Comentario a Hechos de los Apóstoles
Capítulo 19
En este capítulo nos encontramos con una pregunta importante. Hoy en día, su interpretación se ha convertido en motivo de controversia. Nuestra versión la expresa así: "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?" Sin embargo, veremos que no sería esta la traducción más exacta.
Esta es una pregunta que sigue exigiendo una respuesta. Aquellos discípulos no tuvieron una respuesta positiva hasta que el Espíritu Santo descendió sobre ellos. Entonces hablaron en lenguas y profetizaron; entonces supieron por experiencia cuál era la respuesta correcta a la pregunta hecha por Pablo.
Los doce discípulos de Éfeso (19:1-7)
"Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo:
¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron:
En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres".
Después de visitar las iglesias fundadas en el primer viaje en las ciudades del sur de la Galacia, Pablo siguió adelante, atravesando la parte más alta de la meseta central del norte de la Galacia. En el entretiempo, Apolos fue a Corinto, donde "regó" las iglesias plantadas por Pablo (1 Corintios 3:6).
Entonces llegó Pablo a Éfeso para encontrarse con un grupo de doce discípulos. Algunos escritores estiman que eran discípulos de Juan el Bautista. Pero en todos los demás lugares del libro de los Hechos donde Lucas menciona discípulos, siempre se refiere a discípulos de Jesús, que seguían a Jesús y habían creído en Él. Algunos creen que éstos habían sido convertidos por Apolos antes de que Priscila y Aquila lo instruyeran. Sin duda, al igual que Apolos, conocían los detalles de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús.
Aunque Pablo sentía que les faltaba algo en su experiencia, no puso en duda que fueran creyentes. En realidad, reconoció que lo eran. La pregunta que les hizo muestra más bien que les faltaban la libertad y la espontaneidad en la adoración que siempre ha caracterizado a los creyentes llenos del Espíritu.
Las versiones modernas, así como la Reina-Valera, traducen la expresión "desde que creísteis" como "cuando creísteis". Pero esta traducción está basada en los presupuestos teológicos de los traductores. El griego dice al pie de la letra: "Después de haber creído, ¿recibisteis?" "Después de haber creído", o "habiendo creído" (pistéusantes) es un participio de aoristo (pasado indefinido) griego. "Recibisteis" (elábete) es el verbo principal, también en aoristo (pasado indefinido). Pero el hecho de que ambos estén en aoristo carece de significado aquí. El hecho de que el participio "habiendo creído" esté en pasado es lo que importa, porque el tiempo del participio es el que muestra normalmente su relación con el verbo principal. Como este participio está en pasado, esto significa normalmente que su acción precede a la acción del verbo principal. Por esto se debería traducir, como lo hace la versión King James inglesa, "desde que creísteis". Sus traductores querían destacar el hecho de que hay que creer antes de recibir. Esto también nos señala que el bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia distinta, que sigue a la conversión.
Es cierto que algunos eruditos señalan que el participio de aoristo podía indicar en griego algunas veces una acción que sucedía al mismo tiempo que la del verbo principal, especialmente si está también en aoristo, como en Hechos 19:2. Sin embargo, los ejemplos que dan no son realmente aplicables a este versículo.
El ejemplo principal, "respondió y dijo", es una expresión idiomática (generalmente un hebraísmo); una fórmula usada para indicar que continúa una disertación. No ayuda en nada a la interpretación de otros pasajes. En los pocos pasajes donde la acción del verbo sí parece ser coincidente, el participio define lo que el verbo principal quiere decir. Por ejemplo: "Esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo" (Hebreos 7:27). "Yo he pecado entregando sangre inocente" (Mateo 27:4). "Tú has hecho bien en venir" (Hechos 10:33). Pero "cuando creísteis" difícilmente puede ser una definición de lo que quiere decir "recibir el Espíritu". Lucas aclara, como lo hace en otros pasajes, que la recepción del Espíritu comprende un bautismo en el Espíritu claro y definido, un derramamiento concreto sobre aquellos que ya eran creyentes.
Hay muchos otros pasajes del Nuevo Testamento que sí muestran que la acción del participio de aoristo precede normalmente a la acción de un verbo principal en aoristo. He aquí uno de ellos:
"Entonces también los que durmieron ("habiéndose dormido") en Cristo perecieron" (1 Corintios 15:18). Es decir, después de que durmieron, perecieron si Jesús no levanta de entre los muertos.
Tenemos otro ejemplo en Mateo 22:25. Al hablar de siete hermanos, los saduceos dijeron del primero: "Se casó y murió" (Habiéndose casado, murió). Obviamente, aunque nuestra versión diga "se casó y murió", no quiere decir que el matrimonio y la muerte fueron simultáneos, ni que fueran la misma cosa. Eran sucesos diferentes, y el matrimonio precedió claramente a la muerte, probablemente por bastante tiempo.
Podríamos citar ejemplos similares. Hechos 5:10 diría: "Habiéndola sacado (Safira), la enterraron"; Hechos 13:51 sería: "Habiendo sacudido el polvo de sus pies, llegaron a Iconio." Hechos 16:6: "Y atravesaron la región de Frigia y Calada habiendo recibido prohibición del Espíritu de que hablaran la Palabra en Asia"; Hechos 16:24: "Habiendo recibido las órdenes, los tiró a la prisión más interior." En estos casos y en muchos más, la acción del participio precede claramente a la acción del verbo principal.
Así que, aunque hay algunos casos en los cuales el participio de aoristo coincide con el verbo principal en aoristo, no se pueden considerar como la regla. La impresión general de Hechos 19:2 es que, ya que estos discípulos decían ser creyentes, el bautismo en el Espíritu Santo debería haber sido su paso siguiente, un paso definido después de creer, aunque no tuviera que estar separado del primero por un largo tiempo necesariamente.
La respuesta de los discípulos: "Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo", se podría traducir: "Pero si no hemos ni oído hablar de que el Espíritu Santo existe." Sin embargo, el significado no parece ser que nunca hubieran oído hablar de la existencia del Espíritu Santo. ¿Qué judío piadoso o gentil interesado por saber habría sido tan ignorante? Es más probable que la expresión se compare con Juan 7:39. Allí, la breve expresión "aún no había venido el Espíritu Santo" significa que la era del Espíritu, con su poderoso derramamiento, tal como había sido prometida, no había llegado aún.
