lago de fuego ardiendo en azufre»
Entonces en el capítulo 20, leemos que el diablo está en el abismo por mil años,
por todo el milenio, y al fin de ese tiempo es suelto y después de una breve
rebelión leemos:
«Y el diablo que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde
está la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre
jamás.» (Apoc. 20:10)
Aquí aprendemos dos cosas. Por más de mil años dos individuos, la bestia y el
falso profeta, habrán estado en el lago de fuego, cuando Satanás vendrá a
unírseles, y la porción de ellos será «Ser atormentados día y noche para siempre
jamás (literalmente, por los siglos de los siglos)». ¿Se dirá a la faz de esto
que el castigo no es eterno? Se ha intentado restar solemnidad a la verdad de
este pasaje agarrándose a la expresión «día y noche». Pero esta es una oposición
ociosa sino algo peor, a esta verdad. Más aún, si pudiera pasar el argumento aún
tendríamos que hacer frente a la expresión «para siempre jamás». El hecho es que
la expresión «día y noche» sólo enfatiza el carácter continuo e irremisible del
castigo.
Pero, dice el opositor, «¿Cómo puede un individuo estar en un lago de fuego, y
no ser consumido al instante?» Creemos que se ha hecho incontable daño por
predicadores que se han extendido en una descripción gráfica y vívida y al mismo
tiempo anti-escritural del lenguaje empleado por las Escrituras concerniente al
“gehena”, “lago de fuego”, “su gusano”, y “las tinieblas de afuera”. Creemos que
el predicador debiera usar el lenguaje mismo de las Escrituras, y sino lo hace,
falta a la fidelidad que debe a sus oyentes. Advierta a sus oyentes del peligro
del fuego del infierno y del castigo eterno, pero hágase esto estrictamente en
el lenguaje que el Espíritu Santo enseña.
Una cosa es perfectamente clara. Si se arguyera que estos términos son
simbólicos, esto en manera alguna debilita las horribles verdades que venimos
considerando. Nunca olvidemos esto.
El Señor Jesús, en infinita sabiduría e ilimitada compasión por los perdidos ha
creído propio usar lenguaje claro y admonitivo, y nosotros hacemos bien en
adherirnos a ese lenguaje, no quitándole ni tampoco añadiéndole. El finado Sir
Roberto Anderson escribió:
«Tan horrible es la enseñanza del Señor Jesús respecto a la condenación del
impenitente que cada declaración sobre el asunto debe adherirse estrictamente a
los términos precisos de las Escrituras».
Estamos enteramente de acuerdo con esta observación, pero usemos el mismo
lenguaje de las Escrituras. Hallaremos que ellas son la espada del Espíritu.
Existen, sin embargo, dos incidentes notables dados en las Escrituras los cuales
podrían muy bien silenciar a cualquier opositor.
Cuando Moisés estaba cuidando el rebaño de Jethro su suegro en Horeb él
contempló una escena maravillosa.
«Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una
zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.»
(Éxodo 3:2)[2]
El especulador puede decir: ¿Cómo es que la zarza puede arder y no ser
consumida? Aquí tenemos las declaraciones categóricas de que fue así.
Más aún, recordaréis como los tres mancebos hebreos fueron arrojados dentro de
un horno ardiente calentado siete veces más de lo común al extremo que las
fieras llamas mataron a los hombres más poderosos del ejercito de Nabucodonosor,
quienes fueron encargados de arrojarlos, y a pesar de esto los tres mancebos
hebreos no se quemaron ni su cabello fue chamuscado ni sus ropas se mudaron ni
olor de fuego había pasado por ellos. Solamente las cuerdas con que fueron
atados fueron consumidas. ¿Podéis explicar esto? Antes sometámonos sin reserva a
la Palabra de Dios, y creamos exactamente lo que ellas dicen.
Debemos tener en mente que no podemos aplicar las condiciones que privan en
esta vida en conexión con los cuerpos mortales, a los cuerpos de los incrédulos
que serán resucitados para el juicio. Hacer tal cosa solo denuncia nuestra
ignorancia.
Hay un pasaje muy expresivo el cual se presta a gran reflexión. Se halla al
final de las palabras en que el Hijo de Dios hace una solemne advertencia en
cuanto al gehena.
«Porque todos serán salados con fuego y todo sacrificio será salado con sal.
Buena es la sal: mas si la sal fuere desabrida, ¿con qué la adobaréis? Tened en
vosotros mismos sal: y tened paz los unos con los otros». (Marcos 9:49, 50)
Todos conocemos la propiedad preservativa de la sal. La putrefacción es
indefinidamente detenida en la carne cuando es salada. Este es un mundo en el
cual se ha desarrollado la putrefacción moral y el Señor desea que Su pueblo sea
conservado por la sal preservativa de su gracia. El sacrificio salado por sal es
emblemático del hecho de que Dios desea preservar Su pueblo para Sí de la
impureza y corrupción de lo que nos rodea. Como dice un buen conocido autor:
«Sal . . . es aquella energía de Dios dentro de nosotros que une todo lo que hay
en nosotros con Dios y dedica el corazón a Él, atándolo a Él en el sentido de
obligación y de deseo, rechazando todo lo que hay en uno mismo que sea
contrario a Él». –J. N. Darby.
Si esto falta cuan terrible es el lenguaje, «salado con fuego». El fuego en vez
de consumir y destruir, hace todo lo contrario. Es preservativo por sí mismo, de
aquí que sea «fuego que nunca se apaga».
Keble dice con mucha verdad:
«Salado por fuego parece mostrar, Cómo el espíritu perdido en un ¡ay! sin fin,
puede vivir sin corromperse . . . »
He encontrado invariablemente en conversación personal con aquellos que afirman
la no-eternidad del castigo que se remiten muy pocas o ninguna vez a las
Escrituras, sino que recurren al sentimiento y a la razón carnal. Nos dicen que
Dios no puede hacer esto y que hará aquello. La Palabra de Dios puede enseñar
todo lo opuesto a eso. Esto, en mi experiencia, generalmente importa muy poco
para ellos. Ellos se yerguen en jueces y afirman lo que Dios hará o no hará.
Rogamos al lector no preste atención al sentimiento o a la razón carnal en esta
materia porque las Escrituras claramente nos dicen:
«El hombre animal (natural) no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
porque le son locura . . . » (1 Co. 2:14)
Y otra vez nos dice:
«Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se
sujeta a la ley de Dios ni tampoco puede» (Romanos 8:7)
Digamos siempre y en todas las ocasiones: ¿Qué dicen las Escrituras? Allí
solamente estamos sobre terreno firme. Sólo allí estamos seguros.
En relación con este asunto leímos un libro afirmando el Universalismo. EL autor
niega desembarazadamente el pensamiento de eternidad en sentido alguno a la
palabra aionios. El debe conocer el modo en que aun escritores paganos han usado
la palabra en ese sentido, como hemos señalado, pero él no hace alusión alguna a
ellos. Él se arroga el derecho de enseñarnos sobre la materia, por tanto
nosotros tendríamos el derecho de esperar que él esté bien familiarizado con
ella.
Más aún, él niega con igual desembarazo el castigo eterno, diciendo que es
duradero por una edad y para ser consistente afirma que la vida es solamente
duradera por una edad. ¡Ah, la sofistería de su alegación! Es en un extremo
descabellada. Sesenta y cinco veces es la vida eterna mencionada en el Nuevo
Testamento. Este autor tiene la osadía de decirnos que sesenta y cinco veces
Dios nos dice en su Palabra que la vida divina que Él da es solamente por una
edad, pero con todo eso afirma inmediatamente que la vida no es duradera por una
edad en absoluto sino para siempre jamás, recurriendo a otros pasajes para
probar esta afirmación.
¿Se presta la Palabra de Dios a tales juegos malabares? ¿ Puede afirmarse una y
otra vez que la vida es duradera por una edad y al mismo tiempo decir que es
eterna y nada más? Tales argumentos son indignos de un hombre de responsabilidad
intelectual, por no decir de Dios mismo.
Pero este ministro probablemente cree conveniente olvidar que aionios se usa una
vez con respecto a Dios Mismo. ¿Dura Dios sólo por una edad? Se usa una vez
también en relación con Su poder. ¿Dura el poder de Dios sólo por una edad? Se
usa dos veces en relación con el Señor Jesús, en quien están fundadas todas las
esperanzas del pecador creyente. ¿Es el Señor un Salvador que sólo dura por una
edad? También se usa dos veces en relación con el Espíritu Santo. ¿Dura la
eternidad sólo por una edad? Al hacer estas preguntas las dejamos contestadas.
¿Por qué este ministro no menciona uno de estos pasajes en los cuales se emplea
el término aionios del modo ya indicado? Él los conocía, de eso no hay la menor
duda. ¿Por qué no se refirió él a estos textos? El hecho es que él no podía
encararse con ellos y por esto optó por ignorarlos. ¿Hay consistencia en esto?
¿Se puede defender una causa adoptando una conducta tal?
Él no está solo en la condenación que las Escrituras influyen a aquellos que
manejan la Palabra de Dios engañosamente. Todas las religiones apostatas y
anti-cristianas como los Testigos de Jehová, La Ciencia Cristiana, el Adventismo
del Séptimo Día y el Mormonismo se unen para negar abiertamente el castigo
eterno y lo hacen barajando de una manera engañosa la Palabra de Dios. Junto a
estos se encuentran las blasfemas doctrinas respecto a la deidad del Señor Jesús
y Su obra expiatoria.
