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    Comentario a Hechos de los Apóstoles Cap. 17

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    Mensaje  administrador Lun 8 Feb 2010 - 14:13

    Comentario a Hechos de los Apóstoles
    Capítulo 17


    Pablo, Silas y Timoteo, después de salir de Filipos, tomaron rumbo oeste, por la Vía Egnatia. Los dos poblados siguientes, de un tamaño regular, cada uno de ellos a un día de viaje, al parecer no tenían sinagoga judía. De manera que recorrieron ciento sesenta kilómetros desde Filipos hasta Tesalónica, la ciudad más importante de la Macedonia antigua, y todavía hoy una ciudad notable. Había sido fundada en el año 315 a.C., y su fundador, Casandro, le había puesto este nombre en honor de su esposa, que era medio hermana de Alejandro Magno.

    Los Judíos primero (17:1-9)

    "Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él es el Cristo. Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas.
    Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús. Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron".

    Nuevamente Lucas nos hace fijar la atención en la costumbre que tenía Pablo de ir primero a los judíos para aprovechar su fondo cultural y las oportunidades de enseñar que le daban en la sinagoga. Durante tres sabbaths consecutivos. Pablo les predicó, siguiendo sin duda el mismo esquema que en Antioquía de Pisidia (Hechos 13:16-41). Como siempre, abrió las Escrituras que profetizaban sobre el Mesías, explicándolas en todo detalle. Es decir, las exponía de tal manera que mostraban con claridad que el propósito de Dios con respecto al Mesías era que sufriera y se levantara de nuevo de entre los muertos. Como lo había hecho también en Antioquía, les demostraba que ninguna de estas profecías se podía aplicar a nadie, sino a Jesús. Por tanto, "este Jesús" es verdaderamente el Mesías, el Cristo, el Profeta, Sacerdote y Rey ungido por Dios.

    Algunos de los judíos creyeron (se convencieron de que Jesús es el Mesías y obedecieron al Evangelio, de manera que fueron bautizados en agua y en el Espíritu Santo). Estos se unieron a Pablo y a Silas. También lo hizo un gran número de griegos piadosos, entre los cuales había un buen número de esposas de hombres importantes de la ciudad. De esta forma, el número de gentiles convertidos fue mucho mayor que el de judíos creyentes.

    En 1 Tesalonicenses 2:1-13 aparece una descripción más detallada del ministerio de Pablo y Silas en estos momentos. Su predicación y su ministerio fueron muy eficaces. Aunque fueron tratados en forma ultrajante en Filipos, esto no los hizo tímidos ni miedosos. En Tesalónica predicaron de una forma abierta, libre y valiente, con la pureza de intención característica de los siervos de Jesucristo. También fueron delicados con los nuevos convertidos, a los que les manifestaron todas las formas de amor y cuidado posibles. Sin embargo, se mantuvieron firmes en sus exigencias de justicia y los animaron a todos a vivir de una manera digna del Dios que los había llamado a su propio reino y su propia gloria.

    Los judíos que rechazaron el mensaje de Pablo, se sintieron frustrados muy pronto, por el número cada vez mayor de gentiles que estaban aceptando el Evangelio. Estos judíos se rebelaron contra lo que Dios estaba haciendo, y llegaron a prohibirles a Pablo y a su compañía (obstaculizarles, evitar que lo hicieran) hablarles a los gentiles con vistas a su salvación (1 Tesalonicenses 2:14-16).

    Cuando vieron que los gentiles seguían respondiendo al Evangelio y no les prestaban atención, estos judíos incrédulos se dedicaron a instigar un tumulto. Primeramente, tomaron consigo a un grupo de ociosos de la plaza del mercado que siempre estaban dispuestos a unirse a cualquier agitador que apareciera. Después, con su ayuda, reunieron una multitud y prepararon un alboroto que llevó al pánico a toda la ciudad. Entonces, fueron a casa de Jasón y, tomándolo por sorpresa, trataban de sacar a Pablo y Silas a donde estaba el populacho. Evidentemente, la noticia ya les había llegado a los apóstoles, y se habían marchado de allí para dirigirse a otro lugar de la ciudad.

    Como Pablo y Silas no se hallaban allí, la muchedumbre arrastró a Jasón y a algunos de los demás creyentes ante los gobernantes (politarcas). Eran cinco o seis, y eran los magistrados principales de la ciudad.

    Mesías, explicándolas en todo detalle. Es decir, las exponía de tal manera que mostraban con claridad que el propósito de Dios con respecto al Mesías era que sufriera y se levantara de nuevo de entre los muertos. Como lo había hecho también en Antioquía, les demostraba que ninguna de estas profecías se podía aplicar a nadie, sino a Jesús. Por tanto, "este Jesús" es verdaderamente el Mesías, el Cristo, el Profeta, Sacerdote y Rey ungido por Dios.