A partir de esto, podemos ver que estos discípulos en realidad estaban diciendo que no habían oído que el bautismo en el Espíritu Santo estaba a su disposición. De hecho, varios antiguos manuscritos y versiones del Nuevo Testamento dicen así: "No hemos ni oído que haya quienes estén recibiendo el Espíritu Santo." Evidentemente, no se les enseñó nada sobre esto cuando se convirtieron.
Entonces Pablo les preguntó nuevamente y supo que estos discípulos habían sido bautizados solamente en el bautismo de Juan el Bautista. Les explicó que éste era sólo una preparación, un bautismo de arrepentimiento. El mismo Juan le había dicho al pueblo que debía creer en aquel que vendría, en Jesús. Por supuesto, esto significa que no sólo deberían aceptarlo como Mesías y Salvador, sino obedecerlo y seguir sus orientaciones para poder pedir el Espíritu y recibirlo. (Vea Lucas 11:9, 13; 24:29; Hechos 1:4, 5: 11:15, 16.) Gracias a la explicación de Pablo, los doce se bautizaron en el nombre (para la adoración y el servicio) del Señor Jesús. Entonces, después de que fueron bautizados en agua. Pablo les impuso manos y el Espíritu Santo descendió sobre ellos con la misma evidencia del día de Pentecostés. Comenzaron a hablar (y siguieron haciéndolo) en lenguas (idiomas) y a profetizar. Aunque Lucas no dice "otras" lenguas aquí, se ve claro que es el mismo don que fue repartido en el día de Pentecostés y ejercitado en la iglesia de Corinto.
Por tanto, es necesario hacer destacar que su bautismo en el Espíritu tuvo lugar no sólo después de que creyeron, sino en este caso, después de que fueron bautizados en agua. Pablo también les impuso manos, pero como en Samaria, la imposición de manos no fue la causa de que recibieran el Espíritu. Más bien fue un estímulo para su fe, y precedió, o al menos fue algo distinto de la venida del Espíritu sobre ellos. Entonces la presencia de las lenguas les dio una nueva seguridad de que la presencia y el poder del Espíritu Santo eran reales.
Dos años en Éfeso (19:8-10)
"Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios. Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno. Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús".
Como siempre. Pablo fue a la sinagoga para comenzar primero con los judíos cuando llegó a Éfeso. También en este caso, estaba cumpliendo su promesa de regresar (Hechos 18:21). Durante tres meses pudo hablar con denuedo y libertad, discutiendo sobre las cosas relativas al reino (gobierno, autoridad) de Dios (revelado en Jesús, ahora ascendido a la derecha del Padre, Hechos 2:30-33).
Tomó un poco más de tiempo que de ordinario aquí, pero finalmente algunos de los judíos inconversos se endurecieron (se volvieron obstinados, intransigentes) y se rebelaron. Demostraron su espíritu de rebeldía hablando mal públicamente del Camino, es decir, de la fe y la manera de vivir de los cristianos, ante las multitudes que se reunían para oír el Evangelio, y que llenaban la sinagoga al máximo.
Consecuentemente, Pablo se apartó de ellos. Encontró un lugar separado para que los discípulos se reunieran en la escuela o sala de conferencias de Tiranno. Allí, en lugar de reunirse el sábado solamente. Pablo predicó y enseñó el Evangelio a diario durante dos años.
Como más tarde señala Pablo (Hechos 20:34), continuó su rutina habitual. Trabajaba en su oficio de fabricante de tiendas desde el amanecer hasta cerca de las 11 a.m., para sostener a su grupo evangelístico. Entonces, después de que Tiranno terminaba sus conferencias. Pablo enseñaba desde las 11 a.m. hasta las 4 p.m. (según lo señalan el Códice Beza y otros manuscritos antiguos) a aquellos que le traían sus compañeros en la obra. Estos habían estado dando testimonio, juntándose con la muchedumbre de las calles y los mercados toda la mañana, y traían sus conversos para que recibieran más enseñanza.
Al atardecer (después de las 4 p.m.). Pablo iba a diversos hogares para enseñar y reafirmar a los creyentes y para ayudarlos a ganar a sus amigos y vecinos para el Señor. (Vea Hechos 20:20.)
El resultado fue que toda la provincia romana de Asia fue evangelizada. Tanto judíos como gentiles oyeron la Palabra. No hay evidencias de que Pablo saliera de la ciudad de Éfeso durante este período. No obstante, es evidente que las siete iglesias de Asia mencionadas en el Apocalipsis fueron fundadas en este momento.
Se establecieron muchas otras iglesias más. Puesto que Éfeso era un gran centro, llegaba a él gente de toda la provincia por negocios o por otros motivos. Muchos fueron convertidos, llenos del Espíritu y recibieron las enseñanzas de Pablo. Después, regresaron a sus ciudades y pueblos, donde se convirtieron en poderosos testigos de Cristo, y se formaron iglesias en torno suyo.
Milagros extraordinarios (19:11-20)
"Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían. Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús. Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata. Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor".
Un factor importante en la difusión del Evangelio por el Asia romana fue el hecho de que Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo. La expresión griega en realidad significa que el Señor había hecho de los milagros algo de todos los días. Obraba con tanto poder por medio de Pablo, que la gente ya no quería esperar a que ministrara en el salón de conferencias de Tiranno. Entraban en su cuarto de trabajo, donde él estaba ocupado haciendo tiendas, y se llevaban pañuelos (en realidad, los pedazos de tela que usaba para limpiarse el sudor mientras trabajaba) y los delantales de trabajo que habían estado en contacto con su cuerpo (su piel). Los colocaban sobre los enfermos, y éstos eran librados de sus enfermedades. Hasta los espíritus inmundos salían de los que estaban poseídos por ellos.
Todo esto llamó la atención de un grupo de siete exorcistas ambulantes judíos que iban de lugar en lugar declarando que podían expulsar malos espíritus. Estos siete eran hijos de Esceva, sacerdote principal (uno de los más importantes entre los sacerdotes asociados con Anás y Caifás en Jerusalén). Posiblemente siguiendo el ejemplo de otros exorcistas judíos, decidieron usar el nombre de Jesús en una especie de fórmula: "Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo." Pero su intento falló. El espíritu malo respondió: "A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?" Entonces el hombre poseído por el espíritu malo saltó sobre ellos y los dominó a todos. De hecho, usó su fuerza de tal manera contra ellos, que los siete hermanos salieron huyendo de aquella casa desnudos y heridos.
La noticia de aquel suceso se esparció muy pronto por todo Éfeso, y un temor (pavor inspirado por lo sobrenatural) cayó sobre judíos y gentiles por igual. Esto hizo que magnificaran el nombre (carácter, persona y autoridad) del Señor Jesús.
