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    Comentario a Hechos de los Apóstoles Cap. 4

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    Mensaje  administrador Lun 8 Feb 2010 - 14:01

    Comentario a Hechos de los Apóstoles
    Capítulo 04


    Mientras Pedro y Juan estaban aún hablando, los sacerdotes (jefes de los sacerdotes), el jefe de la guardia del Templo (el sacerdote siguiente en rango al sumo sacerdote), que mandaba la guardia del Templo, formada por levitas escogidos, y un grupo de sus partidarios saduceos, fueron y les echaron mano de forma súbita e inesperada. Como señala el versículo 3, ya era tarde (alrededor de la caída del sol), y como el milagro tuvo lugar alrededor de las 3 p.m-, Pedro y Juan habían estado habiéndole a la multitud unas tres horas. Sin duda alguna, les explicaron más el evangelio completo, y es probable que tuvieran tiempo para responder las preguntas que les hacían desde la multitud.

    El Arresto De Pedro Y De Juan (4:1-4)

    Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde- Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.

    El sumo sacerdote era saduceo, como muchos de los sacerdotes de Jerusalén. Se proclamaban religiosos, pero no aceptaban las tradiciones de los fariseos, ni consideraban que los libros profetices del Antiguo Testamento o los Escritos (la tercera división del canon hebreo) estuvieran en el mismo nivel que la Ley (la Torah, el Pentateuco). También negaban la existencia de ángeles y espíritus y decían que no había resurrección (Hechos 23:8; Mateo 22:23).

    No estaban muy entusiasmados con el milagro, pero estaban resentidos de que hubiera una multitud tan grande alrededor de Pedro y Juan. Estaban resentidos (molestos, muy perturbados, profundamente enojados) porque los apóstoles anunciaran (proclamaran) en Jesús la resurrección de entre los muertos.

    Pedro estaba predicando a un Jesús resucitado, y ellos entendían que esto servía de evidencia a la realidad de la resurrección de todos los creyentes. Como esta enseñanza iba contra su doctrina, los saduceos sentían que no la podían tolerar.

    Por tanto, les echaron mano a Pedro y a Juan (los arrestaron) y los tiraron a la cárcel hasta el día siguiente. Era de noche ya, muy tarde para reunir al Sanedrín. Pero también era demasiado tarde para impedir que el Evangelio surtiera su efecto. Muchos de los que oyeron la Palabra, creyeron. Podemos estar seguros de que fueron bautizados en agua muy pronto (probablemente al día siguiente), y también en el Espíritu Santo. Se nos da un número de cerca de cinco mil hombres. El griego se podría traducir como "se convirtieron en cerca de cinco mil", por lo que algunos consideran que esto quiere decir que el número total de los creyentes era ahora de cinco mil. Pero la forma en que aparece aquí indica que el número era tan grande que sólo contaron los hombres. Debe haber habido también un gran número de mujeres que creyeron. Hechos 3:9 dice que todo el pueblo vio al hombre lisiado, y 4:1, 2 indica que le estaban enseñando a todo el pueblo, tanto a hombres como a mujeres.

    Se ve con claridad que, aunque los funcionarios ya no se sentían indiferentes ante lo que los apóstoles estaban haciendo, aún eran tenidos en gran estima por el pueblo.

    Ante El Tribunal (4:5-12)

    Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anas, y Caifás Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes; y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?
    Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel; Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

    Al día siguiente los gobernantes (los ejecutivos o miembros oficiales del Sanedrín, que era el Senado y Corte Suprema de los judíos), los ancianos y los escribas (maestros de la Ley, expertos en la Ley) que estaban en Jerusalén, tuvieron una reunión. Con ellos se unieron específicamente Anas, Caifás, Juan, Alejandro, y todos los demás parientes del sumo sacerdote que estaban en la ciudad en aquel momento.