    Algunos de los judíos creyeron (se convencieron de que Jesús es el Mesías y obedecieron al Evangelio, de manera que fueron bautizados en agua y en el Espíritu Santo). Estos se unieron a Pablo y a Silas. También lo hizo un gran número de griegos piadosos, entre los cuales había un buen número de esposas de hombres importantes de la ciudad. De esta forma, el número de gentiles convertidos fue mucho mayor que el de judíos creyentes.

    En 1 Tesalonicenses 2:1-13 aparece una descripción más detallada del ministerio de Pablo y Silas en estos momentos. Su predicación y su ministerio fueron muy eficaces. Aunque fueron tratados en forma ultrajante en Filipos, esto no los hizo tímidos ni miedosos. En Tesalónica predicaron de una forma abierta, libre y valiente, con la pureza de intención característica de los siervos de Jesucristo. También fueron delicados con los nuevos convertidos, a los que les manifestaron todas las formas de amor y cuidado posibles. Sin embargo, se mantuvieron firmes en sus exigencias de justicia y los animaron a todos a vivir de una manera digna del Dios que los había llamado a su propio reino y su propia gloria.

    Los judíos que rechazaron el mensaje de Pablo, se sintieron frus­trados muy pronto, por el número cada vez mayor de gentiles que estaban aceptando el Evangelio. Estos judíos se rebelaron contra lo que Dios estaba haciendo, y llegaron a prohibirles a Pablo y a su compañía (obstaculizarles, evitar que lo hicieran) hablarles a los gentiles con vistas a su salvación (1 Tesalonicenses 2:14-16).

    Cuando vieron que los gentiles seguían respondiendo al Evangelio y no les prestaban atención, estos judíos incrédulos se dedicaron a instigar un tumulto. Primeramente, tomaron consigo a un grupo de ociosos de la plaza del mercado que siempre estaban dispuestos a unirse a cualquier agitador que apareciera. Después, con su ayuda, reunieron una multitud y prepararon un alboroto que llevó al pánico a toda la ciudad. Entonces, fueron a casa de Jasón y, tomándolo por sorpresa, trataban de sacar a Pablo y Silas a donde estaba el populacho. Evidentemente, la noticia ya les había llegado a los apóstoles, y se habían marchado de allí para dirigirse a otro lugar de la ciudad.

    Como Pablo y Silas no se hallaban allí, la muchedumbre arrastró a Jasón y a algunos de los demás creyentes ante los gobernantes (politarcas). Eran cinco o seis, y eran los magistrados principales de la ciudad.

    Como de costumbre, la acusación no reveló la razón real de que quisieran deshacerse de Pablo y Silas. Los judíos que no habían creído y sus compañeros de conspiración los acusaban de trastornar todo el mundo habitado. Esta era una expresión usada para hablar de los agi­tadores políticos o los revolucionarios que habían causado problemas en todos los demás lugares, y que trastornaban, no sólo el estado de cosas, sino todo. También acusaron a Jasón de recibir a estos en­redadores en su casa y reunirse con ellos para practicar cosas con­trarias a los decretos del César, diciendo que hay otro rey (en realidad, un emperador rival). Jesús.

    El pueblo y los politarcas se alborotaron al oír estas cosas. En parte, es posible que su problema estuviera en que conocían a Jasón y a muchos de los demás convertidos y no habían visto evidencia alguna de actividad política. También es probable que las creyentes que eran esposas de los hombres principales tuvieran entre ellas a la esposa de uno o más de estos politarcas.

    Es evidente que los politarcas no tomaron muy en serio los cargos, pero para satisfacer a la multitud, obtuvieron fianza de Jasón y de los demás que habían sido traídos ante ellos. Es probable que esto signifique que Jasón y sus amigos dieron esa fianza como garantía de que Pablo y Silas saldrían de la ciudad y no regresarían, para que no hubiera más tumultos. Esto sería usado más tarde por Satanás para obstaculizar el regreso de Pablo. (Vea 1 Tesalonicenses 2:17, 18.)

    Quizá Pablo se refiera a este incidente también cuando dice que los Tesalonicenses recibieron "la Palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo" (1 Tesalonicenses 1:6). Seguramente, los judíos incrédulos habían comenzado a causar problemas algún tiempo antes del incidente de Jasón, De hecho. Pablo señala que desde el principio, él habló el Evangelio (las buenas nuevas) de Dios allí "en medio de gran oposición" (1 Tesalonicenses 2:2). Después, cuando Pablo quiso regresar. Satanás se lo impidió, probablemente sacando a relucir la cuestión de la fianza. Así fue como Pablo no pudo regresar cuando quiso hacerlo.