Todo esto tuvo un importante efecto sobre los creyentes también. Muchos de ellos venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. El griego indica que comenzaron a manifestarse con firmeza por el Señor (con una entrega total). Se dieron cuenta de que tenían necesidad de santidad y justicia, además de salvación.
Otra consecuencia fue que ahora se dieron cuenta de que el verdadero poder sobre el mal se hallaba solamente en Jesús. Éfeso era también un centro de práctica de artes mágicas, especialmente la de lanzar conjuros sobre personas o cosas. Un considerable número de creyentes había practicado la magia, incluso con intentos de predecir del futuro, o de influir sobre él. La mayoría tenían aún el libro que habían usado en sus hogares. (Los arqueólogos han descubierto algunos libros de este tipo.)
Ahora los creyentes comprendieron que estos libros, con sus fórmulas, conjuros y predicciones astrológicas, no tenían valor alguno. Más aún: eran puramente paganos, incluso diabólicos en su origen. Por tanto, trajeron todos sus libros y los quemaron públicamente. Los libros eran muy costosos en aquellos días, y cuando hicieron la cuenta de su precio, ascendió a 50.000 piezas de plata. Esto equivalía a lo que doscientos jornaleros o soldados ganarían juntos en un año.
Así termina Lucas la narración del éxito del Evangelio en Éfeso. Pero fue la Palabra del Señor (la Palabra referente a Jesús) la que credo poderosamente (con fuerza y poder divinos) y prevaleció (en forma saludable y vigorosa). El hecho de que más tarde (20:17) hubiera un buen número de ancianos en la iglesia de Éfeso, demuestra que había muchas iglesias en las casas y que toda la iglesia local continuó creciendo en forma saludable.
Pablo desea visitar Roma (19:21, 22)
"Pasadas estas cosas. Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma. Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia".
Pablo mismo sintió que estas cosas no significaban el fin, sino la plenitud de su ministerio en Éfeso. "Pasadas" es literalmente "cumplidas", e indica que había llevado a cabo el ministerio que había ido a realizar. El inmenso crecimiento de la iglesia en los dos años y algo anteriores, y la instrucción del pueblo y de sus dirigentes, significaba que ya podía dejarlos con confianza e irse a otro lugar a ministrar.
Las epístolas de Pablo dejan ver que había tenido problemas. Dice que en Éfeso batalló contra "fieras" (1 Corintios 15:32). Es probable que esto signifique que arriesgó su vida oponiéndose a "fieras" en forma humana, hombres que actuaban como fieras. También dice que había sufrido gran tribulación en Asia (esto es, en Éfeso), de tal modo que aun perdió la esperanza de conservar la vida, pero fue librado por Dios (2 Corintios 1:8-10). Lucas no dice nada sobre esto, pues al parecer, afectó personalmente a Pablo, pero no a la iglesia.
Ahora que todo marchaba bien. Pablo se propuso (decidió firmemente) en espíritu (o en el Espíritu Santo) ver a Roma. Pero primeramente volvería a visitar Macedonia, Grecia y Jerusalén. (Vea Romanos 1:11, 14, 15; 15:22-25.)
En el texto griego no queda claro si la decisión de Pablo fue tomada en su propio espíritu o en el Espíritu Santo. La expresión "en el espíritu", significa de ordinario "en el Espíritu Santo". (En los tiempos del Nuevo Testamento, el griego no distinguía entre mayúsculas y minúsculas.) También podemos estar seguros de que su propio espíritu estaba en armonía con el Espíritu Santo, y sometido a Él. Por tanto, su decisión era santa, y formaba parte de los planes de Dios.
Esto se ve más confirmado aún por su declaración: "Me será necesario ver también a Roma." El griego señala una necesidad de origen divino impuesta sobre él. Es el mismo tipo de expresión que se encuentra en Juan 4:4, cuando Jesús sintió el imperativo divino de pasar por Samaria. Más tarde. Jesús mismo confirmaría que el propósito de Pablo de ir a Roma le era verdaderamente agradable (Hechos 23:11). También sería confirmado por un ángel (27:23, 24).
De esta forma vemos cómo el Espíritu dirigió a Pablo y le dio una visión del siguiente paso en el plan de Dios para su ministerio. Sin embargo, esta visión no fue completa. Aún no sabía cómo Dios iba a hacer que fuera a Roma. Pero desde este momento hasta el final del libro de los Hechos, Roma es el objetivo de Pablo.
No obstante, no fue a Roma directamente, porque sintió la responsabilidad de visitar las iglesias de Macedonia y Grecia nuevamente y también tomar su ofrenda para la Iglesia de Jerusalén (Hechos 24:17; Romanos 15:26; 1 Corintios 16:1-4).
Más tarde les escribiría a los creyentes de Roma, reconociendo que había una iglesia establecida allí, aunque era obvio que nunca la había visitado ningún apóstol (Romanos 1:10-13). Por el tiempo en que les escribió a los romanos, también tenía la esperanza de seguir de Roma rumbo a España (Romanos 15:28).
Para preparar a las iglesias de Macedonia para su visita. Pablo envió a Timoteo y a Erasto por delante, pero él mismo se quedó por algún tiempo más en Éfeso. Como les diría a los corintios, una puerta grande y eficaz se le había abierto, pero eran muchos los adversarios (1 Corintios 16:8, 9).
Los plateros provocan un disturbio (19:23-29) *
"Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino. Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices; a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo:
Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero.
Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios! Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo".
Pronto se hizo evidente la cantidad de adversarios que había en Éfeso. Lucas habla de estos sucesos llamándolos "un disturbio no pequeño" acerca del Camino (cristiano). Lo comenzó un platero llamado Demetrio. Su producción principal, como era el caso de la mayoría de los plateros de Éfeso, eran templecillos de plata en miniatura de Diana o Artemisa, que contenían una imagen en miniatura de esta diosa de la fertilidad llena de senos que se adoraba en Éfeso.
La diosa efesia en realidad no tenía relación con la otra Artemisa (o Diana), la Artemisa de Grecia conocida como la doncella cazadora e identificada por los romanos con su diosa Diana. La Artemisa de Éfeso era adorada principalmente en aquella ciudad (a pesar de sus pretensiones) y no se parecía en nada a la diosa romana Diana. Los nombres eran los mismos, pero las diosas eran distintas.