    Aquí se llama sumo sacerdote a Anas. Oficialmente, fue sumo sacerdote desde el año 6 hasta el 15 d.C. Entonces fue nombrado su hijo Jonatán por unos tres años. Después fue hecho sumo sacerdote oficial Caifás, yerno de Anas (18-36 d.C). Pero Anas siguió siendo el verdadero poder detrás del trono. El pueblo no había aceptado que los romanos lo depusieran, y todavía lo consideraba como el verdadero sumo sacerdote. En el Antiguo Testamento, Aarón había sido nombrado sumo sacerdote de por vida. La Ley no especificaba que los gobernantes seculares pudieran cambiar esto. Por consiguiente, Jesús fue llevado primero a la casa de Anas (Juan 18:13), y después a la de Caifás (quien es probable que ocupara una parte del mismo edificio, junto al mismo patio). Anas y Caifás, junto con algunos familiares más de Anas, formaban en realidad una estrecha corporación que controlaba el Templo.

    Es posible que el Juan que se menciona fuera Jonatán, el hijo de Anas. Alejandro debe haber sido uno de los dirigentes de los saduceos.

    Hicieron que Pedro y Juan se pusieran de pie en medio del tribunal que se había reunido, que era básicamente el mismo que había condenado a Jesús. (Su lugar de reunión, según Josefo, se encontraba al oeste de la zona del Templo.) Entonces comenzaron su interrogatorio preguntándoles con qué (qué clase) de potestad (dynamis, gran poder) o ¿en qué nombre (esto es, con qué autoridad) habéis hecho vosotros (plural) esto?

    La expresión "qué potestad" es usada aquí en forma derogatoria. Estaban tratando de asustar a los discípulos, o incluso espantarlos. Quizá recordaran la forma en que habían huido llenos de miedo cuando Jesús había sido arrestado. El versículo 13 señala que sentían desprecio por ellos, porque no habían sido instruidos en sus escuelas.

    Era cierto. Pedro se había rebajado ante una doncella en el patio cuando aquel mismo grupo se hallaba reunido en torno a Jesús. Pero ahora las cosas eran diferentes. Cuando comenzó a hablar, fue lleno del Espíritu Santo. La forma del verbo griego indica aquí una nueva llenura. Esto no significa que hubiera perdido nada del poder y la presencia del Espíritu que había recibido en el día de Pentecostés. En vista de las presiones de aquella situación crítica, el Señor simplemente había aumentado su capacidad y le había dado esta nueva plenitud para satisfacer esta nueva necesidad de poder para testificar.

    Aquí podemos ver también una aplicación práctica de las instrucciones y la promesa de Jesús que aparecen en Mateo 10:19, 20 y Lucas 21:12-15. No debían meditar sobre lo que habrían de hablar; el Espíritu de su Padre Celestial hablaría en ellos y por ellos. De esta manera, en lugar de tratar de defenderse a sí mismos, el Espíritu haría de sus palabras un testimonio. Podemos tener la seguridad de que Pedro y Juan durmieron tranquilamente la noche anterior, y se levantaron renovados.

    Pedro, lleno nuevamente del Espíritu, no dejó que los líderes judíos lo amedrentaran. Tal como Pablo le diría a Timoteo (2 Timoteo 1:7), Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (una mente que manifiesta autodisciplina). Con cortesía, Pedro se dirigió a los miembros del concilio llamándoles gobernantes (miembros oficiales del Sanedrín) y ancianos. Después, en forma muy correcta, les dijo que si estaban haciendo un examen judicial con respecto a la buena obra hecha a favor de un ser humano débil, para saber de qué manera había sido (y seguía estando) sano (salvado, restaurado), entonces él tenía la respuesta.

    A continuación, Pedro proclamó que en (por) el nombre de Jesús, a quien ellos habían crucificado, y Dios había levantado de entre los muertos, por (en) El aquel hombre estaba en presencia de ellos sano (plenamente restaurado en su salud). ¡Qué contraste tan notable hace Pedro entre lo que aquellos gobernantes le habían hecho a Jesús, y lo que Dios le había hecho!