Oímos a uno de estos engañadores decir dirigiéndose a un auditorio de cerca de
mil personas que Dios dictó la sentencia de muerte sobre el pecador desobediente
y que cuando Adán pecó el juicio fue:
«El día que de él comieres, morirás» (Gen. 2:17)
esto es, el hombre vino a ser mortal y a su debido tiempo murió, el alma murió,
y murió el espíritu, y ese fue El juicio. Que después de la muerte no había
conocimiento. Él siguió sosteniendo que la muerte era el entero juicio, que Dios
lo dijo y que nosotros debemos creerlo. Tan engañoso manejo de las Escrituras
levantó nuestra justa indignación, por eso dijimos allá, clara y solemnemente de
tal modo que todos pudieron oír: “Las Escrituras dicen:
«Está establecido a los hombres que mueran una vez, y después (de la muerte) el
juicio» (Hebreos 9:27)
Sí después de la muerte es el juicio, ¿cómo puede ser la muerte el juicio?”
El orador pareció titubear por un momento al verse contradicho y nosotros
estamos seguros que estábamos respaldados por el poder de la Palabra de Dios y
el espíritu Santo. Reponiéndose un tanto este engañador dijo más o menos así: No
puedo explicar cada versículo de la Biblia en este instante. En estos momentos
sólo ocupa mi atención Génesis 2:17. La evasiva era el único camino abierto para
él. No era el camino del valor ni de la hombread, pero este incidente nos da una
muestra del modo en que multitudes son engañados.
¿Es la teoría de la no-eternidad del castigo sustentada por cristianos
espirituales, por aquellos que tienen un profundo conocimiento de las
Escrituras, cuyas vidas están caracterizadas por la santidad y por el fervor y
por el éxito en alcanzar inconversos? Nuestra experiencia es que no. Esta teoría
fue promulgada por primera vez en nuestra juventud por tales críticos descreídos
y mordaces como Carlos Bradlaugh y Roberto Ingersoll y propaganda más tarde aquí
y allá entre los cristianos nominales por elementos audaces del tipo de Canon
Farrar y Archdeacon Wilberforce, filtrada sutilmente en novelas, tentativamente
sugeridas en poesía, y ha tomado tal incremento que ha venido a ser la creencia
general de la cristiandad. Mostradme un mero cristiano nominal, mundano, un
hombre con un bajo concepto de las Escrituras, de Dios, del pecado, y de la
expiación, y esta teoría hallará pronta acogida en su mente.
Por el contrario la verdad del castigo eterno se halla entre aquellos a quienes
uno puede mirar con respeto por ser vivos exponentes del cristianismo, quienes
son reconocidos como verdaderos estudiantes de las Escrituras y usados
prominentemente por Dios en el ministerio a los creyentes y en la evangelización
entre los inconversos.
Todo esto, aunque no aducido en forma de argumento, ya hemos establecido
claramente la verdad desde el punto de vista escritural, redunda en apoyo de
nuestra contención.
Estamos seguros que la Palabra de Dios presenta la verdad en términos claros y
precisos, de suerte que ésta sea recibida en su justa y verdadera intención.
Preferiríamos escuchar la exposición de un discípulo “ignorante y sin letras”
como los antiguos apóstoles, pero hombre espiritual y de piedad, antes que a uno
que solo se apoya en su erudición y en el poder de su intelecto. Un conocimiento
del hebreo y del griego es cosa de gran utilidad, pero hay otras cosas mucho más
necesarias; las cuales son, ser un verdadero creyente en el Señor Jesús y
depender del Espíritu Santo tanto para la enseñanza como para la recepción de la
verdad.
La erudición en manos de un hombre del calibre que dejamos dicho es de gran
valor y yo sería el último en restarle importancia.
Es consolador acercarse a las Escrituras sintiendo que ellas fueron escritas no
sólo para beneficio e instrucción de los letrados y eruditos sino que también
para los sencillos creyentes en Cristo, y si los sabios y eruditos se cuentan
entre éstos se puede considerar a sí mismos hombres felices.
Cualquier sencillo creyente que lea las Escrituras por primera vez desembarazado
de la incredulidad religiosa del siglo veinte, se levantaría de su tarea
plenamente convencido de que Dios ha amonestado al pecador incrédulo acerca de
los horribles riesgos que corre, a saber, el castigo eterno, esto es, la
existencia consciente por toda la eternidad bajo la ira de Dios.
Y cuando se hace necesario investigar cuidadosamente esta cuestión, no tomando
nada a prima facie, mas siguiendo paso a paso la enseñanza de las Escrituras
sobre la materia, no podemos sino levantarnos de nuestra investigación sin una
sombra de duda en cuanto a la enseñanza de la Palabra de Dios al respecto.
La enseñanza solemne de las Escrituras es que el castigo del incrédulo es
eterno, que es un tormento consciente y sin fin en el lago de fuego. Nos
sometemos a su enseñanza y nuestra oración es que tanto el autor de este
folleto como los lectores despierten a un celo más diligente y más abnegado en
la predicación del Evangelio, «porque es potencia de Dios para salvación a todo
aquel que cree» Romanos 1:16
Si este folleto llegara a las manos de un inconverso, le rogamos que se vuelva
sin un momento de dilación al Señor y confíe en Él como Salvador que murió en la
cruz ignominiosa para que el camino de la vida y la salvación fuese justamente
revelado a «todo aquel que cree». ¡Qué glorioso Evangelio!
Pero recordad que fue el mismo Salvador quien amonestó solemnemente a sus
oyentes acerca del infierno.
¿Queréis recibirle como vuestro misericordioso Salvador ahora o como vuestro
Juez delante del Gran Trono Blanco? ¿Cuál queréis que sea vuestra porción, la
vida eterna o el castigo eterno? Os ruego que contestéis estas preguntas ante la
santa presencia de Dios. Podéis ser salvos y serlo ahora mismo.
«Jesucristo . . . se dio a Sí Mismo en precio de rescate por TODOS» (1 Timoteo
2:6)
«Si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que dios le
levantó de los muertos, serás salvo » (Romanos 10:9)
«He aquí AHORA el tiempo aceptable; he aquí AHORA el día de salud» (2 Corintios
6:2)
Retorno Indice Doctrinal Watchtower
Retorno “El Hades y el Castigo Eterno”. Parte I
Retorno Indice General Watchtower
Retorno Indice Adventistas
1 Se sabe muy bien que la palabra «inmortal» usada en 1 Timoteo
1:17 y aplicada a Dios debe traducirse «incorruptible».
2 Hay dos pasajes. «La misma naturaleza, ¿no os enseña?» (1 Co.
11:4) y, «Habla a la tierra, que ella te enseñará» (Job 12:8) los cuales nos
instruyen en cuanto a cómo usar ilustraciones de las cosas que nos rodean. En
el caso de la zarza ardiente lo ocurrido fue contrario a la naturaleza. Pero en
la naturaleza tenemos un notable mineral, asbesto, de fina textura fibrosa
semejante al lino, que es incombustible, cuyo nombre se deriva del griego. La
misma palabra se usa en los siguientes pasajes:-
«Quemará la paja en el fuego que nunca se apaga (griego asbesto)» (Mateo3:12)
«Fuego que no puede ser apagado (griego asbesto)» (Marcos 9:43)
«Fuego que no puede ser apagado (griego asbesto)» (Marcos 9:45)
«La paja quemará en fuego que nunca se apagará (griego asbesto) (Lucas 3:17)
¿Existen límites para el poder de Dios? Hacemos bien en no especular en cuanto
en cuanto a las condiciones de las cuales no tenemos conocimiento salvo el
revelado en las Escrituras.
Hades
Hijo de Crono y Rea y hermano, entre otros, de Zeus. El nombre "Hades"
designa tanto al dios como al mundo subterráneo. También se le conoce con el
nombre de Aidoneo. Está casado con Perséfone, a la que raptó y, engañándola, la
obligó a vivir con él un tercio del año en el Hades (ver Perséfone).
Tiene como arma peculiar un casco que hace invisible al que lo lleva: regalo
de los Cíclopes.
Con sus hermanos Zeus y Posidón se repartió la soberanía del mundo: a Hades
le pertenece el control del mundo subterráneo. Hades habita, pues, un mundo de
oscuridad: representa la muerte, el fin de todos los mortales; es un dios al que
todos odian, hombres y dioses. Su decisión es irrevocable, es inflexible, es el
destino ineludible. Reina en este mundo de tinieblas de puertas cerradas del que
Hades apenas se mueve; sólo lo hizo para raptar a su esposa, Perséfone.
La geografía del Hades obtiene muy distintas representaciones dependiendo
del mito en el que se describa. Por ejemplo, mientras que para unos es perpetua
oscuridad (dominio de Érebo), para otros, el infierno también participa de la
luz; hay una separación entre los bienaventurados y los desdichados: mientras
que el Hades propiamente dicho permanece oscuro, el país de los bienaventurados
disfruta de la luz. Entonces, en este segundo mito, lo lóbrego y húmedo pasaría
a convertirse en fértil, presentando ciertas afinidades con la "llanura del
Elíseo".