La demanda de aquellos templecillos solía mantener bastante ocupados a los plateros, y les proporcionaba amplias ganancias. Ahora, las ventas estaban decayendo. Por esto, Demetrio reunió a todos aquellos artífices e hizo un discurso en el que señalaba que el mensaje de Pablo había penetrado prácticamente por toda la provincia de Asia. Eran multitud los que habían creído la verdad de que no había dioses hechos por manos humanas, o dicho en otras palabras, que los ídolos eran inútiles. Por esto, la venta de los templecillos estaba disminuyendo y el oficio de fabricarlos estaba en peligro de caer en descrédito (rechazo, abandono). No sólo esto, sino que según Demetrio, el templo de la diosa Artemisa estaba en peligro, de ser destituido de su majestad, de que su magnificencia divina fuera disminuida o eliminada. Después, hizo la exagerada afirmación de que no sólo la provincia de Asia toda, sino todo el mundo (habitado), es decir, todo el Imperio Romano, la adoraba.
Sin pretenderlo, Demetrio dio testimonio del gran éxito que estaba teniendo la difusión del Evangelio. También triunfó en su propósito de impresionar a sus oyentes con respecto a sus bolsillos y con respecto a su orgullo cívico por el templo de Artemisa. Todo esto, tal como él había esperado, levantó una explosión de ira apasionada entre los artífices, que comenzaron a gritar con gran emoción: "¡Grande es Diana de los efesios!" El texto griego muestra que siguieron diciéndolo, y que su grito llenó toda la ciudad de confusión y de perturbación. El resultado fue que todos se precipitaron dentro del teatro (un anfiteatro o arena al estilo griego, a cielo abierto, con espacio para veinticinco mil personas).
Sin embargo, primero arrebataron a Gayo y a Aristarco, dos macedonios que se hallaban entre los compañeros de viaje de Pablo. Aristarco era oriundo de Tesalónica (Hechos 20:4). Su presencia nos indica que la compañía de Pablo era bastante más grande en este tercer viaje misionero, que en sus viajes anteriores. Estos dos acompañantes suyos fueron arrastrados dentro del anfiteatro, no por ellos mismos, sino porque se había agitado la ira de la muchedumbre contra Pablo.
Una confusión total (19:30-34)
"Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron. También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro. Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido. Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo. Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!"
Cuando Pablo quiso entrar a la muchedumbre enardecida, los discípulos no se lo permitieron. Algunos de los asiarcas (funcionarios relacionados con el culto romano en la provincia de Asia) que eran amigos suyos, le enviaron recado, rogándole que no se presentara en el anfiteatro. Sin duda, pensaban que la multitud lo podía hacer pedazos.
En la multitud, unos gritaban una cosa y otros otra. La asamblea (en griego, ekklesía, la misma palabra traducida generalmente como "iglesia") se hallaba en un estado de confusión total; la mayoría no sabían por qué se habían reunido.
En esta situación, los judíos sacaron de entre la multitud a Alejandro, con la intención de que los instruyera. Es decir, querían que les explicara que los judíos no eran responsables de lo que los cristianos estaban haciendo. El descendió hasta el frente y agitó la mano para llamar su atención y hacer su defensa ante aquella muchedumbre. Sin embargo, cuando reconocieron que era judío, toda la multitud se volvió histérica. A una sola voz, todos los que estaban allí se mantuvieron gritando lo mismo durante dos horas: "¡Grande es Diana (Artemisa) de los efesios!" La posesión de esta imagen y de su templo era una gran fuente de orgullo ciudadano para los habitantes de la ciudad.
Se apacigua la multitud (19:35-41)
"Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud, dijo: Varones efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter? Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis precipitadamente. Porque habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa. Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden y procónsules hay; acúsense los unos a los otros. Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir. Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso. Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea".
Por fin, el escribano (el secretario de la ciudad) logró apaciguar (controlar) la multitud, y les preguntó a los efesios: "¿Quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana (literalmente, 'barrendera') del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter (del cielo, de los dioses del cielo)?" Con esto, el escribano les hacía ver que no había razón para estar tan airados y agitados, puesto que aquellas cosas, en su opinión, eran innegables. Por tanto, su obligación era calmarse. Hubiera sido equivocado hacer algo precipitadamente (en forma impulsiva, apurándose a hacerla sin pensar primero).
El escribano también les señaló que los hombres que habían llevado al anfiteatro no eran sacrílegos (ladrones del templo) ni habían blasfemado contra su diosa. Es importante notar aquí, que Pablo ya llevaba cerca de tres años en Éfeso, pero no había evidencias de que él o algún otro cristiano hubiera dicho jamás nada contra el templo de Artemisa. Ellos no eran iconoclastas. Simplemente, se mantuvieron predicando las buenas nuevas de Jesucristo de forma positiva, y la venta de imágenes y de templecillos decayó automáticamente.
Después, los llamó a la ley y al orden. Había días de audiencia continuamente de forma regular en la plaza del mercado, y los procónsules estaban a disposición de ellos. Es decir, el gobernador nombrado por el Senado romano estaría allí para juzgar. Si Demetrio y sus compañeros de oficio tenían acusaciones contra alguien, que se acusaran unos a otros (en forma legal). Y si alguien demandaba alguna cosa más, se podía decidir en una asamblea (griego, ekklesía, la palabra traducida ordinariamente como "iglesia") legítima (legal, debidamente constituida), esto es, no en una asamblea (ekklesía) tumultuosa como aquella.
El escribano estaba realmente molesto, porque este motín podía poner a la ciudad en el peligro de ser acusada de sedición (o revolución). No habría razón ni excusa buena a los ojos de los gobernantes romanos para los sucesos de aquel día; no podían rendir cuentas sobre aquella tumultuosa reunión, que los romanos podían tomar como una reunión sediciosa o una conspiración. Después de esto, el escribano hizo que la asamblea (griego, ekklesía) se disolviera.
El uso del vocablo griego ekklesía para hablar de esta asamblea, es una importante ayuda para comprender el significado de la palabra, tal como era usada en los tiempos del Nuevo Testamento. Nos muestra que la palabra había perdido su antiguo significado de "convocación" y se usaba para designar a cualquier tipo de reunión, incluso una asamblea ilegal, o un tumulto en el que se reunía un grupo de ciudadanos, como aquel del anfiteatro. Así es como la palabra ekklesía, traducida de ordinario como "iglesia", puede ser traducida correctamente como "asamblea", con la connotación de que era una asamblea de ciudadanos cualquiera. En este pasaje, se usa para hablar de una asamblea de los ciudadanos de Éfeso. Cuando se usa para referirse a los creyentes, la traducción correcta es también asamblea, con la connotación de que es una asamblea de creyentes que son "conciudadanos de los santos" (Efesios 2:19).