    Entonces citó un pasaje que aquellos mismos jefes de los sacerdotes y ancianos habían oído de Jesús anteriormente. En una ocasión habían retado la autoridad de Jesús para enseñar. El les respondió con parábolas y citó después el Salmo 118:22. (Vea Mateo 21:23, 42, 45; 1 Pedro 2:7) Sin embargo, Pedro lo hace personal. Este (enfático) es la piedra reprobada (ignorada, despreciada) por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo (esto es, porque ha sido exaltado a la derecha del Padre). Después Pedro explica lo que significa esto. En ningún otro hay salvación (la salvación que ellos esperaban que trajera el Mesías no se halla en ningún otro), porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres (seres humanos) en que podamos ser salvos." Podamos" es una palabra enfática. Si no encontramos salvación a través del nombre (la Persona) de Jesús, nunca la encontraremos.

    De esta forma, la sanidad del hombre cojo sirvió de testimonio de que Jesús es el único Salvador. Los líderes judíos no creían que Jesús sirviera para nada; sin embargo. Dios lo había elevado a un valor único y supremo. En Él, como lo muestra también el capítulo 53 de Isaías, está la salvación prometida. Sólo hay una salvación; sólo un camino (Hebreos 10:12-22). Nunca habrá otro Mesías enviado por Dios, ni tampoco otro Salvador.

    Muchos han afirmado ser mesías o salvadores; muchos han presentado otros caminos de salvación. Pero todos ellos se hallan en oposición a nuestro Señor Jesucristo. Sólo tenemos una decisión que hacer cuando nos enfrentamos a las afirmaciones de Cristo: podemos aceptarlo o rechazarlo. Otros caminos que quizá parezcan derechos, sólo pueden conducir a la destrucción (Proverbios 14:12; Mateo 7:13).

    No es popular ser tan exclusivista. La mayoría de los no creyentes que no son ateos quisieran pensar que hay muchas maneras de encontrar a Dios. Algunas sectas hasta tratan de combinar lo que ellos suponen que hay de bueno en diversas religiones. Pero todo esto es en vano. Dios ha rechazado todos los demás caminos. Sólo en Cristo hay esperanza. Esto es lo que pone la pesada responsabilidad de la

    Gran Comisión sobre nuestros hombros. Si hubiera alguna otra forma de salvarse, nos podríamos permitir tomar las cosas con calma. Pero no hay esperanza para nadie lejos de la salvación por medio de Cristo.

    Pedro Y Juan Hablan Valientemente (4:13-22)

    Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra. Entonces les ordenaron que saliesen del concilio; y conferenciaban entre sí, diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar. Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre. Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.
    Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho, ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenia más de cuarenta años.

    Los sacerdotes y ancianos se maravillaban (se asombraban) al ver el denuedo (libertad para hablar) de Pedro y Juan, especialmente porque se daban cuenta de que eran hombres sin letras (sin instrucción, en el sentido de no haber asistido a una escuela rabínica, ni haberse sentado ante un gran rabí como Gamaliel) y del vulgo (hombres no profesionales, laicos). Esto no quiere decir que fueran personas totalmente iletradas. Ellos habían asistido a las escuelas de la sinagoga en sus pueblos natales, pero no eran maestros profesionales, ni conferencistas entrenados, como los escribas y los doctores. Los laicos de ordinario no hablaban con esa autoridad.

    Debe haber sido difícil para Pedro y Juan enfrentarse a semejante presunción. Pero la clave de su denuedo y su libertad para hablar era, por supuesto, que habían sido llenos del Espíritu nuevamente. El fue quien les dio las palabras que debían decir.

    Entonces, algo más estremeció a estos líderes judíos. La expresión "les reconocían" no significa que les hacían más preguntas. El griego significa más bien simplemente que fueron reconociendo de forma gradual que habían estado con Jesús. Quizá las palabras de Pedro les trajeran a la memoria lo que Jesús había dicho. A medida que pensaban en su enfrentamiento con Jesús, iban recordando que El tenía discípulos consigo. Ahora reconocían que Pedro y Juan se hallaban entre ellos.