Otra característica del Hades la constituyen las aguas subterráneas: dos de
las más importantes, a parte del Océano, son la laguna Estigia y el río
Arqueronte. La laguna Estigia adquiere una gran importancia en la mitología
griega en cuanto se convierte en objeto de juramento de los dioses, el
incumplimiento del cual implica que al dios perjuro dejará de permitírsele
consumir la "ambrosía", permaneciendo inerte, durante nueve años. El río
Arqueronte representa el obstáculo que deben atravesar los muertos para llegar
al Hades; la idea del obstáculo es una constante en la escatología de los
pueblos indoeuropeos: el alma, separada del cuerpo, avanza hasta que encuentra
un obstáculo (un lago, un barranco...) que, si se quiere cruzar, deberá ser
ganándose los favores de su guardián o del que facilita el paso (en el caso de
la mitología griega, Caronte, un barquero).
"... descendieron a la enmohecida morada del terrible Hades en el anonimato,
pues, aunque eran brillantes, también les sorprendió la negra muerte y dejaron
la brillante luz del sol." Hesiodo. Tabajos y días, 152.
Hades / Plutón
Orígenes y atributos
Era el dios de los muertos, hijo de Cronos y de Rea y hermano de Zeus y
Poseidón. Obtuvo el poder del mundo subterráneo después de que junto a sus
hermanos se repartiera el universo tras haber derrotado a su padre. Le
correspondió la peor parte por ser el hermano menor de la familia. Allí
vivía de forma feroz y despiadada junto a Perséfone, raptada del mundo
superior como única forma de Hades de romper su celibato. Al contrario de
lo que parece lógico, pues no había plegaria que le aplacara, no era
demasiado maligno. La versión romana de Hades, Plutón, era más benigna
porque se le consideraba el dador de las riquezas del mundo.
Lugar de residencia
El mundo de los muertos también recibe el nombre de Hades. Estaba dividido
en dos regiones: Erebo, donde los muertos entran en cuanto fallecen y
Tártaro, la región más profunda, famosa por ser morada eterna de los
titanes. Era un lugar tétrico, oscuro y funesto, habitado de formas y
sombras incorpóreas y custodiado por Cerbero, el perro de tres cabezas y
cola de dragón y que Heracles pudo capturar. Había horrendos ríos que
separaban el Hades de la tierra por los que se pasaba conducidos por el
anciano Caronte. En algún lugar de toda ese tétrico mundo se situaba el
palacio del dios Hades, con muchas puertas, y lúgubres almas deambulantes.
En los infiernos se juzgaba la actuación de los muertos y se decidía su
destino: el Elíseo para las buenas almas y el Tártaro para las malvadas.
la tierra. Siendo uno de sus departamentos el paraíso y otro la morada de los
perdidos. Pero 2 Cor. 12: 1-4 es claro al respecto. “El tercer cielo,” esto, es
la inmediata presencia de Dios, es idéntico al “paraíso,” zanjando el punto en
cuanto a dónde está el paraíso. El primer cielo es el firmamento o la expansión
de Gen.1., la atmósfera que rodea la tierra, el sitio de las nubes; el segundo
cielo es el vasto espacio que contiene nuestro sol y sistema planetario el cual
se extiende aún más allá de los vastos espacios que contiene las estrellas;
mientras que el tercer cielo se usa para designar la morada de Dios.
[2] El siguiente extracto de un bien conocido escritor merece consideración: “El
rico y Lázaro no me siento libre para considerarlos como una parábola aunque no
tengo controversia con aquellos que así lo consideran. No solamente no es
llamada una parábola sino que también se introduce nombres, una cosa sin
precedentes en las parábolas de nuestro Señor. Prefiero considerar al rico y a
Lázaro como personajes reales cuya historia en este mundo y en el más allá es
solamente trazada por el Señor para el provecho moral de los hombres en todos
lugares.”
El hecho de que nuestro Señor describe la condición del rico después de la
muerte en lenguaje simbólico, a lo menos en parte, no prueba en modo alguno que
no fuera un individuo real. Obsérvese que todo lo que se dice de él y Lázaro en
vida está en completa harmonía con las peripecias de la vida real.
[3] Sería bueno de paso decir algo en cuanto a la expresión “el abismo” (griego
– abussos) la cual se usa siete veces en el libro de Apocalipsis. Evidentemente
no es lo mismo que el lago de fuego, porque en Apoc. 20:3 Satanás es arrojado
al pozo del abismo antes del milenio, y al fin de este es suelto de su prisión y
después de un corto período de rebelión contra Dios es arrojado al lago de
fuego y azufre (véase cap. 20:10) – su condenación final. El abismo es
evidentemente un lugar de confinamiento para los espíritus malos y desde donde
éstos pueden por permisión de Dios venir a la tierra y ser usados como azote
contra el mundo impío. Hay sólo otros dos lugares donde la palabra “abussos” es
usada. En Lucas 8:31, donde el Señor arroja la legión de demonios fuera del
endemoniado, ellos “le rogaron que no les mandase ir al abismo” (griego,
abussos), esto es, a volver a su lugar de confinamiento. En Apoc. 9, el abismo
es abierto por un ángel, e inmediatamente enjambres de demonios bajo el símbolo
de langostas ascienden sobre la tierra; evidentemente el espiritismo de un modo
espantoso y militante afligirá la tierra una vez que sea quitada la presente
restricción de la presencia del Espíritu Santo. En Rom. 10:7, el uso de la
palabra “abussos” tiene el sentido de la entrada del cuerpo del Señor en el
sepulcro y el consecuente milagro de la resurrección. “¿Quién descenderá al
abismo (abussos)? Esto es, para volver a traer a Cristo de los muertos.” El
pasaje mismo explica el significado de la palabra, según ésta se usa en este
particular.
El Hades y el Castigo Eterno. Parte II
por: A. J. Pollock
Parte II
LA INMORTALIDAD CONDICIONAL
La inmortalidad condicional es enseñada por las dos escuelas Nihilistas, esto
es, ellos niegan la continua existencia
del alma, enseñando que la vida después de la tumba está condicionada a aceptar
a Cristo en esta vida y de este
modo obtener vida de Él. Ellos declaran que no hay vida después de la muerte
excepto en Cristo. Nadie, dicen ellos, tendrá existencia continua sino los
creyentes el Señor Jesús. La doctrina de esta última clase conduce a sus adeptos
a absurdos obvios. Si no hay vida más allá del sepulcro sino en Cristo, entonces
se sigue que los muertos impíos cuando sean resucitados deban tener vida en
Cristo. ¿Cómo podrían ser juzgados si estuvieran delante del Gran Trono Blanco
vivos en Cristo? ¿Cómo podría esa vida ser aniquilada en el lago de fuego?
¡Imposible!
Más aún, ellos dicen que vida en Cristo es inmortalidad. ¿Cómo podrían,
entonces, los muertos impíos ser resucitados en vida en Cristo, en otras
palabras, en inmortalidad, y aún ser aniquilados? Seguramente que las palabras
no significan nada si la inmortalidad puede ser destruida de este modo.
Una equivocación común de todos los que enseñan la inmortalidad condicional es
de confundir la vida eterna con la inmortalidad. Ellos enseñan que estos
términos son sinónimos. Las Escrituras dicen: « la dádiva de Dios es vida eterna
en Cristo Jesús Señor Nuestro.» (Rom. 6:23)
Un destacado escritor adscrito a la inmortalidad condicional dice:-
«La inmortalidad es la dádiva de Dios en Cristo nuestro Señor, pero ésta no es
la posesión universal del hombre.»
Pero el creyente en Cristo tiene vida eterna ahora. Si vida eterna e
inmortalidad son sinónimos como muchos de los que enseñan la inmortalidad
condicional dicen, se sigue entonces que los creyentes en Cristo quienes tienen
vida eterna ahora tienen inmortalidad ahora y por tanto pueden morir. Pero sí
mueren. Porque ha de observarse que inmortalidad (athanasia) sólo se menciona
tres veces en el Nuevo Testamento. Un pasaje que se usa constante y
triunfantemente por aquellos que niegan la inmortalidad como pertenencia del
hombre es aquel en que, hablando de Dios, se dice:-
« Quien sólo tiene inmortalidad.» (I Tim. 6:16)[1]
Pero esta evidencia es contraproducente a su caso. Ellos aducen que sólo Dios
tiene inmortalidad. Pero los ángeles la tienen en el sentido de existencia sin
fin. Porque mortal significa más que “capaz de morir”, significa “muriendo”.
Esto es, un ser mortal es uno en quien el proceso de muerte se está efectuando.
Puede ser lenta e imperceptiblemente pero no por esto menos seguro, hasta que
culmina en el mismo hecho de la muerte. Las semillas de la muerte están en
operación hasta que se efectúa el fin. Lucas 20:36 es claro en cuanto a la
existencia sin fin de los ángeles.
El Señor, hablando de aquellos que serán tenidos por dignos de la resurrección
de entre los muertos, esto es, los verdaderos creyentes, dice:-
« Porque no pueden ya más morir: porque son iguales a los ángeles, y son hijos
de Dios, cuando son hijos de la resurrección. » (Lucas 20:36)
Esto es, los ángeles no pueden morir.
Lo que es más serio aún, al usar este versículo del modo que lo usan los
Nihilistas, lo que hacen es destruir el terreno en que pueden asentar sus
propios pies. Porque si sólo Dios tiene inmortalidad, entonces se sigue que no
solo nadie m’as la tiene ahora, como por ejemplo los ángeles, sino tampoco, para
ser lógicos nadie puede tenerla en el futuro. Las Escrituras nos dicen
claramente que los creyentes serán vestidos de inmortalidad en la venida de
Cristo, de suerte que la Palabra de Dios contradice tal uso del versículo.
