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    Comentario a Hechos de los Apóstoles Cap. 23

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    Comentario a Hechos de los Apóstoles Cap. 23 Empty Comentario a Hechos de los Apóstoles Cap. 23

    Mensaje  administrador Lun 8 Feb 2010 - 14:19

    Comentario a Hechos de los Apóstoles
    Capítulo 23

    Pablo, que una vez había sido miembro del Sanedrín y había votado que se apedreara a Esteban, ahora tenía que enfrentarse al más alto tribunal de los judíos. Su sala de reunión se hallaba al oeste de la zona del Templo; el tribuno romano lo llevó allí.

    La esperanza y la resurrección (23:1-10)

    Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy. El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca. Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear? Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias? Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo.

    Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga. Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas. Y hubo gran vocerío; y levantándose los escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios.

    Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de ellos, y lo llevasen a la fortaleza.

    Pablo no manifestó miedo ni duda. Sabía que estaba cumpliendo con la voluntad del Señor, y había aprendido a depender del Espíritu Santo. Mirando fijamente al concilio, declaró que había vivido (y cumplido sus deberes) delante de Dios con una buena conciencia hasta ese mismo día. (Vea 1 Corintios 4:4; Filipenses 3:6, 9.)

    En aquel instante, Ananías, el sumo sacerdote, les ordenó a los que se hallaban cerca de Pablo que le golpeasen en la boca. Pablo reaccionó a esto, porque excitaron su sentido de la justicia: "¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada!" Lo tomó por uno de los miembros del concilio que estaba sentado allí para juzgarlo según la Ley. Sin embargo, lo había mandado a golpear, lo cual era contrario a la Ley. Esta trataba a un hombre como inocente hasta que fuera probada su culpa.

    Los que habían golpeado a Pablo lo reprendieron por injuriar (insultar) al sumo sacerdote de Dios. Pablo se disculpó rápidamente. No sabía que el que había dado la orden fuera el sumo sacerdote. Ananías fue hecho sumo sacerdote en el año 47 d.C. por Heredes de Calcis. Pablo había estado en Jerusalén desde entonces sólo unas pocas veces y por breves períodos, por lo que no es extraño que no hubiera visto antes al sumo sacerdote. También es probable que, puesto que era el tribuno el que había convocado al Sanedrín en aquella ocasión, el sumo sacerdote estuviera sentado en medio de los demás miembros del tribunal, en lugar de presidirlo.

    Sin embargo, aunque Pablo no sabía quién era el sumo sacerdote, sí conocía las Escrituras. La forma en que cita Éxodo 22:28 nos muestra la humildad genuina de su espíritu y su disposición a someterse a la Ley que sus acusadores afirmaban que había desafiado.

    Entonces, Pablo se dio cuenta de que había una cuestión en la que podía hacer una declaración. Como ya sabía, pero ahora notó de nuevo, parte del Sanedrín estaba integrada por saduceos, y parte por fariseos. Los saduceos rechazaban la idea de la resurrección. Los fariseos creían que la esperanza de la resurrección era algo fundamental en la esperanza de Israel y necesario para que se cumplieran a plenitud las promesas de Dios.

    Por esto. Pablo se aprovechó de la situación con valentía. Era una oportunidad para dar testimonio de la verdad de la resurrección y del hecho real de la resurrección de Jesús; no estaba fuera de orden en esto. Incluso antes de su conversión, cuando era fariseo, ya se daba cuenta de lo profunda e importante que es la doctrina de la resurrección futura. Al alzar la voz y decir que era fariseo e hijo de fariseos, estaba declarando que se le estaba juzgando acerca de la esperanza y de la resurrección. 4

    Esto dividió el concilio en dos campos. Mientras hablaban entre ellos, crecía la discordia. Hasta fueron más allá de la idea de la resurrección y comenzaron a discutir acerca de la existencia de los ángeles y los espíritus, que también era negada por los saduceos.

    El resultado fue un gran vocerío, al ponerse a contender unos con otros. Algunos de los escribas (expertos en la interpretación de la Ley) que se hallaban del lado de los fariseos, se pusieron de pie y discutían fuertemente a favor de Pablo. No encontraban ningún mal (nada malo) en él. Entonces sugirieron que quizá un ángel o un espíritu le había hablado.

    La mención de ángeles y espíritus debe haber sacudido a los saduceos. Hubo tanto vocerío y tanta discordia, que el tribuno temió que despedazaran a Pablo. Por tanto, les ordenó a los soldados que bajasen y lo arrebatasen de en medio de ellos, para llevarlo de vuelta a la Torre Antonia.

    El Señor le da ánimos a Pablo (23:11)

    A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo. Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.

    Había sido un día difícil para Pablo. Pero durante la noche siguiente, el Señor Jesús se le apareció repentinamente y le dijo: "Ten ánimo (ten valor, anímate y no temas)." Así como Pablo había testificado (dado un claro testimonio) por Cristo en Jerusalén, también debía testificar en Roma. El anhelo de Pablo de ir a Roma había parecido imposible cuando fue arrestado. Pero ahora Jesús le había dicho claramente que la voluntad de Dios seguía siendo que diera testimonio de El en Roma. Este gesto de aliento del Señor fue el que sostuvo a Pablo en medio de los sufrimientos, las pruebas y las dificultades que aún le habrían de sobrevenir.

    Se descubre un complot judío (23:12-22)

    Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo.

    Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue.

    Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo. Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle. El entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte.

    El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? El le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa. Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.

    A la mañana siguiente, más de cuarenta judíos se reunieron para tramar la muerte de Pablo. Al hacerlo, invocaron una maldición sobre sus propias personas, diciendo que no comerían ni beberían hasta haber matado a Pablo. Después, fueron a los principales de los sacerdotes y los ancianos y les explicaron su plan. Sin duda, estos ancianos eran saduceos a los que no les había gustado lo que Pablo había dicho sobre la resurrección.

    Los conspiradores les pidieron a estos jefes que hicieran que el Sanedrín le formulara una solicitud oficial al tribuno para que les llevara a Pablo, como si tuvieran la intención de averiguar con mayor precisión todo lo relativo a él. Antes de que pudiera acercarse, ellos estarían esperando, preparados para matarlo. Es decir, le harían una emboscada en el camino, para que no se pudiera considerar al Sanedrín como responsable de su muerte.

    Aconteció que el hijo de la hermana de Pablo llegó a la escena en aquel momento y oyó lo que tramaban. Entonces, se fue de inmediato a la Torre Antonia y se lo dijo a Pablo. Este llamó a un centurión y le pidió que llevara al joven con el tribuno. El tribuno lo recibió cortésmente, lo tomó por la mano, y se retiró con él a un lugar donde pudieran hablar en privado. Entonces le preguntó qué le quería decir.

    El muchacho le habló del complot y le advirtió que no se dejara persuadir por su solicitud de que les llevara a Pablo. Había más de cuarenta hombres que se habían puesto a sí mismos bajo una maldición, y estaban preparados, esperando la promesa del tribuno. Entonces el tribuno lo dejó ir después de prometerle que no le diría a nadie que le había informado todo aquello.

    Pablo es enviado a Cesárea (23:23-35)

    Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesárea; y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador. Y escribió una carta en estos términos:

    Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano. Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos; y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión. Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien.

    Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antípatris. Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza. Cuando aquéllos llegaron a Cesárea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él. Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia, le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.

    El tribuno sabía que le podían pedir cuentas por Pablo, si era asesinado estando bajo su custodia, puesto que era ciudadano romano. Por tanto, hizo que dos centuriones prepararan doscientos soldados de infantería para ir a Cesárea, junto con setenta de caballería y doscientos de otra clase. (Todavía hoy se debate qué clase de soldados podría ser ésta. La versión Reina-Valera los llama "lanceros".) Debían salir a la hora tercera de la noche (a eso de las 9 p.m.). También se consiguieron caballos para que Pablo cabalgara, de forma que fuera llevado con seguridad hasta Félix, el gobernador romano de la provincia.

    El tribuno también le explicó en una carta al gobernador por qué le enviaba a Pablo. El libro de los Hechos dice que iba "en estos términos (según este modelo, como copia). Probablemente esto signifique que se trata de una verdadera copia de la carta.

    En la carta, el tribuno se llama a sí mismo Claudio Lisias. (Lisias era un nombre griego que indicaba su procedencia.) Después, explicaba la forma en que había rescatado a Pablo de los judíos, que estaban a punto de matarlo. Sin embargo, se ponía en un plano mejor que el real. Insinuaba que la razón por la que había rescatado a Pablo era porque había sabido que era romano. Sin embargo, podemos darle algún crédito, por tratar de hacer una buena presentación de Pablo también. Explicaba que las acusaciones se fundamentaban en cuestiones de las leyes judías, y que no había hallado nada que mereciera la pena de muerte o la cárcel. A causa del complot, lo había enviado al gobernador, y les había ordenado a sus acusadores que fueran con sus acusaciones contra Pablo ante él también.

    Nos preguntamos si los cuarenta y tantos conspiradores tuvieron noticia de esto antes de que Pablo fuera sacado de la ciudad. No obstante, el tribuno quiso asegurarse de que no tendrían oportunidad alguna de hacerle nada. Imaginémonos a Pablo, rodeado por cuatrocientos soldados y setenta de a caballo, saliendo de Jerusalén a las nueve en punto de la noche. Un movimiento de tropas así, aun por la noche tiene que haber llamado la atención. Aunque no se hubiera sabido que Pablo se hallaba en medio de ellos, es seguro que alguien ha de haber investigado.

    La Biblia no nos dice qué hicieron los conspiradores con su voto. Obviamente, no mucho después tendrían que comer y beber. Es probable que encontraran alguna forma de ofrecer un sacrificio o alguna ofrenda de expiación por no haber podido cumplir con su voto. (La Mishna judía señala que esto estaba previsto.)

    Aquella noche los soldados llevaron a Pablo hasta Antípatris (donde había una colonia romana), a mitad de camino entre Jerusalén y Cesárea. Por la mañana, los soldados de infantería regresaron a la Torre Antonia. Entonces los setenta de a caballo llevaron a Pablo durante el resto del camino hasta Cesárea, entregaron la carta y llevaron a Pablo ante el gobernador.

    Después de leer la carta, Félix le preguntó a Pablo de qué provincia era oriundo, probablemente porque sólo si Pablo procedía de una provincia romana, él podía, como romano, hacerse cargo de él bajo su propia autoridad. Después, ordenó que custodiasen a Pablo en el pretorio de Heredes, el palacio construido por Herodes el Grande, donde el procurador residía en aquel momento.

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