    Jesús también había hablado con autoridad. Deben haber estado asombrados, porque creían que se librarían de Jesús crucificándolo. Pero ahora los discípulos, entrenados por El, hablaban de la misma forma. Jesús había hecho milagros como señales. Ahora los apóstoles estaban haciendo lo mismo.

    A continuación, los ancianos se enfrentaron con algo más. El hombre que había sido sanado se hallaba allí de pie, junto a Pedro y a Juan. De pronto, los sacerdotes y los ancianos se hallaron sin nada más que decir. ¿Qué podían decir contra un milagro así?

    Entonces los dirigentes les ordenaron a Pedro y a Juan que saliesen del concilio (el Sanedrín), esto es, del cuarto donde se estaban reuniendo. Después los líderes del Sanedrín conferenciaban entre sí. No sabían qué hacer con Pedro y Juan. No podían negar que una señal manifiesta (una obra reconocida como sobrenatural) había sido hecha por (a través de) ellos, y se hallaba ante la vista de todos los habitantes de Jerusalén.

    Esto podría implicar que ellos no negaban la resurrección de Jesús. Lo que les molestaba era el hecho de que los apóstoles la estuvieran usando para enseñar que había una resurrección futura para todos los creyentes. Anteriormente, para salir de este problema, habían sobornado a los soldados para que dijeran que el cuerpo de Jesús había sido robado (Mateo 28:12, 13). Aún hoy hay algunos que discuten que las mujeres y los discípulos fueron a mirar a una tumba equivocada. Pero las mujeres se habían fijado bien en dónde colocaban a Jesús (Lucas 23:55). En realidad, estos dirigentes judíos no eran tontos ni tenían nada de simples. Sabían lo difícil que es deshacerse de un cuerpo. Por lo tanto, hubieran realizado una búsqueda intensiva del cuerpo si no hubieran sabido que El había resucitado de entre los muertos. Pero para ser salvo hace falta más que creer con la cabeza o aceptar mentalmente la verdad de la resurrección de Cristo (Romanos 10:9, 10).

    Puesto que no tenían forma lógica de replicarles a Pedro y a Juan, decidieron que el mejor curso de acción era suprimir su enseñanza sobre Jesús y la resurrección. Sabían que no podrían sobornar a los discípulos. Por consiguiente, los amenazarían para que no hablasen más en este nombre (basados en él) a nadie.

    Cuando hicieron regresar al cuarto a Pedro y a Juan, les ordenaron que no hablaran (no abrieran la boca ni dijeran una sola palabra) en ninguna manera o enseñaran en el nombre de Jesús. Pero estas amenazas no intimidaron a los dos apóstoles. Cortés, pero firmemente, volvieron a poner en ellos la responsabilidad: les pidieron a los dirigentes judíos que juzgaran (o decidieran) si era justo delante de Dios oírlos a ellos y no a El. Entonces declararon valientemente que no podían dejar de hablar sobre lo que habían visto y oído.

    Los miembros del Sanedrín querían encontrar alguna forma de castigar a Pedro y a Juan. De hecho, lo que se sugiere es que trataron por todos los medios. Pero no pudieron por causa del pueblo. Todos estaban glorificando a Dios por lo que se había hecho, especialmente porque este hombre que había nacido lisiado, ya tenía más de cuarenta años. Debido a esto, se limitaron a añadir más amenazas a sus advertencias anteriores y los dejaron ir.

    Esto fue un gran error por parte de ellos, porque le hizo saber al pueblo que Dios podía librar del Sanedrín. Dio a conocer que los dirigentes judíos no tenían acusación que hacerles a estos apóstoles, ni tenían forma alguna de refutar su mensaje.

    Un Denuedo Renovado (4:23-31)

    Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que por boca de David tu siervo dijiste:
    ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo.
    Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. Y ahora. Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu Santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con denuedo la palabra de Dios.

    Tan pronto como fueron dejados en libertad, Pedro y Juan regresaron a los suyos (los creyentes que estaban reunidos, y seguramente estaban orando por ellos). Allí relataron todo lo que el sumo sacerdote y los ancianos les habían dicho, sin callarse nada.