Capítulo 19
En este capítulo nos encontramos con una pregunta importante. Hoy en día, su interpretación se ha convertido en motivo de controversia. Nuestra versión la expresa así: "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?" Sin embargo, veremos que no sería esta la traducción más exacta.
Esta es una pregunta que sigue exigiendo una respuesta. Aquellos discípulos no tuvieron una respuesta positiva hasta que el Espíritu Santo descendió sobre ellos. Entonces hablaron en lenguas y profetizaron; entonces supieron por experiencia cuál era la respuesta correcta a la pregunta hecha por Pablo.
Los doce discípulos de Éfeso (19:1-7)
"Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo:
¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron:
En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres".
Después de visitar las iglesias fundadas en el primer viaje en las ciudades del sur de la Galacia, Pablo siguió adelante, atravesando la parte más alta de la meseta central del norte de la Galacia. En el entretiempo, Apolos fue a Corinto, donde "regó" las iglesias plantadas por Pablo (1 Corintios 3:6).
Entonces llegó Pablo a Éfeso para encontrarse con un grupo de doce discípulos. Algunos escritores estiman que eran discípulos de Juan el Bautista. Pero en todos los demás lugares del libro de los Hechos donde Lucas menciona discípulos, siempre se refiere a discípulos de Jesús, que seguían a Jesús y habían creído en Él. Algunos creen que éstos habían sido convertidos por Apolos antes de que Priscila y Aquila lo instruyeran. Sin duda, al igual que Apolos, conocían los detalles de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús.
Aunque Pablo sentía que les faltaba algo en su experiencia, no puso en duda que fueran creyentes. En realidad, reconoció que lo eran. La pregunta que les hizo muestra más bien que les faltaban la libertad y la espontaneidad en la adoración que siempre ha caracterizado a los creyentes llenos del Espíritu.
Las versiones modernas, así como la Reina-Valera, traducen la expresión "desde que creísteis" como "cuando creísteis". Pero esta traducción está basada en los presupuestos teológicos de los traductores. El griego dice al pie de la letra: "Después de haber creído, ¿recibisteis?" "Después de haber creído", o "habiendo creído" (pistéusantes) es un participio de aoristo (pasado indefinido) griego. "Recibisteis" (elábete) es el verbo principal, también en aoristo (pasado indefinido). Pero el hecho de que ambos estén en aoristo carece de significado aquí. El hecho de que el participio "habiendo creído" esté en pasado es lo que importa, porque el tiempo del participio es el que muestra normalmente su relación con el verbo principal. Como este participio está en pasado, esto significa normalmente que su acción precede a la acción del verbo principal. Por esto se debería traducir, como lo hace la versión King James inglesa, "desde que creísteis". Sus traductores querían destacar el hecho de que hay que creer antes de recibir. Esto también nos señala que el bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia distinta, que sigue a la conversión.
Es cierto que algunos eruditos señalan que el participio de aoristo podía indicar en griego algunas veces una acción que sucedía al mismo tiempo que la del verbo principal, especialmente si está también en aoristo, como en Hechos 19:2. Sin embargo, los ejemplos que dan no son realmente aplicables a este versículo.
El ejemplo principal, "respondió y dijo", es una expresión idiomática (generalmente un hebraísmo); una fórmula usada para indicar que continúa una disertación. No ayuda en nada a la interpretación de otros pasajes. En los pocos pasajes donde la acción del verbo sí parece ser coincidente, el participio define lo que el verbo principal quiere decir. Por ejemplo: "Esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo" (Hebreos 7:27). "Yo he pecado entregando sangre inocente" (Mateo 27:4). "Tú has hecho bien en venir" (Hechos 10:33). Pero "cuando creísteis" difícilmente puede ser una definición de lo que quiere decir "recibir el Espíritu". Lucas aclara, como lo hace en otros pasajes, que la recepción del Espíritu comprende un bautismo en el Espíritu claro y definido, un derramamiento concreto sobre aquellos que ya eran creyentes.
Hay muchos otros pasajes del Nuevo Testamento que sí muestran que la acción del participio de aoristo precede normalmente a la acción de un verbo principal en aoristo. He aquí uno de ellos:
"Entonces también los que durmieron ("habiéndose dormido") en Cristo perecieron" (1 Corintios 15:18). Es decir, después de que durmieron, perecieron si Jesús no levanta de entre los muertos.
Tenemos otro ejemplo en Mateo 22:25. Al hablar de siete hermanos, los saduceos dijeron del primero: "Se casó y murió" (Habiéndose casado, murió). Obviamente, aunque nuestra versión diga "se casó y murió", no quiere decir que el matrimonio y la muerte fueron simultáneos, ni que fueran la misma cosa. Eran sucesos diferentes, y el matrimonio precedió claramente a la muerte, probablemente por bastante tiempo.
Podríamos citar ejemplos similares. Hechos 5:10 diría: "Habiéndola sacado (Safira), la enterraron"; Hechos 13:51 sería: "Habiendo sacudido el polvo de sus pies, llegaron a Iconio." Hechos 16:6: "Y atravesaron la región de Frigia y Calada habiendo recibido prohibición del Espíritu de que hablaran la Palabra en Asia"; Hechos 16:24: "Habiendo recibido las órdenes, los tiró a la prisión más interior." En estos casos y en muchos más, la acción del participio precede claramente a la acción del verbo principal.
Así que, aunque hay algunos casos en los cuales el participio de aoristo coincide con el verbo principal en aoristo, no se pueden considerar como la regla. La impresión general de Hechos 19:2 es que, ya que estos discípulos decían ser creyentes, el bautismo en el Espíritu Santo debería haber sido su paso siguiente, un paso definido después de creer, aunque no tuviera que estar separado del primero por un largo tiempo necesariamente.
La respuesta de los discípulos: "Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo", se podría traducir: "Pero si no hemos ni oído hablar de que el Espíritu Santo existe." Sin embargo, el significado no parece ser que nunca hubieran oído hablar de la existencia del Espíritu Santo. ¿Qué judío piadoso o gentil interesado por saber habría sido tan ignorante? Es más probable que la expresión se compare con Juan 7:39. Allí, la breve expresión "aún no había venido el Espíritu Santo" significa que la era del Espíritu, con su poderoso derramamiento, tal como había sido prometida, no había llegado aún.
A partir de esto, podemos ver que estos discípulos en realidad estaban diciendo que no habían oído que el bautismo en el Espíritu Santo estaba a su disposición. De hecho, varios antiguos manuscritos y versiones del Nuevo Testamento dicen así: "No hemos ni oído que haya quienes estén recibiendo el Espíritu Santo." Evidentemente, no se les enseñó nada sobre esto cuando se convirtieron.