Pero ella nos dice claramente que Dios sólo tiene inmortalidad. ¿Cuál es la
verdad en esto? La respuesta es clara y concluyente. Dios solo la tiene
INHERENTE. Solo Él la tiene en Sí mismo. Todos los demás quienes la tienen, la
tienen conferida y sustentada por Él.
Los otros dos lugares donde inmortalidad (athanasia) es mencionada son como
sigue:-
« Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto
mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible fuere vestido de
incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará
la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria. » (I Corintios
15:53, 54).
Aquí el sentido es claro. Corrupción, inmortalidad – ambas se refieren al cuerpo
y no al alma. Corrupción se aplica al CUERPO muerto- mortalidad al cuerpo
muriendo.
No hay discusión en cuanto a que corrupción en este pasaje se refiere al cuerpo
muerto de un creyente, e incorrupción al cuerpo del creyente en la resurrección.
No hay necesidad de discutir el punto.
Que el término mortal se refiere a un cuerpo muriendo, se infiere claramente de
los siguientes pasajes:-
« No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal. » (Rom. 6:12); «
Vivificará también vuestros cuerpos mortales. » (Rom. 8:11); « Para que también
la vida de Jesús sea manifestada en vuestra carne mortal. » (2 Co. 4:11);
Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo (cuerpo) gemimos agravados;
porque no quisiéramos ser desnudados, sino sobrevestidos, para que lo mortal sea
absorbido por la vida.» (2 Co. 5:4)
Aquí tenemos todos los pasajes del Nuevo Testamento en que se usan las palabras
mortal y mortalidad. Es claro que los términos se usan en conexión con el cuerpo
muriendo.
Por otra parte el término moral, nunca se usa en conexión con el alma. ¿Por qué?
Porque ésta no está sujeta a la muerte. El alma es inmortal no inherentemente,
como lo es Dios, sino con una inmortalidad conferida y sustentada por Él. Leemos
en cuanto al hombre:
« Formó pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y alentó en su nariz
soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente. » (Gen. 2:7)
El finado Mr. F. W. Grant en su libro « Facts and Theories as to the Future
State », (Hechos y Teorías en cuanto a la Condición después de la muerte)
escribe con referencia al pasaje arriba citado:-
« El hombre y la bestia, ambos poseen alma viviente. No disfrazamos la verdad
acerca de esto, antes, abogamos por ella. » (p.56).
« De la más ligera ojeada, se desprende que hay algo más que tomó lugar en la
creación del hombre que en la creación del animal. Es claro que dios alentó en
la nariz del hombre el soplo de vida mas no lo hizo esto con el animal . . .
Porque aunque lo que fue impartido no sea aún plenamente demostrado – por ser
ésta una revelación rudimentaria – no obstante es claro que el hombre tiene un
vínculo aquí con Dios mismo, que el animal no tiene . . .
Es de este modo que el hombre recibe la vida ». (pp. 57, 58)
Pero el lector puede argüir; « Si la palabra mortal nunca se aplica por las
Escrituras al alma, tampoco la palabra inmortal. ¿Puede entonces decirse que el
alma es inmoral? » Replicamos que es perfectamente cierto que el término
inmortal nunca se usa en las Escrituras en conexión con el alma, pero no
obstante la verdad de la existencia perpetua del alma está tejida en la urdimbre
de las Escrituras. De no ser inmortal el alma, sino mortal, esto sería afirmado
inequívocamente por las Escrituras. No existe ni una sola línea que diga que el
alma es mortal.
Dios alentó en la nariz del hombre soplo de vida, viniendo a ser de este modo
especial en contraste con los animales, un alma viviente.
Por toda la Palabra es un hecho admitido que el alma es eterna en su existencia.
Pero considerando que « la vida y la incorrupción son traídas a la luz por el
Evangelio », es obvio que debemos esperar del Nuevo Testamento la luz máxima
sobre esta materia.
Aun en el Antiguo Testamento hallamos abundante indicaciones de lo que estamos
buscando. No tenemos que repetir los pasajes ya citados (en la Parte I )
referente al sheol, demostrando que el alma, al ocurrir la muerte va a una
condición de existencia consciente en el otro mundo, en otras palabras, que el
alma está dotada de existencia continua . . . La evidencia sobre este extremo es
preponderante, y cuando venimos al Nuevo Testamento el testimonio de este en
cuando al hades que es el equivalente de sheol confirma de una manera plena este
aserto.
Una prueba muy fuerte de lo que hemos aseverado en las primeras páginas de este
folleto en cuanto a sheol y hades surge cuando los saduceos quienes, no creyendo
en la resurrección, adujeron el caso hipotético de la mujer que tuvo siete
maridos y recibieron la respuesta del Señor:-
«Y de la resurrección de los muertos: ¿no habéis leído lo que os es dicho por
Dios, que dice: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob? Dios no es Dios de muertos sino de vivos » (Mateo 22:31, 32).
Y como si quisiera enfatizar la gran importancia de este incidente, tanto Marcos
como Lucas lo registran. Ellos se refieren particularmente, como lo hace Esteban
también en su discurso dirigido al Sanedrín, a la ocasión cuando Dios habló a
Moisés de entre la zarza ardiente (véase Éxodo 3:6). Los patriarcas mencionados
habían muerto hacía ya muchos años. Si sus almas hubiesen dejado de existir,
Dios no podría haberse presentado a Sí mismo, como el Dios de ellos. Pues dice
clara y enfáticamente « Dios no es Dios de muertos, sino de vivos ». Y más aún
El dijo, «Yo soy el Dios de Abraham » etc . . . Los cuerpos de ellos, está
claro, yacían en sus tumbas. Sus almas, es obvio, vivían en la condición de
hades, como ya hemos visto.
Aun más, Judas, hablando de los moradores de las ciudades impías de la llanura,
nos dice que están sufriendo la venganza del fuego eterno. No hay indicio de que
el alma duerma o de la no existencia del alma, (véase Judas 7), aunque, cuando
Judas escribió, habían transcurrido dos mil años desde que el juicio les había
sobrevenido.
Pedro igualmente se refiere a los « espíritus encarcelados », aquellos que
habían sido desobedientes en los días de Noé. Tampoco él nos deja ver indicio
alguno del sueño del alma o de su no existencia a pesar de estos espíritus haber
estado encarcelados desde los días ante-diluvianos.
Otra vez, Moisés y Elías aparecieron en gloria sobre el monte de la
transfiguración demostrando que tenían existencia consciente, aunque el cuerpo
de Moisés había estado en el sepulcro por cientos de años.
Enoc y Elías fueron trasladados al cielo sin pasar por la muerte en absoluto, no
dándosenos indicio alguno de que el alma duerme o de su no-existencia. El ladrón
agonizante oyó las palabras: «Hoy estarás conmigo en el paraíso » (Lucas 23:43).
Sé que se ha hecho un esfuerzo para demostrar que « hoy » se refiere al tiempo
en que el Señor profirió las palabras, « te digo hoy », pero la estructura de la
oración no permite tal traducción. Evidentemente fue una respuesta gracia la que
recibió el ladrón por su petición, « Señor, acuérdate de mí cuando vinieres a tu
reino » (un tiempo futuro) ¡Cuán enfática es la respuesta del Señor! « Te digo,
hoy estarás conmigo en el paraíso ».
El apóstol Pablo dijo:
«De ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de ser desatado, y
estar con Cristo lo cual es mucho mejor » (Filipenses 1:23).
El no dijo que tenía deseo de ser desatado y entrar en el sueño o la
inconsciencia del alma. Seguramente eso no hubiera sido « mucho mejor » que
gozar del amor del Señor aquí en la tierra y ser usado en su servicio. El dice
claramente, « Ser desatado y ESTAR CON CRISTO ».
Y como hacerlo más claro aún, leemos:
« Más confiamos, y más quisiéramos partir del cuerpo y estar presentes al Señor
» (2 Corintios 5:8).
Aquí se trata de la separación del alma del cuerpo, y su presencia CON el Señor.
No hay indicio de sueño del alma sino que claramente describe un estado
intermedio de felicidad.
Tenemos aún las propias palabras del Señor:-
« Y aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de
Abraham; y murió también el rico y fue sepultado. Y en el infierno (hades) alzó
sus ojos, estando en tormentos » (Lucas 16:22, 23).
El Señor presenta la verdad aquí en lenguaje inequívoco. El cuerpo del mendigo
yacía en el sepulcro mientras su espíritu pasó a un estado de felicidad. El seno
de Abraham es simbólico de la porción feliz de los santos de Dios que habían
muerto en el Antiguo Testamento.
1. El cuerpo del rico estaba en el sepulcro. « Alzando sus ojos » es, como
ya hemos visto, simplemente lenguaje simbólico que describe el estado consciente
de su alma. El lenguaje simple y gráfico atrae más la atención de las personas
no importa cual sea su grado de cultura, que una descripción del estado
consciente del alma después de la muerte hecha en términos científicos la cual
hubiese sido inadecuado para los oyentes del Señor. El hecho es que no hay la
mínima dificultad en la narración tomada en su justo sentido. A diario al
hablar, estamos usando constantemente lenguaje figurado que todos entienden.