    Ellos reaccionaron alzando su voz (aquí voz es singular, con lo que se indica que oraron al unísono) unánimes, con un mismo propósito, en oración a Dios. Sin embargo, es probable que la oración que recoge aquí la Biblia haya sido hecha por uno de ellos que actuara como vocero de todos.

    Podemos aprender mucho de esta oración. En primer lugar, como es el caso de la mayoría de las oraciones de la Biblia, reconocieron quién es Dios. Se dirigieron a El como Señor (una palabra distinta de la usada en los demás lugares de la Biblia, que significa Dueño, Propietario, Soberano). Después reconocieron que sólo El es Dios, el Creador del universo y de todo lo que hay en él.

    A continuación, fundaron su petición en la Palabra inspirada de Dios hablada por el Espíritu por medio de la boca de David. También la mayoría de las oraciones de la Biblia se fundamentan en la Palabra de Dios que ya ha sido dicha. En el Salmo 2:1, 2, vieron Palabra del Señor que se había cumplido en la oposición de estos líderes judíos. El salmo habla de los paganos (la naciones, los gentiles) que se amotinan, y los pueblos (plural) que piensan (planean, elaboran) cosas vanas (vacías, tontas, ineficaces). Los reyes de la tierra y sus príncipes que se reúnen contra el Señor y su Cristo (su Mesías, su Ungido) son también gentiles. De esta manera, esta oración inspirada por el Espíritu reconocía que los dirigentes judíos se hallaban en la misma categoría que las naciones extranjeras que siempre se estaban amotinando, puesto que siempre estaban conspirando contra Dios y contra Jesús. Hay un precedente para esto en los profetas del Antiguo Testamento, que algunas veces usaron la palabra goi (gentil) para Israel, porque se había apartado de Dios.

    Herodes (Herodes Antipas), Pilato, los gentiles y el pueblo (pueblos) de Israel, se habían reunido realmente (en forma hostil) contra Jesús, el santo Hijo de Dios. Como anteriormente, santo Hijo significa el Siervo dedicado y consagrado del Señor (como en Isaías 52:13 a 53:12). Sin embargo, sólo podían hacer lo que la mano de Dios (esto es, el poder de Dios) y su consejo habían determinado antes (limitado de antemano) que sucediera. A pesar de esto, eran responsables de sus obras, porque habían decidido realizarlas libremente.

    En tercer lugar, los creyentes fundaron su petición en lo que Dios había hecho a través de Jesús. La mano de Dios tenía dominio sobre la situación cuando permitió la muerte de Jesús. El era verdaderamente el Siervo de Dios que había realizado la voluntad divina a favor de ellos. Podían ahora acercarse a Dios fundándose en lo que había sido cumplido a cabalidad a través de su muerte y resurrección (1 Corintios 1:23, 24; 3:11; 2 Corintios 1:20).

    Su petición era que el Señor mirara ahora las amenazas del Sanedrín y les diera a sus siervos (esclavos) oportunidades para seguir hablando su Palabra con todo denuedo (y libertad de palabra). Es probable que se sintieran menos seguros ahora, después de haberse marchado del tribunal, que cuando estaban allí; por eso sentirían que necesitaban un denuedo renovado. Aun después de una victoria espiritual, es posible que Satanás nos insinúe que somos tontos; necesitamos orar para que nuestro valor siga en pie. También Abraham sintió temor durante la noche que siguió a su valiente testimonio ante el rey de Sodoma; Dios llegó a tranquilizarlo y darle nueva seguridad (Génesis 15:1).

    ¿Qué oportunidades tendrían? La sanidad del hombre cojo sólo era el principio. Habría muchas oportunidades más que Dios les proporcionaría al extender su mano para realizar sanidades, señales y prodigios que serían hechos por medio del nombre de su santo Hijo (siervo) Jesús.10

    De esta forma oraron pidiendo valor para seguir haciendo lo mismo que había provocado su arresto y las amenazas del Sanedrín. No querían los milagros por ellos mismos, sin embargo, sino como oportunidades para predicar el Evangelio y como señales para que el pueblo reconociera que era cierto que Jesús había resucitado de entre los muertos.