Entonces Pablo les preguntó nuevamente y supo que estos discípulos habían sido bautizados solamente en el bautismo de Juan el Bautista. Les explicó que éste era sólo una preparación, un bautismo de arrepentimiento. El mismo Juan le había dicho al pueblo que debía creer en aquel que vendría, en Jesús. Por supuesto, esto significa que no sólo deberían aceptarlo como Mesías y Salvador, sino obedecerlo y seguir sus orientaciones para poder pedir el Espíritu y recibirlo. (Vea Lucas 11:9, 13; 24:29; Hechos 1:4, 5: 11:15, 16.) Gracias a la explicación de Pablo, los doce se bautizaron en el nombre (para la adoración y el servicio) del Señor Jesús. Entonces, después de que fueron bautizados en agua. Pablo les impuso manos y el Espíritu Santo descendió sobre ellos con la misma evidencia del día de Pentecostés. Comenzaron a hablar (y siguieron haciéndolo) en lenguas (idiomas) y a profetizar. Aunque Lucas no dice "otras" lenguas aquí, se ve claro que es el mismo don que fue repartido en el día de Pentecostés y ejercitado en la iglesia de Corinto.
Por tanto, es necesario hacer destacar que su bautismo en el Espíritu tuvo lugar no sólo después de que creyeron, sino en este caso, después de que fueron bautizados en agua. Pablo también les impuso manos, pero como en Samaria, la imposición de manos no fue la causa de que recibieran el Espíritu. Más bien fue un estímulo para su fe, y precedió, o al menos fue algo distinto de la venida del Espíritu sobre ellos. Entonces la presencia de las lenguas les dio una nueva seguridad de que la presencia y el poder del Espíritu Santo eran reales.
Dos años en Éfeso (19:8-10)
"Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios. Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno. Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús".
Como siempre. Pablo fue a la sinagoga para comenzar primero con los judíos cuando llegó a Éfeso. También en este caso, estaba cumpliendo su promesa de regresar (Hechos 18:21). Durante tres meses pudo hablar con denuedo y libertad, discutiendo sobre las cosas relativas al reino (gobierno, autoridad) de Dios (revelado en Jesús, ahora ascendido a la derecha del Padre, Hechos 2:30-33).
Tomó un poco más de tiempo que de ordinario aquí, pero finalmente algunos de los judíos inconversos se endurecieron (se volvieron obstinados, intransigentes) y se rebelaron. Demostraron su espíritu de rebeldía hablando mal públicamente del Camino, es decir, de la fe y la manera de vivir de los cristianos, ante las multitudes que se reunían para oír el Evangelio, y que llenaban la sinagoga al máximo.
Consecuentemente, Pablo se apartó de ellos. Encontró un lugar separado para que los discípulos se reunieran en la escuela o sala de conferencias de Tiranno. Allí, en lugar de reunirse el sábado solamente. Pablo predicó y enseñó el Evangelio a diario durante dos años.
Como más tarde señala Pablo (Hechos 20:34), continuó su rutina habitual. Trabajaba en su oficio de fabricante de tiendas desde el amanecer hasta cerca de las 11 a.m., para sostener a su grupo evangelístico. Entonces, después de que Tiranno terminaba sus conferencias. Pablo enseñaba desde las 11 a.m. hasta las 4 p.m. (según lo señalan el Códice Beza y otros manuscritos antiguos) a aquellos que le traían sus compañeros en la obra. Estos habían estado dando testimonio, juntándose con la muchedumbre de las calles y los mercados toda la mañana, y traían sus conversos para que recibieran más enseñanza.
Al atardecer (después de las 4 p.m.). Pablo iba a diversos hogares para enseñar y reafirmar a los creyentes y para ayudarlos a ganar a sus amigos y vecinos para el Señor. (Vea Hechos 20:20.)
El resultado fue que toda la provincia romana de Asia fue evangelizada. Tanto judíos como gentiles oyeron la Palabra. No hay evidencias de que Pablo saliera de la ciudad de Éfeso durante este período. No obstante, es evidente que las siete iglesias de Asia mencionadas en el Apocalipsis fueron fundadas en este momento.
Se establecieron muchas otras iglesias más. Puesto que Éfeso era un gran centro, llegaba a él gente de toda la provincia por negocios o por otros motivos. Muchos fueron convertidos, llenos del Espíritu y recibieron las enseñanzas de Pablo. Después, regresaron a sus ciudades y pueblos, donde se convirtieron en poderosos testigos de Cristo, y se formaron iglesias en torno suyo.
Milagros extraordinarios (19:11-20)
"Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían. Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús. Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata. Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor".
Un factor importante en la difusión del Evangelio por el Asia romana fue el hecho de que Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo. La expresión griega en realidad significa que el Señor había hecho de los milagros algo de todos los días. Obraba con tanto poder por medio de Pablo, que la gente ya no quería esperar a que ministrara en el salón de conferencias de Tiranno. Entraban en su cuarto de trabajo, donde él estaba ocupado haciendo tiendas, y se llevaban pañuelos (en realidad, los pedazos de tela que usaba para limpiarse el sudor mientras trabajaba) y los delantales de trabajo que habían estado en contacto con su cuerpo (su piel). Los colocaban sobre los enfermos, y éstos eran librados de sus enfermedades. Hasta los espíritus inmundos salían de los que estaban poseídos por ellos.
Todo esto llamó la atención de un grupo de siete exorcistas ambulantes judíos que iban de lugar en lugar declarando que podían expulsar malos espíritus. Estos siete eran hijos de Esceva, sacerdote principal (uno de los más importantes entre los sacerdotes asociados con Anás y Caifás en Jerusalén). Posiblemente siguiendo el ejemplo de otros exorcistas judíos, decidieron usar el nombre de Jesús en una especie de fórmula: "Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo." Pero su intento falló. El espíritu malo respondió: "A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?" Entonces el hombre poseído por el espíritu malo saltó sobre ellos y los dominó a todos. De hecho, usó su fuerza de tal manera contra ellos, que los siete hermanos salieron huyendo de aquella casa desnudos y heridos.
La noticia de aquel suceso se esparció muy pronto por todo Éfeso, y un temor (pavor inspirado por lo sobrenatural) cayó sobre judíos y gentiles por igual. Esto hizo que magnificaran el nombre (carácter, persona y autoridad) del Señor Jesús.