Nueve décimas de la crítica anti-bíblica no es honrada, y tiene la clara
intención de desacreditar la Biblia. Pero aún ésta existe tan vital y vigorosa
como siempre. En los pocos incidentes y pasajes ya referidos tenemos tanto al
creyente como al inconverso en un estado consciente en cuanto a sus almas,
después de la muerte.
Más aún, en lo que se refiere a los creyentes, la vida eterna les pertenece y
vivirán para siempre; en cuanto a los inconversos, « la ira de Dios permanece
sobre ellos », probando en ambos casos su existencia eterna, aunque en distintas
condiciones. Con esta evidencia ante nosotros, la cual podría multiplicarse de
permitirlo el espacio, tenemos prueba clara y preponderante de la existencia
eterna del alma.
No confundamos la vida eterna con la inmortalidad. La vida es la porción
presente y eterna de cada creyente en Cristo. La inmortalidad, según es
presentada en las Escrituras en relación con el creyente es aquello que él
recibirá en cuanto a su cuerpo en la segunda venida del Señor.
Ni bastará decir que la expresión « muerte segunda » significa aniquilamiento a
la faz de la expresión « la ira de Dios permanece sobre él »; habiendo personas
vivas sobre quienes permanece la ira. Además, la expresión: «el humo del
tormento de ellos sube para siempre jamás », debe indicar que haya personas
vivas, capaces de sufrir tormento. Aún más, la expresión, «el gusano de ellos no
muere» etc. Una cosa aniquilada no puede poseer nada, pero dice aquí, «el gusano
de ellos no muere», indicando posesión.
La palabra muerte se usa en tres relaciones. Ella expresa:
• Separación moral de Dios por causa del pecado
• Separación del cuerpo, del alma y el Espíritu.
• Separación eterna de Dios
En ninguno de estos casos significa aniquilación.
En cuanto a la primera, leemos de aquellos que se hallan « muertos en delitos y
pecados » cuando tanto el cuerpo como el alma están juntos vivos en esta tierra.
Muerte en el sentido en que se emplea el término en el segundo caso no necesita
comentario salvo decir que no significa dejar de existir, como ya lo hemos
demostrado con gran abundancia de prueba. El sentido en que se usa el término en
el tercer caso es claro. « Y el infierno (hades) y la muerte fueron lanzados en
el lago de fuego. Esta es la muerte segunda » (Apoc. 20:14). La segunda muerte
es una existencia de miseria permanente y eterna. Con frecuencia usamos la
expresión, “vivir muriendo” y lo que queremos decir se entiende con toda
claridad. Aquí el significado es igualmente claro: « muerte segunda » lo cual
significa existencia eterna y consciente bajo la ira de Dios – separación eterna
de Dios, lo cual debe significar miseria y tormento, porque toda verdadera
bendición y todo gozo consisten en nuestra justa relación con Dios.
Abordemos más directamente la pregunta: ¿Es eterno el castigo de los perdidos?
Si la ira de Dios permanece sobre el incrédulo, como dicen las Escrituras, éste
tiene que existir para que la ira de Dios pueda permanecer sobre él. No podemos
eludir el significado claro de estas palabras. Si el incrédulo es aniquilado, la
ira de Dios no puede permanecer sobre lo que no existe. Recuerdo que hace muchos
años dos Adventistas en Jamaica me informaron que ellos creían en el castigo
eterno. Si el pecador fuera aniquilado, argüían ellos, seria eterno, pues es
irrevocable. Y añadían con aire de triunfo: “Castigo eterno no quiere decir
castigar eternamente”. Yo les repliqué: “¿Significa tres meses de castigo,
castigar por tres meses?”. Ellos admitieron que sí. Entonces, repliqué yo,
“castigo eterno significa castigar eternamente”.
Pero, dice el que sostiene la teoría del aniquilamiento, ¿no dice la Biblia que
debemos temer a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo? ¿Destruir no
significa aniquilar? En ninguna manera.
Destruir significa inutilizar una persona o cosa en relación con el propósito
para el cual fue hecha. Dejamos caer una taza, se rompe en fragmentos. Decimos,
con mucha razón: “esta destruida”. Que ése es el significado de la palabra es
sumamente claro. La palabra para destruir que se usa en el griego es apollumi.
Por ejemplo leemos:-
« Los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo que
pidiese a Barrabás, y a Jesús matase (griego, apollumi) » (Mateo 27:20).
¿Podían los judíos aniquilar al Señor? Seguramente que no. Pero ellos podían
(permitiéndolo Dios) llevarlo a muerte. Y eso es lo que quiere decir aquí.
Leemos otra vez:
« Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe
los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden (griego apollumi) ».
(Marcos 2:22)
Evidentemente, destruir aquí quiere decir los odres inservibles, pero no
aniquilados. Volvemos a leer:
« Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido (griego
apollumi) ». (Lucas 15:6)
¿Podía el Buen Pastor haber hallado algo que estaba aniquilado – algo que no era
algo? No, era una oveja perdida o destruida la que Él halló; y la salvó de su
estado de perdición, y la rescató de destrucción.
Otra vez leemos:
«Si nuestro Evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden (griego
apollumi) está encubierto ». (2 Corintios 4:3)
Muy evidentemente los perdidos o destruidos aquí son pecadores de este mundo.
Sería innecesario hablar de un Evangelio encubierto de personas que no
existieran.
Podría citarse muchos pasajes al efecto, pero con estos basta para demostrar que
la palabra destruir no significa aniquilar.
Y aún así, un orador en una conferencia sobre la inmortalidad condicional tuvo
la audacia de decir:
« El significado natural y escritural de ‘destruir’ es completamente claro. El
significado que da el diccionario es: “arruinar o aniquilar por demolición o
fuego, derribar, deshacer, asolar, matar y extirpar”, etc. Los significados
contrarios e inconsistentes son metros refugios de teólogos que procuran alterar
el significado propio y verdadero para acomodarlo a alguna interpretación
errónea de las Escrituras . . . Gehena es un lugar de destrucción ».
Cabe preguntar, ¿El término traducido del original en griego por destruir está
bien traducido? El uso claro del término no puede significar aniquilamiento, y
el orador arriba citado podría con la misma exactitud consultar un diccionario
en lo que se refiere a los significados de los términos “perder”, “mutilar” para
obtener entonces el significado de “destruir”. Tales tácticas denuncian o una
ignorancia de la cual un niño de escuela se avergonzaría o una incalificable
falta de honradez.
“Pero,” arguyen ellos, ‘aionios’ la palabra griega traducida eterno y eternal,
significa duradero por una edad. Y si significa duradero por una edad, no puede
significar eterno.
Recordemos que el lenguaje vino a la existencia traído por el hombre para
expresar sus ideas. La palabra se acuña para llenar una necesidad, y por lo
tanto la necesidad es seguida por la palabra. Teniendo en cuenta que el hombre
está limitado por el tiempo y el sentido y todo lo demás fuera de esto está
lejos de su genio, y que él depende de la revelación divina para todo verdadero
conocimiento de lo que sigue después de la muerte, uno no esperaría hallar en el
lenguaje humano palabras que pudieran expresar ideas divinas y eternas.
Los misioneros que se han dado a la tarea de traducir la Biblia a idiomas
bárbaros, todos dan testimonio de la dificultad que encuentran para expresar
pensamientos divinos en lenguaje acuñado para llenar las necesidades del hombre,
limitado éste por su experiencia y medio ambiente.
Pero a medida que las ideas divinas son reveladas, la palabra recibe un
significado más amplio, esto tendremos ocasión de verlo con más claridad y
podemos probar a todos los lectores honrados que éste es el caso en lo que se
refiérela término griego aionios.
Antes de dar el uso escritural de la palabra, desearía citar una bien conocida
autoridad sobre la materia. Dice el finado J. N. Darby:
«La etimología dada en la época lejana de Aristóteles y por Aristóteles mismo es
aien on que significa, existente para siempre. El uso primitivo de la palabra es
en el sentido de la vida de un hombre. Así es usada por Homero respecto de la
muerte de sus héroes y en otras relaciones. Mucho más tarde adquirió el
significado de un periodo dispensacional o estados de cosa: pero cuando fue
usada en su significado intrínseco tenía claramente el sentido de eternidad. Así
es usada por Filo en un pasaje que no deja lugar a dudas: ‘en la eternidad en
aioni, nada es pasado o por venir sino que solamente subsiste’ ». (J. N. Darby)
La definición de Filo no deja nada que desear en cuanto a claridad. No hay
pasado, no hay futuro, sino un continuo presente. ¿Podría haber algo más notable
en cuanto a definir la eternidad? Más aún, Filo goza de gran veracidad. Él era
un judío helenístico y contemporáneo de Aristóteles. Cuando se trata del énfasis
de las palabras griegas usadas en el Nuevo Testamento, no podríamos aducir
autoridad de mayor peso.
Mosheim, cuyo saber nadie disputa, dice que aion propiamente significa duración
indefinida o eterna en oposición a lo que es temporal y finito.
Arrián, el filósofo griego, dice: « Yo no soy un aion, sino un hombre, una parte
del todo, como lo es una hora de un día. Debo subsistir como una hora y fenecer
como una hora ». Arrián contrasta aquí la existencia efímera de sí mismo como un
hombre con la existencia eterna, y por esto emplea la palabra aion.