    Los nobles hermanos de Berea (17:10-15)

    "Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres. Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allí, y también alborotaron a las multitudes. Pero inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo que fuese hada el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí. Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron a Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo, de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, salieron".

    Los hermanos cristianos vieron lo crueles y decididos que eran los judíos incrédulos. Por eso no quisieron correr riesgos. De noche, enviaron a Pablo y Silas a Berea, unos ochenta kilómetros en dirección suroeste, sobre el camino de Grecia. Se hallaba fuera de la Vía Egnatia, el camino principal que habían seguido anteriormente, por lo que los creyentes deben haber pensado que estarían más seguros allí.

    Los de Berea reaccionaron de manera muy distinta. En lugar de rechazar el mensaje de Pablo, recibieron la Palabra con todo tipo de ansiedad, celo y entusiasmo. Más importante aún: examinaban dia­riamente las Escrituras, escudriñándolas como abogados que investi­garan un caso, para ver si aquellas cosas eran así.

    Gracias a su actitud y a su asiduidad en escudriñar las Escrituras, dice la Biblia que eran más nobles que los judíos de Tesalónica. En aquel lugar, habían creído algunos de los judíos. Los otros sólo dejaron que sus antiguos prejuicios los guiaran y reaccionaron contra el Evangelio. En cambio, en Berea creyeron muchos de los judíos, probablemente la mayoría. No se levantó oposición entre ellos.

    Por haber escudriñado las Escrituras, estos judíos de Berea no sólo sientan un ejemplo para todos nosotros, sino que no tuvieron necesidad de que Pablo les llamara la atención más tarde, como hizo con muchas otras iglesias.

    Muchos gentiles creyeron también, tanto mujeres de posición honorable en la sociedad, como hombres.

    Aunque la sinagoga de Berea no causó problemas, la noticia de lo eficaz que era la proclamación del Evangelio por Pablo en aquel lugar alcanzó a los judíos de Tesalónica. Estos se fueron a Berea entonces, e hicieron lo mismo que habían hecho en su ciudad. Sacudieron y al­borotaron a las multitudes, tratando de levantar la violencia del populacho contra Pablo.

    Antes de que le pudieran hacer daño alguno, los hermanos cristianos de Berea se apresuraron a sacar a Pablo en dirección al mar Egeo, probablemente con la intención de enviarlo lejos en algún barco. Silas y Timoteo se quedaron para seguir enseñándoles a los creyentes y dándoles ánimo.

    Los que conducían a Pablo, cambiaron después de dirección, probablemente porque los judíos de Tesalónica estaban tramando algo más, y recibieron alguna noticia de ello. De manera que todos, o parte del grupo, llevaron a Pablo a Atenas. Entonces, él los envió de vuelta con una orden para Silas y Timoteo, que debían ir a él lo más pronto que pudiesen.

    La espera en Atenas (17:16-21)

    "Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría. Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían. Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber que quiere decir esto. Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo".

    Atenas era una ciudad famosa por su Acrópolis y por todos sus templos. Sin embargo, ya en aquella época había perdido su gloria anterior. Ya carecía de importancia política. Su antigua hegemonía en cultura y educación había pasado a la ciudad de Alejandría, en Egipto. No obstante, Atenas seguía cultivando la memoria de su pasado. Sus templos seguían siendo hermosos ejemplos de lo mejor de la arquitectura griega. Dondequiera que Pablo miraba, la ciudad estaba repleta de ídolos, y esto hizo que su espíritu se enardeciera (casi "se llenara de ira") dentro de él.

    Como siempre. Pablo fue primero a la sinagoga en el sabbath y les predicó a los judíos y a los gentiles piadosos que estaban allí. Pero también se sentía preocupado por el resto de los gentiles. Todos los días, hablaba con los que se encontraba en la plaza del mercado. Allí, algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos se enzarzaron en una discusión con él.

    Los epicúreos eran los seguidores de Epicuro (342-270 a.C.). Este decía que la Naturaleza es la suprema maestra, y nos proporciona las sensaciones, los sentimientos y las expectaciones para probar la ver­dad. Al decir sentimientos, se refería al placer y al dolor. Decía que se podían usar estos sentimientos para distinguir entre el bien y el mal que nos rodean. También enseñaba que los dioses eran incapaces de airarse, indiferentes ante la debilidad humana, y no intervenían ni participaban en los asuntos humanos. De esta manera negaba la posibilidad de los milagros, la profecía y la providencia divina. Al principio, cuando Epicuro hablaba de "placer", quería referirse a la verdadera felicidad. Primeramente, sus seguidores se limitaban a buscar una vida tranquila, libre de temores, dolores e ira. Más tarde, algunos de ellos hicieron de los placeres sensuales la meta de la vida.