Todo esto tuvo un importante efecto sobre los creyentes también. Muchos de ellos venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. El griego indica que comenzaron a manifestarse con firmeza por el Señor (con una entrega total). Se dieron cuenta de que tenían necesidad de santidad y justicia, además de salvación.
Otra consecuencia fue que ahora se dieron cuenta de que el verdadero poder sobre el mal se hallaba solamente en Jesús. Éfeso era también un centro de práctica de artes mágicas, especialmente la de lanzar conjuros sobre personas o cosas. Un considerable número de creyentes había practicado la magia, incluso con intentos de predecir del futuro, o de influir sobre él. La mayoría tenían aún el libro que habían usado en sus hogares. (Los arqueólogos han descubierto algunos libros de este tipo.)
Ahora los creyentes comprendieron que estos libros, con sus fórmulas, conjuros y predicciones astrológicas, no tenían valor alguno. Más aún: eran puramente paganos, incluso diabólicos en su origen. Por tanto, trajeron todos sus libros y los quemaron públicamente. Los libros eran muy costosos en aquellos días, y cuando hicieron la cuenta de su precio, ascendió a 50.000 piezas de plata. Esto equivalía a lo que doscientos jornaleros o soldados ganarían juntos en un año.
Así termina Lucas la narración del éxito del Evangelio en Éfeso. Pero fue la Palabra del Señor (la Palabra referente a Jesús) la que credo poderosamente (con fuerza y poder divinos) y prevaleció (en forma saludable y vigorosa). El hecho de que más tarde (20:17) hubiera un buen número de ancianos en la iglesia de Éfeso, demuestra que había muchas iglesias en las casas y que toda la iglesia local continuó creciendo en forma saludable.
Pablo desea visitar Roma (19:21, 22)
"Pasadas estas cosas. Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma. Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia".
Pablo mismo sintió que estas cosas no significaban el fin, sino la plenitud de su ministerio en Éfeso. "Pasadas" es literalmente "cumplidas", e indica que había llevado a cabo el ministerio que había ido a realizar. El inmenso crecimiento de la iglesia en los dos años y algo anteriores, y la instrucción del pueblo y de sus dirigentes, significaba que ya podía dejarlos con confianza e irse a otro lugar a ministrar.
Las epístolas de Pablo dejan ver que había tenido problemas. Dice que en Éfeso batalló contra "fieras" (1 Corintios 15:32). Es probable que esto signifique que arriesgó su vida oponiéndose a "fieras" en forma humana, hombres que actuaban como fieras. También dice que había sufrido gran tribulación en Asia (esto es, en Éfeso), de tal modo que aun perdió la esperanza de conservar la vida, pero fue librado por Dios (2 Corintios 1:8-10). Lucas no dice nada sobre esto, pues al parecer, afectó personalmente a Pablo, pero no a la iglesia.
Ahora que todo marchaba bien. Pablo se propuso (decidió firmemente) en espíritu (o en el Espíritu Santo) ver a Roma. Pero primeramente volvería a visitar Macedonia, Grecia y Jerusalén. (Vea Romanos 1:11, 14, 15; 15:22-25.)
En el texto griego no queda claro si la decisión de Pablo fue tomada en su propio espíritu o en el Espíritu Santo. La expresión "en el espíritu", significa de ordinario "en el Espíritu Santo". (En los tiempos del Nuevo Testamento, el griego no distinguía entre mayúsculas y minúsculas.) También podemos estar seguros de que su propio espíritu estaba en armonía con el Espíritu Santo, y sometido a Él. Por tanto, su decisión era santa, y formaba parte de los planes de Dios.
Esto se ve más confirmado aún por su declaración: "Me será necesario ver también a Roma." El griego señala una necesidad de origen divino impuesta sobre él. Es el mismo tipo de expresión que se encuentra en Juan 4:4, cuando Jesús sintió el imperativo divino de pasar por Samaria. Más tarde. Jesús mismo confirmaría que el propósito de Pablo de ir a Roma le era verdaderamente agradable (Hechos 23:11). También sería confirmado por un ángel (27:23, 24).
De esta forma vemos cómo el Espíritu dirigió a Pablo y le dio una visión del siguiente paso en el plan de Dios para su ministerio. Sin embargo, esta visión no fue completa. Aún no sabía cómo Dios iba a hacer que fuera a Roma. Pero desde este momento hasta el final del libro de los Hechos, Roma es el objetivo de Pablo.
No obstante, no fue a Roma directamente, porque sintió la responsabilidad de visitar las iglesias de Macedonia y Grecia nuevamente y también tomar su ofrenda para la Iglesia de Jerusalén (Hechos 24:17; Romanos 15:26; 1 Corintios 16:1-4).
Más tarde les escribiría a los creyentes de Roma, reconociendo que había una iglesia establecida allí, aunque era obvio que nunca la había visitado ningún apóstol (Romanos 1:10-13). Por el tiempo en que les escribió a los romanos, también tenía la esperanza de seguir de Roma rumbo a España (Romanos 15:28).
Para preparar a las iglesias de Macedonia para su visita. Pablo envió a Timoteo y a Erasto por delante, pero él mismo se quedó por algún tiempo más en Éfeso. Como les diría a los corintios, una puerta grande y eficaz se le había abierto, pero eran muchos los adversarios (1 Corintios 16:8, 9).
Los plateros provocan un disturbio (19:23-29) *
"Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino. Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices; a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo:
Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero.
Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios! Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo".
Pronto se hizo evidente la cantidad de adversarios que había en Éfeso. Lucas habla de estos sucesos llamándolos "un disturbio no pequeño" acerca del Camino (cristiano). Lo comenzó un platero llamado Demetrio. Su producción principal, como era el caso de la mayoría de los plateros de Éfeso, eran templecillos de plata en miniatura de Diana o Artemisa, que contenían una imagen en miniatura de esta diosa de la fertilidad llena de senos que se adoraba en Éfeso.
La diosa efesia en realidad no tenía relación con la otra Artemisa (o Diana), la Artemisa de Grecia conocida como la doncella cazadora e identificada por los romanos con su diosa Diana. La Artemisa de Éfeso era adorada principalmente en aquella ciudad (a pesar de sus pretensiones) y no se parecía en nada a la diosa romana Diana. Los nombres eran los mismos, pero las diosas eran distintas.