Tales autores claramente dan el pensamiento de eternidad como significado del
término.
Volvamos ahora a lo que es infinitamente más importante, o sea, el modo en que
se usa el término en las Escrituras. Aionios se usa setenta y una veces en el
Nuevo Testamento. En tres pasajes solamente se aplica a períodos pasados.
• «La cual Dios predestinó antes de los siglos (aionon)» (1 Cor. 2:7)
• «En quienes los fines de los siglos (aionon) han parado». (1 Cor.
10:11)
• «Una vez en la consumación de los siglos (aionon)» (Hebreos 9:26)
Aionon significa, por la fuerza del contexto en estos pasajes, edades que fueron
limitadas por el tiempo.
En todos los otros casos la palabra claramente significa eterno. Se usa una vez
en relación con Dios; una vez en relación con el poder de Dios; dos veces en
relación con el Señor; una vez en relación con el Espíritu Santo; cuarenta y dos
veces en relación con la vida eterna y siete veces para expresar la duración del
castigo eterno.
Ninguno de nosotros que profesemos en el menor grado ser cristianos pone en duda
la existencia eterna de Dios, del Señor Jesucristo, o del Espíritu Santo. Todos
debemos conceder que aionios significa eterno en esta relación ya dicha.
Un pasaje, el cual es muy claro, del cual se infiere la idea de eternidad se
halla en 2 Cor. 4:18:-
«Las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas
(aionios)»
Seguramente que aquello que es literalmente duradero por una edad es temporal.
Lo eterno está contrastado aquí con lo temporal o duradero por una edad. Aun
apartándonos del griego la fuerza de este importante pasaje es muy claro.
Véase entonces la larga lista de cuarenta y dos textos afirmando que el creyente
tiene la vida eterna; la larga lista de catorce textos afirmando la duración
eterna de las bendiciones del creyente que hacen un total de cincuenta y seis
textos. Ahora bien, no hallamos libros escritos fieramente contenciosos para
sostener que aionios en esta relación quiere decir duradero por una edad. Por
el contrario, encontramos escritores que enseñan la
no-eternidad del castigo, afirmando con lenidad que la vida eterna es eternal.
Ciertamente las piernas del cojo no son iguales. ¡Qué lamentable espectáculo!
Hombres que reciben la Palabra de Dios cuando ésta de acomoda a sus gustos y la
rehúsan cuando no se aviene a sus caprichos.
Pero de los cincuenta y seis pasajes que se refieren a la vida eterna y sus
bendiciones y los siete pasajes que se refieren al castigo eterno, fijémonos en
uno que conlleva ambos pensamientos. Seguramente no es casual que el texto se
lea de este modo:-
«E irán éstos al tormento eterno (aionios), y los justos a la vida eterna
(aionios)». (Mateo 25:46)
Si el castigo no es eterno tampoco lo es la vida. Tanto los Universalistas como
los Aniquilicionistas se ensartan en los cuernos de un dilema. La MISMA palabra
se usa para caracterizar la duración del castigo de una clase y la vida de la
otra. No se puede eludir este argumento.
El profesor Salmond dice en su libro «La Doctrina Cristiana de la
Inmortalidad»:-
«Decir que el adjetivo aionios tiene un sentido en la primera mitad del
versículo y otro distinto en la segunda es la admisión táctica de la derrota».
Tenemos que dar frente a esto, porque nadie puede con honradez sugerir que Dios
emplea la misma palabra en un corto versículo con dos significados distintos.
Notando que la palabra se usa para caracterizar la duración de la existencia de
Dios, del Señor Jesucristo y del Espíritu Santo, no podemos tener duda alguna en
cuanto al significado de ella. Dios ha grabado el significado de eternidad sobre
esta palabra. Tómese otro pasaje donde el pensamiento del castigo eterno se
halla expresado de dos maneras:-
«Cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, mas
está expuesto a eterno (aionios) juicio». (Marcos 3:29)
Tómese luego la solemne declaración tres veces repetida por el Señor mismo.
«Donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga ». (Marcos 9:44, 46, 48)
¿No está esto en contraste con el gehena fuera de Jerusalem, donde millones de
gusanos perecían y miles de llamas eran apagadas? Aquí « su » gusano nunca muere
y el fuego nunca se apaga. Y como si quisiera hacer el significado doblemente
claro, una expresión aun más fuerte se usa en relación con el ser de Dios, y con
el castigo eterno.
«El Dios que vive para siempre jamás (literalmente, por los siglos de los
siglos)» (Apoc. 15:7)
«Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás (literalmente, por los
siglos de los siglos) Y los que adoran a la bestia y a su imagen, no tienen
reposo día y noche» (Apoc. 14:11)
¡Cuán enfático es esto! El mismo escritor dentro del espacio de unos pocos
versículos afirma que Dios existe para siempre jamás, y que el tormento de los
perdidos continúa para siempre jamás, esto es, que mientras Él exista, el
tormento de los perdidos continúa.
Tormento significa una condición la cual requiere un ente vivo. Usted no puede
atormentar lo que está aniquilado pues lo que no existe no puede ser tratado de
ese modo. Por lo tanto, si el tormento de esas almas perdidas continúa para
siempre – por los siglos de los siglos- es necesario que estas almas perdidas
estén, no aniquiladas, sino en consciente existencia.
Pero con frecuencia se arguye que Dios es muy benigno para torturar a nadie.
Esto es cierto. Dios no tortura a ninguno. La Biblia nunca afirma esto. «El juez
de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?»
¿Acusa alguien al gobierno de torturar a sus ciudadanos porque éstos por sus
delitos estén en el presidio? Id a las cárceles. Ved la mente atormentada, la
conciencia acusadora; el amargo remordimiento que con frecuencia tortura las
mentes, y las conciencias de los reclusos. ¿Se atrevería persona alguna, a menos
que estuviera loca, de acusar al gobierno de deliberadamente torturar a sus
presos? ¡Seguramente que no! Es el recuerdo de su propio delito y la
consecuencia presente para ellos que les atormenta. Ellos se atormentan a sí
mismos, pues la Escritura dice:
«En la obra de sus manos fue enlazado el malo». (Salmo 9:16)
Id un paso más lejos. Si es necesario que el juez, para castigar a un joven
malvado ordene que sea azotado, y si el juez condena al criminal a trabajo
forzado, ¿acusa ciudadano sensato alguno al juez de torturar a aquellos que así
son condenados por sus crímenes? En relación con los asuntos de este mundo uno
no oye la expresión de tal sentimentalismo enfermo, pero si es un argumento
común, si es que cabe llamarlo argumento, con frecuencia aducido en conexión con
este solemne asunto. Rebota sobre las cabezas de aquellos que lo esgriman.
Hay un pasaje muy claro el cual establece de modo terminante que ser arrojado al
lago de fuego no significa aniquilamiento, y este es Apoc. 19:20
«Estos dos (la bestia y el falso profeta) fueron lanzados vivos dentro de un
lago de fuego ardiendo en azufre»
Entonces en el capítulo 20, leemos que el diablo está en el abismo por mil años,
por todo el milenio, y al fin de ese tiempo es suelto y después de una breve
rebelión leemos:
«Y el diablo que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde
está la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre
jamás.» (Apoc. 20:10)
Aquí aprendemos dos cosas. Por más de mil años dos individuos, la bestia y el
falso profeta, habrán estado en el lago de fuego, cuando Satanás vendrá a
unírseles, y la porción de ellos será «Ser atormentados día y noche para siempre
jamás (literalmente, por los siglos de los siglos)». ¿Se dirá a la faz de esto
que el castigo no es eterno? Se ha intentado restar solemnidad a la verdad de
este pasaje agarrándose a la expresión «día y noche». Pero esta es una oposición
ociosa sino algo peor, a esta verdad. Más aún, si pudiera pasar el argumento aún
tendríamos que hacer frente a la expresión «para siempre jamás». El hecho es que
la expresión «día y noche» sólo enfatiza el carácter continuo e irremisible del
castigo.
Pero, dice el opositor, «¿Cómo puede un individuo estar en un lago de fuego, y
no ser consumido al instante?» Creemos que se ha hecho incontable daño por
predicadores que se han extendido en una descripción gráfica y vívida y al mismo
tiempo anti-escritural del lenguaje empleado por las Escrituras concerniente al
“gehena”, “lago de fuego”, “su gusano”, y “las tinieblas de afuera”. Creemos que
el predicador debiera usar el lenguaje mismo de las Escrituras, y sino lo hace,
falta a la fidelidad que debe a sus oyentes. Advierta a sus oyentes del peligro
del fuego del infierno y del castigo eterno, pero hágase esto estrictamente en
el lenguaje que el Espíritu Santo enseña.
Una cosa es perfectamente clara. Si se arguyera que estos términos son
simbólicos, esto en manera alguna debilita las horribles verdades que venimos
considerando. Nunca olvidemos esto.
El Señor Jesús, en infinita sabiduría e ilimitada compasión por los perdidos ha
creído propio usar lenguaje claro y admonitivo, y nosotros hacemos bien en
adherirnos a ese lenguaje, no quitándole ni tampoco añadiéndole. El finado Sir
Roberto Anderson escribió:
«Tan horrible es la enseñanza del Señor Jesús respecto a la condenación del
impenitente que cada declaración sobre el asunto debe adherirse estrictamente a
los términos precisos de las Escrituras».