    Después de que ellos oraron, el lugar donde estaban reunidos fue sacudido (por el Espíritu, y no por un terremoto), lo cual señala un poderoso acto de Dios. Al mismo tiempo, todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y en su poder, todos siguieron hablando la Palabra de Dios con denuedo (y libertad de palabra). Esta obra del Espíritu fue tan grande como los milagros.

    El texto griego señala de nuevo que fueron llenos del Espíritu. Algunos escritores discuten que sólo los nuevos convertidos (los cinco mil mencionados en 4:4) fueron llenos en este momento. Pero el griego no permite sostener esto. Todos los creyentes, incluso los apóstoles, recibieron esta nueva plenitud para poder enfrentarse a la necesidad continua que tenían y a las presiones que se ejercían sobre ellos. El Espíritu Santo llena de nuevo repetidas veces a los creyentes todos, como parte de las cosas maravillosas que Dios tiene dispuestas para ellos.

    Abundante Gracia (4:32-37)

    Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es. Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.

    El número de creyentes era cada vez mayor, y seguían teniendo un corazón y un alma. Esto es, formaban una comunidad de creyentes que estaban unánimes, con unidad de pensamiento, de intenciones y de deseos. Ninguno de ellos decía: "Lo que tengo es mío, y tengo miedo de que lo pueda necesitar." En cambio, sentían amor y responsabilidad los unos por los otros, y compartían todas las cosas. Dios satisfacía sus necesidades, y ellos creían que El lo seguiría haciendo. La misma actitud que había surgido después de que habían sido llenos del Espíritu por primera vez en el día de Pentecostés, seguía prevaleciendo (Hechos 2:44, 45). Tampoco ahora se obligaba a nadie. Lo compartían todo, simplemente como expresión de su amor y su unidad de pensamiento y de corazón en el cuerpo único de Cristo. (Compare con Calatas 6:10.)"

    Al mismo tiempo, los apóstoles seguían dando testimonio de la resurrección del Señor Jesús. Pero la obra del Espíritu no estaba limitada a los apóstoles, porque abundante gracia era sobre todos los creyentes.

    El versículo 34 muestra cómo se expresaba esta gracia. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que eran dueños de tierras o de casas, las estaban vendiendo, e iban trayendo el precio de lo que vendían. Aquí el texto griego no quiere decir que todos vendieran sus propiedades inmediatamente. Más bien, que de vez en cuando se hacía esto, a medida que el Señor les llamaba la atención sobre las necesidades. Entonces ponían el dinero a los pies de los apóstoles (y bajo su autoridad), y ellos distribuían a cada uno en proporción a su necesidad.

    Después de esta afirmación general. Lucas nos da un ejemplo específico, escogido porque les sirve de fondo a los sucesos con los que comienza el capítulo siguiente.

    José, a quien los apóstoles le habían puesto el sobrenombre (le habían dado el nombre adicional) de Bernabé, vendió un campo, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

    No queda en claro si se le dio este nombre por lo que hizo en aquel momento, o por sus obras anteriores. Por lo que vemos posteriormente en Bernabé, tenía una personalidad que cuadraba en el significado de ese sobrenombre, "hijo de consolación" (o de exhortación, de ánimo). La expresión "Hijo" era usada con frecuencia en hebreo y en arameo para señalar el carácter o la naturaleza de una persona. El nombre Bernabé se deriva probablemente de una frase aramea que significa "hijo de la profería o de la exhortación". Tuvo éxito. Nunca se le vuelve a llamar José.

    Bernabé era un levita de Chipre, la gran isla que se halla frente a la costa sur del Asia Menor. Fue un buen ejemplo de los que se preocupan por los creyentes necesitados, y también de mayordomía cristiana.

      Fecha y hora actual: Sáb 23 Nov 2024 - 5:23