    Los estoicos eran seguidores de Zenón de Citio (335-263 a.C.). Este creía en un poder creador y hacía del deber, la razón (o acuerdo con la razón divina), y la autosuficiencia la meta de la vida. Exhortaba a sus seguidores a aceptar las leyes de la naturaleza y de la conciencia, y a tratar de ser indiferentes al placer, el dolor, el gozo y el pesar.

    Algunos de estos filósofos fueron muy despectivos con el Evangelio de Pablo, y lo llamaron "palabrero", literalmente "recogedor de semillas". Este término se usaba también en el lenguaje popular para hablar de los parásitos y los plagiarios ignorantes. Después, como predicaba las buenas nuevas de Jesús y de la resurrección, decían que parecía que estaba proclamando nuevos dioses, o mejor, demonios extranjeros.

    Al parecer, sentían que las enseñanzas de Pablo eran peligrosas para sus ideas y filosofías, porque lo tomaron y lo llevaron ante el Concilio del Areópago, la corte suprema de Atenas. Esta corte se reunía anteriormente en la colina de Ares (colina de Marte), un cerro rocoso situado frente a la Acrópolis. Hay algunas evidencias de que se reunía en una columnata del mercado público en los tiempos del Nuevo Testamento, pero retenía el mismo nombre.

    El concilio preguntó cortésmente cuál era el significado de esta nueva enseñanza que los tenía perplejos. Esta petición no tenía nada de extraña. Todos los atenienses, así como los extranjeros que vivían en la dudad, se pasaban todo el tiempo libre diciendo y oyendo cosas nuevas.

    El mensaje dirigido al Concilio de la colina de Marte (17:22-34)

    "Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas: Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
    Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. Y así Pablo salió de en medio de ellos. Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos".

    De pie en medio del Concilio, Pablo comenzó sabiamente en forma positiva. Las palabras que dice al principio, podrían ser traducidas como afirmando que los atenienses eran "demasiado supersticiosos". Sin embargo, es mucho mejor la traducción nuestra, que da el sentido de "muy religiosos", o sea, muy respetuosos con sus dioses.

    Después, Pablo usó la inscripción que había en un altar de Atenas como oportunidad para hablar sobre el único Dios verdadero, en con­traste con sus muchos dioses. El "Dios desconocido" de su altar, al que adoraban sin conocerlo, es el Creador y Señor de cielo y tierra. Por tanto, es demasiado grande para habitar en santuarios hechos por manos de hombres. Esta verdad también la comprendían Salomón (1 Reyes 8:27) y los profetas (Isaías 57:15; 66:1). ¡Qué contraste tan grande con los pequeños dioses de Atenas, cuyos ídolos ellos ba­ñaban y fingían alimentar!

    El Dios verdadero no necesita que cuiden de él manos humanas (que lo traten, como un médico atendería a un paciente), como si El necesitara algo. ¿Cómo podría necesitar de algo o de algún cuidado? Él es quien da a todos vida, aliento y todas las cosas. Como señala Santiago 1:17, todo buen don y todo don perfecto viene de lo alto, de Él.

    Dios también hizo de una sangre (es decir, de Adán, de un solo linaje sanguíneo) todas las naciones de la humanidad, para que habitaran en toda la faz de la tierra. (Algunos manuscritos antiguos omiten la palabra "sangre" del versículo 26.) Todos somos parte de la raza de Adán, y nadie tiene motivo para algún orgullo especial de ascendencia o raza. Dios fijó también el orden de los tiempos de la humanidad (ocasiones, oportunidades) y los límites de su habitación; esto es, separando la tierra seca de las aguas (Génesis 1:9, 10).

    Con esto. Pablo no quiere decir que la humanidad no pueda o no deba moverse de un lugar a otro. Todos los pueblos lo han hecho en mayor o menor escala. Más bien. Pablo quería decir que Dios lleva a la humanidad a los lugares y los momentos en los que tenga oportunidad de buscarle, "si en alguna manera, palpando, puedan hallarle". (Compare con Romanos 1:20, 21.)

    En realidad, no debería ser difícil hallarlo, porque, como Pablo diría a continuación. Él no está lejos de cada uno de nosotros. "Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos (existimos, tenemos nuestro ser)". Esta declaración es una cita de uno de los poetas antiguos, posiblemente Minos o Epiménedes de Creta. Como uno de sus propios poetas (Aratus de Cilicia) había dicho, "linaje suyo somos".