La demanda de aquellos templecillos solía mantener bastante ocupados a los plateros, y les proporcionaba amplias ganancias. Ahora, las ventas estaban decayendo. Por esto, Demetrio reunió a todos aquellos artífices e hizo un discurso en el que señalaba que el mensaje de Pablo había penetrado prácticamente por toda la provincia de Asia. Eran multitud los que habían creído la verdad de que no había dioses hechos por manos humanas, o dicho en otras palabras, que los ídolos eran inútiles. Por esto, la venta de los templecillos estaba disminuyendo y el oficio de fabricarlos estaba en peligro de caer en descrédito (rechazo, abandono). No sólo esto, sino que según Demetrio, el templo de la diosa Artemisa estaba en peligro, de ser destituido de su majestad, de que su magnificencia divina fuera disminuida o eliminada. Después, hizo la exagerada afirmación de que no sólo la provincia de Asia toda, sino todo el mundo (habitado), es decir, todo el Imperio Romano, la adoraba.
Sin pretenderlo, Demetrio dio testimonio del gran éxito que estaba teniendo la difusión del Evangelio. También triunfó en su propósito de impresionar a sus oyentes con respecto a sus bolsillos y con respecto a su orgullo cívico por el templo de Artemisa. Todo esto, tal como él había esperado, levantó una explosión de ira apasionada entre los artífices, que comenzaron a gritar con gran emoción: "¡Grande es Diana de los efesios!" El texto griego muestra que siguieron diciéndolo, y que su grito llenó toda la ciudad de confusión y de perturbación. El resultado fue que todos se precipitaron dentro del teatro (un anfiteatro o arena al estilo griego, a cielo abierto, con espacio para veinticinco mil personas).
Sin embargo, primero arrebataron a Gayo y a Aristarco, dos macedonios que se hallaban entre los compañeros de viaje de Pablo. Aristarco era oriundo de Tesalónica (Hechos 20:4). Su presencia nos indica que la compañía de Pablo era bastante más grande en este tercer viaje misionero, que en sus viajes anteriores. Estos dos acompañantes suyos fueron arrastrados dentro del anfiteatro, no por ellos mismos, sino porque se había agitado la ira de la muchedumbre contra Pablo.
Una confusión total (19:30-34)
"Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron. También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro. Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido. Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo. Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!"
Cuando Pablo quiso entrar a la muchedumbre enardecida, los discípulos no se lo permitieron. Algunos de los asiarcas (funcionarios relacionados con el culto romano en la provincia de Asia) que eran amigos suyos, le enviaron recado, rogándole que no se presentara en el anfiteatro. Sin duda, pensaban que la multitud lo podía hacer pedazos.
En la multitud, unos gritaban una cosa y otros otra. La asamblea (en griego, ekklesía, la misma palabra traducida generalmente como "iglesia") se hallaba en un estado de confusión total; la mayoría no sabían por qué se habían reunido.
En esta situación, los judíos sacaron de entre la multitud a Alejandro, con la intención de que los instruyera. Es decir, querían que les explicara que los judíos no eran responsables de lo que los cristianos estaban haciendo. El descendió hasta el frente y agitó la mano para llamar su atención y hacer su defensa ante aquella muchedumbre. Sin embargo, cuando reconocieron que era judío, toda la multitud se volvió histérica. A una sola voz, todos los que estaban allí se mantuvieron gritando lo mismo durante dos horas: "¡Grande es Diana (Artemisa) de los efesios!" La posesión de esta imagen y de su templo era una gran fuente de orgullo ciudadano para los habitantes de la ciudad.
Se apacigua la multitud (19:35-41)
"Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud, dijo: Varones efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter? Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis precipitadamente. Porque habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa. Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden y procónsules hay; acúsense los unos a los otros. Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir. Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso. Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea".
Por fin, el escribano (el secretario de la ciudad) logró apaciguar (controlar) la multitud, y les preguntó a los efesios: "¿Quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana (literalmente, 'barrendera') del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter (del cielo, de los dioses del cielo)?" Con esto, el escribano les hacía ver que no había razón para estar tan airados y agitados, puesto que aquellas cosas, en su opinión, eran innegables. Por tanto, su obligación era calmarse. Hubiera sido equivocado hacer algo precipitadamente (en forma impulsiva, apurándose a hacerla sin pensar primero).
El escribano también les señaló que los hombres que habían llevado al anfiteatro no eran sacrílegos (ladrones del templo) ni habían blasfemado contra su diosa. Es importante notar aquí, que Pablo ya llevaba cerca de tres años en Éfeso, pero no había evidencias de que él o algún otro cristiano hubiera dicho jamás nada contra el templo de Artemisa. Ellos no eran iconoclastas. Simplemente, se mantuvieron predicando las buenas nuevas de Jesucristo de forma positiva, y la venta de imágenes y de templecillos decayó automáticamente.
Después, los llamó a la ley y al orden. Había días de audiencia continuamente de forma regular en la plaza del mercado, y los procónsules estaban a disposición de ellos. Es decir, el gobernador nombrado por el Senado romano estaría allí para juzgar. Si Demetrio y sus compañeros de oficio tenían acusaciones contra alguien, que se acusaran unos a otros (en forma legal). Y si alguien demandaba alguna cosa más, se podía decidir en una asamblea (griego, ekklesía, la palabra traducida ordinariamente como "iglesia") legítima (legal, debidamente constituida), esto es, no en una asamblea (ekklesía) tumultuosa como aquella.
El escribano estaba realmente molesto, porque este motín podía poner a la ciudad en el peligro de ser acusada de sedición (o revolución). No habría razón ni excusa buena a los ojos de los gobernantes romanos para los sucesos de aquel día; no podían rendir cuentas sobre aquella tumultuosa reunión, que los romanos podían tomar como una reunión sediciosa o una conspiración. Después de esto, el escribano hizo que la asamblea (griego, ekklesía) se disolviera.
El uso del vocablo griego ekklesía para hablar de esta asamblea, es una importante ayuda para comprender el significado de la palabra, tal como era usada en los tiempos del Nuevo Testamento. Nos muestra que la palabra había perdido su antiguo significado de "convocación" y se usaba para designar a cualquier tipo de reunión, incluso una asamblea ilegal, o un tumulto en el que se reunía un grupo de ciudadanos, como aquel del anfiteatro. Así es como la palabra ekklesía, traducida de ordinario como "iglesia", puede ser traducida correctamente como "asamblea", con la connotación de que era una asamblea de ciudadanos cualquiera. En este pasaje, se usa para hablar de una asamblea de los ciudadanos de Éfeso. Cuando se usa para referirse a los creyentes, la traducción correcta es también asamblea, con la connotación de que es una asamblea de creyentes que son "conciudadanos de los santos" (Efesios 2:19).
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