Estamos enteramente de acuerdo con esta observación, pero usemos el mismo
lenguaje de las Escrituras. Hallaremos que ellas son la espada del Espíritu.
Existen, sin embargo, dos incidentes notables dados en las Escrituras los cuales
podrían muy bien silenciar a cualquier opositor.
Cuando Moisés estaba cuidando el rebaño de Jethro su suegro en Horeb él
contempló una escena maravillosa.
«Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una
zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.»
(Éxodo 3:2)[2]
El especulador puede decir: ¿Cómo es que la zarza puede arder y no ser
consumida? Aquí tenemos las declaraciones categóricas de que fue así.
Más aún, recordaréis como los tres mancebos hebreos fueron arrojados dentro de
un horno ardiente calentado siete veces más de lo común al extremo que las
fieras llamas mataron a los hombres más poderosos del ejercito de Nabucodonosor,
quienes fueron encargados de arrojarlos, y a pesar de esto los tres mancebos
hebreos no se quemaron ni su cabello fue chamuscado ni sus ropas se mudaron ni
olor de fuego había pasado por ellos. Solamente las cuerdas con que fueron
atados fueron consumidas. ¿Podéis explicar esto? Antes sometámonos sin reserva a
la Palabra de Dios, y creamos exactamente lo que ellas dicen.
Debemos tener en mente que no podemos aplicar las condiciones que privan en
esta vida en conexión con los cuerpos mortales, a los cuerpos de los incrédulos
que serán resucitados para el juicio. Hacer tal cosa solo denuncia nuestra
ignorancia.
Hay un pasaje muy expresivo el cual se presta a gran reflexión. Se halla al
final de las palabras en que el Hijo de Dios hace una solemne advertencia en
cuanto al gehena.
«Porque todos serán salados con fuego y todo sacrificio será salado con sal.
Buena es la sal: mas si la sal fuere desabrida, ¿con qué la adobaréis? Tened en
vosotros mismos sal: y tened paz los unos con los otros». (Marcos 9:49, 50)
Todos conocemos la propiedad preservativa de la sal. La putrefacción es
indefinidamente detenida en la carne cuando es salada. Este es un mundo en el
cual se ha desarrollado la putrefacción moral y el Señor desea que Su pueblo sea
conservado por la sal preservativa de su gracia. El sacrificio salado por sal es
emblemático del hecho de que Dios desea preservar Su pueblo para Sí de la
impureza y corrupción de lo que nos rodea. Como dice un buen conocido autor:
«Sal . . . es aquella energía de Dios dentro de nosotros que une todo lo que hay
en nosotros con Dios y dedica el corazón a Él, atándolo a Él en el sentido de
obligación y de deseo, rechazando todo lo que hay en uno mismo que sea
contrario a Él». –J. N. Darby.
Si esto falta cuan terrible es el lenguaje, «salado con fuego». El fuego en vez
de consumir y destruir, hace todo lo contrario. Es preservativo por sí mismo, de
aquí que sea «fuego que nunca se apaga».
Keble dice con mucha verdad:
«Salado por fuego parece mostrar, Cómo el espíritu perdido en un ¡ay! sin fin,
puede vivir sin corromperse . . . »
He encontrado invariablemente en conversación personal con aquellos que afirman
la no-eternidad del castigo que se remiten muy pocas o ninguna vez a las
Escrituras, sino que recurren al sentimiento y a la razón carnal. Nos dicen que
Dios no puede hacer esto y que hará aquello. La Palabra de Dios puede enseñar
todo lo opuesto a eso. Esto, en mi experiencia, generalmente importa muy poco
para ellos. Ellos se yerguen en jueces y afirman lo que Dios hará o no hará.
Rogamos al lector no preste atención al sentimiento o a la razón carnal en esta
materia porque las Escrituras claramente nos dicen:
«El hombre animal (natural) no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
porque le son locura . . . » (1 Co. 2:14)
Y otra vez nos dice:
«Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se
sujeta a la ley de Dios ni tampoco puede» (Romanos 8:7)
Digamos siempre y en todas las ocasiones: ¿Qué dicen las Escrituras? Allí
solamente estamos sobre terreno firme. Sólo allí estamos seguros.
En relación con este asunto leímos un libro afirmando el Universalismo. EL autor
niega desembarazadamente el pensamiento de eternidad en sentido alguno a la
palabra aionios. El debe conocer el modo en que aun escritores paganos han usado
la palabra en ese sentido, como hemos señalado, pero él no hace alusión alguna a
ellos. Él se arroga el derecho de enseñarnos sobre la materia, por tanto
nosotros tendríamos el derecho de esperar que él esté bien familiarizado con
ella.
Más aún, él niega con igual desembarazo el castigo eterno, diciendo que es
duradero por una edad y para ser consistente afirma que la vida es solamente
duradera por una edad. ¡Ah, la sofistería de su alegación! Es en un extremo
descabellada. Sesenta y cinco veces es la vida eterna mencionada en el Nuevo
Testamento. Este autor tiene la osadía de decirnos que sesenta y cinco veces
Dios nos dice en su Palabra que la vida divina que Él da es solamente por una
edad, pero con todo eso afirma inmediatamente que la vida no es duradera por una
edad en absoluto sino para siempre jamás, recurriendo a otros pasajes para
probar esta afirmación.
¿Se presta la Palabra de Dios a tales juegos malabares? ¿ Puede afirmarse una y
otra vez que la vida es duradera por una edad y al mismo tiempo decir que es
eterna y nada más? Tales argumentos son indignos de un hombre de responsabilidad
intelectual, por no decir de Dios mismo.
Pero este ministro probablemente cree conveniente olvidar que aionios se usa una
vez con respecto a Dios Mismo. ¿Dura Dios sólo por una edad? Se usa una vez
también en relación con Su poder. ¿Dura el poder de Dios sólo por una edad? Se
usa dos veces en relación con el Señor Jesús, en quien están fundadas todas las
esperanzas del pecador creyente. ¿Es el Señor un Salvador que sólo dura por una
edad? También se usa dos veces en relación con el Espíritu Santo. ¿Dura la
eternidad sólo por una edad? Al hacer estas preguntas las dejamos contestadas.
¿Por qué este ministro no menciona uno de estos pasajes en los cuales se emplea
el término aionios del modo ya indicado? Él los conocía, de eso no hay la menor
duda. ¿Por qué no se refirió él a estos textos? El hecho es que él no podía
encararse con ellos y por esto optó por ignorarlos. ¿Hay consistencia en esto?
¿Se puede defender una causa adoptando una conducta tal?
Él no está solo en la condenación que las Escrituras influyen a aquellos que
manejan la Palabra de Dios engañosamente. Todas las religiones apostatas y
anti-cristianas como los Testigos de Jehová, La Ciencia Cristiana, el Adventismo
del Séptimo Día y el Mormonismo se unen para negar abiertamente el castigo
eterno y lo hacen barajando de una manera engañosa la Palabra de Dios. Junto a
estos se encuentran las blasfemas doctrinas respecto a la deidad del Señor Jesús
y Su obra expiatoria.
Oímos a uno de estos engañadores decir dirigiéndose a un auditorio de cerca de
mil personas que Dios dictó la sentencia de muerte sobre el pecador desobediente
y que cuando Adán pecó el juicio fue:
«El día que de él comieres, morirás» (Gen. 2:17)
esto es, el hombre vino a ser mortal y a su debido tiempo murió, el alma murió,
y murió el espíritu, y ese fue El juicio. Que después de la muerte no había
conocimiento. Él siguió sosteniendo que la muerte era el entero juicio, que Dios
lo dijo y que nosotros debemos creerlo. Tan engañoso manejo de las Escrituras
levantó nuestra justa indignación, por eso dijimos allá, clara y solemnemente de
tal modo que todos pudieron oír: “Las Escrituras dicen:
«Está establecido a los hombres que mueran una vez, y después (de la muerte) el
juicio» (Hebreos 9:27)
Sí después de la muerte es el juicio, ¿cómo puede ser la muerte el juicio?”
El orador pareció titubear por un momento al verse contradicho y nosotros
estamos seguros que estábamos respaldados por el poder de la Palabra de Dios y
el espíritu Santo. Reponiéndose un tanto este engañador dijo más o menos así: No
puedo explicar cada versículo de la Biblia en este instante. En estos momentos
sólo ocupa mi atención Génesis 2:17. La evasiva era el único camino abierto para
él. No era el camino del valor ni de la hombread, pero este incidente nos da una
muestra del modo en que multitudes son engañados.
¿Es la teoría de la no-eternidad del castigo sustentada por cristianos
espirituales, por aquellos que tienen un profundo conocimiento de las
Escrituras, cuyas vidas están caracterizadas por la santidad y por el fervor y
por el éxito en alcanzar inconversos? Nuestra experiencia es que no. Esta teoría
fue promulgada por primera vez en nuestra juventud por tales críticos descreídos
y mordaces como Carlos Bradlaugh y Roberto Ingersoll y propaganda más tarde aquí
y allá entre los cristianos nominales por elementos audaces del tipo de Canon
Farrar y Archdeacon Wilberforce, filtrada sutilmente en novelas, tentativamente
sugeridas en poesía, y ha tomado tal incremento que ha venido a ser la creencia
general de la cristiandad. Mostradme un mero cristiano nominal, mundano, un
hombre con un bajo concepto de las Escrituras, de Dios, del pecado, y de la
expiación, y esta teoría hallará pronta acogida en su mente.