    Puesto que es linaje del Dios verdadero (en el sentido de que ha sido creado a imagen suya), sería totalmente irrazonable para el hombre pensar que la naturaleza divina es oro, plata o piedra, escultura de arte y de imaginación o pensamientos de seres humanos. Este es uno de los puntos fuertes de la enseñanza del Antiguo Testamento. Vea Salmo 115:4-8; 135:15-18; Isaías 40:18-22; 41:24; 44:9-17.

    Toda esta idolatría demostraba ignorancia sobre cómo es Dios realmente. Los tiempos de aquella ignorancia, Dios en su misericordia y paciencia los había pasado por alto. Pero ahora (por medio del Evangelio), anunciaba a todos los seres humanos de todos los lugares que debían arrepentirse, es decir cambiar de mentalidad y de actitud hacia Dios, y volverse a El a través de Cristo y del Evangelio. Este arrepentimiento es urgente, porque Dios ha establecido un día en el cual va a juzgar la tierra habitada en justicia por medio de un Hombre que El ha nombrado. Es decir, que hay un día de juicio que se aproxima y Dios ha revelado quién será el Juez. (Compare con Daniel 7:13; Juan 5:22, 27). La realidad de la venida de este día y de que no habrá escapatoria posible. Dios la garantizaba con el hecho de que había resucitado a aquel Hombre (Jesús) de entre los muertos.

    La mención de la resurrección de los muertos provocó de inmediato las burlas de algunos, especialmente del grupo de los epicúreos, con toda seguridad. Estos se negaban a creer que dios alguno pudiera mostrar ira, y tampoco creían en milagros. Por esto, muchos se burlaron de Pablo con palabras de escarnio y gestos. Otros, que parecían tener deseo de conocer la verdad, dijeron: "Ya te oiremos acerca de esto otra vez."

    Estas sesiones del Concilio del Areópago estaban abiertas al público. Algunos hombres sí creyeron y se juntaron con Pablo, aceptando el Evangelio. Entre ellos se hallaba Dionisio, miembro del Concilio y por tanto un personaje muy importante en Atenas. Una mujer (prominente) llamada Dámaris, y otros más, se unieron con ellos y creyeron.

    Este es el segundo registrado por escrito de los sermones de Pablo a los gentiles que no tenían fondo cultural ni conocimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento. En Listra, había usado un enfoque similar, al llamar su atención hacia Dios como Creador (Hechos 14:15-17). Pero en este momento, se dan más detalles sobre su forma de enfocar el asunto.

    Con los judíos, que afirmaban creer en las Escrituras, Pablo siempre fundamentaba sus razonamientos en el Antiguo Testamento. Pero con gentiles como aquellos, el Espíritu Santo lo guiaba a usar un enfoque diferente. Su razonamiento seguía fundándose en las Escri­turas, pero comenzaba donde estaban sus oyentes y los conducía hasta el punto en que podía presentarles el Evangelio. En los tiempos recientes, los misioneros han tenido que hacer lo mismo. Un misionero que se hallaba en las selvas del Amazonas con los indios, descubrió que no podía comenzar con Juan 3:16. No tenían ninguna palabra para decir "amor". El único mundo que conocían eran el valle y el río tributario donde vivían. Así que comenzó con la creación y los fue conduciendo gradualmente hasta el momento en que pudieran comprender la verdad sobre Jesús.

    Algunos escritores suponen que Pablo se desilusionó con los resultados de su manera de enfocar las cosas esta vez. Dicen que fue esa desilusión la que hizo que les dijera a los corintios: "Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado" (1 Corintios 2:2). Pero esto no quiere decir que Pablo no dijera nada sobre las demás verdades. Más bien quería decir que deseaba ver, experimentar y vivir al Cristo crucificado.

    También parece probable que algunos de los judíos y de los gentiles piadosos de la sinagoga de Atenas creyeran y que estos otros que habían creído se unieran a ellos. Pablo se referiría más tarde a la casa de Estéfanas, llamándola "las primicias de Acaya" (1 Corintios 16:15), pero es posible que esto se deba a que Atenas era considerada una ciudad independiente y libre, y no parte de la Acaya (Grecia).

    Lucas no proporciona más detalles, pero se ve claramente que Pablo dejó al menos un pequeño cuerpo de creyentes, una asamblea, al irse de Atenas. La tradición dice que Dionisio el areopagita fue su primer pastor (anciano, obispo).

      Fecha y hora actual: Sáb 23 Nov 2024 - 4:51