Por el contrario la verdad del castigo eterno se halla entre aquellos a quienes
uno puede mirar con respeto por ser vivos exponentes del cristianismo, quienes
son reconocidos como verdaderos estudiantes de las Escrituras y usados
prominentemente por Dios en el ministerio a los creyentes y en la evangelización
entre los inconversos.
Todo esto, aunque no aducido en forma de argumento, ya hemos establecido
claramente la verdad desde el punto de vista escritural, redunda en apoyo de
nuestra contención.
Estamos seguros que la Palabra de Dios presenta la verdad en términos claros y
precisos, de suerte que ésta sea recibida en su justa y verdadera intención.
Preferiríamos escuchar la exposición de un discípulo “ignorante y sin letras”
como los antiguos apóstoles, pero hombre espiritual y de piedad, antes que a uno
que solo se apoya en su erudición y en el poder de su intelecto. Un conocimiento
del hebreo y del griego es cosa de gran utilidad, pero hay otras cosas mucho más
necesarias; las cuales son, ser un verdadero creyente en el Señor Jesús y
depender del Espíritu Santo tanto para la enseñanza como para la recepción de la
verdad.
La erudición en manos de un hombre del calibre que dejamos dicho es de gran
valor y yo sería el último en restarle importancia.
Es consolador acercarse a las Escrituras sintiendo que ellas fueron escritas no
sólo para beneficio e instrucción de los letrados y eruditos sino que también
para los sencillos creyentes en Cristo, y si los sabios y eruditos se cuentan
entre éstos se puede considerar a sí mismos hombres felices.
Cualquier sencillo creyente que lea las Escrituras por primera vez desembarazado
de la incredulidad religiosa del siglo veinte, se levantaría de su tarea
plenamente convencido de que Dios ha amonestado al pecador incrédulo acerca de
los horribles riesgos que corre, a saber, el castigo eterno, esto es, la
existencia consciente por toda la eternidad bajo la ira de Dios.
Y cuando se hace necesario investigar cuidadosamente esta cuestión, no tomando
nada a prima facie, mas siguiendo paso a paso la enseñanza de las Escrituras
sobre la materia, no podemos sino levantarnos de nuestra investigación sin una
sombra de duda en cuanto a la enseñanza de la Palabra de Dios al respecto.
La enseñanza solemne de las Escrituras es que el castigo del incrédulo es
eterno, que es un tormento consciente y sin fin en el lago de fuego. Nos
sometemos a su enseñanza y nuestra oración es que tanto el autor de este
folleto como los lectores despierten a un celo más diligente y más abnegado en
la predicación del Evangelio, «porque es potencia de Dios para salvación a todo
aquel que cree» Romanos 1:16
Si este folleto llegara a las manos de un inconverso, le rogamos que se vuelva
sin un momento de dilación al Señor y confíe en Él como Salvador que murió en la
cruz ignominiosa para que el camino de la vida y la salvación fuese justamente
revelado a «todo aquel que cree». ¡Qué glorioso Evangelio!
Pero recordad que fue el mismo Salvador quien amonestó solemnemente a sus
oyentes acerca del infierno.
¿Queréis recibirle como vuestro misericordioso Salvador ahora o como vuestro
Juez delante del Gran Trono Blanco? ¿Cuál queréis que sea vuestra porción, la
vida eterna o el castigo eterno? Os ruego que contestéis estas preguntas ante la
santa presencia de Dios. Podéis ser salvos y serlo ahora mismo.
«Jesucristo . . . se dio a Sí Mismo en precio de rescate por TODOS» (1 Timoteo
2:6)
«Si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que dios le
levantó de los muertos, serás salvo » (Romanos 10:9)
«He aquí AHORA el tiempo aceptable; he aquí AHORA el día de salud» (2 Corintios
6:2)
Retorno Indice Doctrinal Watchtower
Retorno “El Hades y el Castigo Eterno”. Parte I
Retorno Indice General Watchtower
Retorno Indice Adventistas
1 Se sabe muy bien que la palabra «inmortal» usada en 1 Timoteo
1:17 y aplicada a Dios debe traducirse «incorruptible».
2 Hay dos pasajes. «La misma naturaleza, ¿no os enseña?» (1 Co.
11:4) y, «Habla a la tierra, que ella te enseñará» (Job 12:8) los cuales nos
instruyen en cuanto a cómo usar ilustraciones de las cosas que nos rodean. En
el caso de la zarza ardiente lo ocurrido fue contrario a la naturaleza. Pero en
la naturaleza tenemos un notable mineral, asbesto, de fina textura fibrosa
semejante al lino, que es incombustible, cuyo nombre se deriva del griego. La
misma palabra se usa en los siguientes pasajes:-
«Quemará la paja en el fuego que nunca se apaga (griego asbesto)» (Mateo3:12)
«Fuego que no puede ser apagado (griego asbesto)» (Marcos 9:43)
«Fuego que no puede ser apagado (griego asbesto)» (Marcos 9:45)
«La paja quemará en fuego que nunca se apagará (griego asbesto) (Lucas 3:17)
¿Existen límites para el poder de Dios? Hacemos bien en no especular en cuanto
en cuanto a las condiciones de las cuales no tenemos conocimiento salvo el
revelado en las Escrituras.
Hades
Hijo de Crono y Rea y hermano, entre otros, de Zeus. El nombre "Hades"
designa tanto al dios como al mundo subterráneo. También se le conoce con el
nombre de Aidoneo. Está casado con Perséfone, a la que raptó y, engañándola, la
obligó a vivir con él un tercio del año en el Hades (ver Perséfone).
Tiene como arma peculiar un casco que hace invisible al que lo lleva: regalo
de los Cíclopes.
Con sus hermanos Zeus y Posidón se repartió la soberanía del mundo: a Hades
le pertenece el control del mundo subterráneo. Hades habita, pues, un mundo de
oscuridad: representa la muerte, el fin de todos los mortales; es un dios al que
todos odian, hombres y dioses. Su decisión es irrevocable, es inflexible, es el
destino ineludible. Reina en este mundo de tinieblas de puertas cerradas del que
Hades apenas se mueve; sólo lo hizo para raptar a su esposa, Perséfone.
La geografía del Hades obtiene muy distintas representaciones dependiendo
del mito en el que se describa. Por ejemplo, mientras que para unos es perpetua
oscuridad (dominio de Érebo), para otros, el infierno también participa de la
luz; hay una separación entre los bienaventurados y los desdichados: mientras
que el Hades propiamente dicho permanece oscuro, el país de los bienaventurados
disfruta de la luz. Entonces, en este segundo mito, lo lóbrego y húmedo pasaría
a convertirse en fértil, presentando ciertas afinidades con la "llanura del
Elíseo".
Otra característica del Hades la constituyen las aguas subterráneas: dos de
las más importantes, a parte del Océano, son la laguna Estigia y el río
Arqueronte. La laguna Estigia adquiere una gran importancia en la mitología
griega en cuanto se convierte en objeto de juramento de los dioses, el
incumplimiento del cual implica que al dios perjuro dejará de permitírsele
consumir la "ambrosía", permaneciendo inerte, durante nueve años. El río
Arqueronte representa el obstáculo que deben atravesar los muertos para llegar
al Hades; la idea del obstáculo es una constante en la escatología de los
pueblos indoeuropeos: el alma, separada del cuerpo, avanza hasta que encuentra
un obstáculo (un lago, un barranco...) que, si se quiere cruzar, deberá ser
ganándose los favores de su guardián o del que facilita el paso (en el caso de
la mitología griega, Caronte, un barquero).
"... descendieron a la enmohecida morada del terrible Hades en el anonimato,
pues, aunque eran brillantes, también les sorprendió la negra muerte y dejaron
la brillante luz del sol." Hesiodo. Tabajos y días, 152.
Hades / Plutón
Orígenes y atributos
Era el dios de los muertos, hijo de Cronos y de Rea y hermano de Zeus y
Poseidón. Obtuvo el poder del mundo subterráneo después de que junto a sus
hermanos se repartiera el universo tras haber derrotado a su padre. Le
correspondió la peor parte por ser el hermano menor de la familia. Allí
vivía de forma feroz y despiadada junto a Perséfone, raptada del mundo
superior como única forma de Hades de romper su celibato. Al contrario de
lo que parece lógico, pues no había plegaria que le aplacara, no era
demasiado maligno. La versión romana de Hades, Plutón, era más benigna
porque se le consideraba el dador de las riquezas del mundo.
Lugar de residencia
El mundo de los muertos también recibe el nombre de Hades. Estaba dividido
en dos regiones: Erebo, donde los muertos entran en cuanto fallecen y
Tártaro, la región más profunda, famosa por ser morada eterna de los
titanes. Era un lugar tétrico, oscuro y funesto, habitado de formas y
sombras incorpóreas y custodiado por Cerbero, el perro de tres cabezas y
cola de dragón y que Heracles pudo capturar. Había horrendos ríos que
separaban el Hades de la tierra por los que se pasaba conducidos por el
anciano Caronte. En algún lugar de toda ese tétrico mundo se situaba el
palacio del dios Hades, con muchas puertas, y lúgubres almas deambulantes.
En los infiernos se juzgaba la actuación de los muertos y se decidía su
destino: el Elíseo para las buenas almas y el Tártaro para las malvadas.
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